A pesar de que muchas voces continúan negando la existencia del cambio climático, nos encontramos ante una realidad indiscutiblede la que día a día somos testigos en primera línea y reforzada de forma cada vez más sólida por la creciente y preocupante evidencia científica. El escenario actual en el que nos encontramos nos muestra un horizonte alarmante en caso de que no se adopten de forma inmediata las medidas necesarias para limitar el incremento de la temperatura media del planeta.
En el contexto de emergencia climática en el que nos hallamos la salud pública es una de las cuestiones principales. El cambio climático afecta de múltiples formas a nuestra salud y son cada vez más los expertos que señalan a este como el detonante de la próxima pandemia a la que la humanidad tendrá hacer frente. El aumento de las temperaturas, el crecimiento de las zonas urbanas en todo el mundo y la pérdida de hábitats y biodiversidad como consecuencia de las acciones del hombre está provocando un caldo de cultivo como demuestra el aumento de las zoonosis en las últimas décadas y de enfermedades en zonas en las que no son endémicas.
Dengue, malaria, chikungunya, zika, fiebre amarilla, la enfermedad de Chagas, fiebre amarilla, oncocercosis, encefalitis japonés o la tripanosomiasis africana humana son enfermedades que tienen como denominador común que son transmitidas por vectores. Las enfermedades de transmisión vectorial están provocadas por bacterias, parásitos o virus que son transmitidos por vectores. Los vectores son organismos vivos que pueden transmitir patógenos infecciosas entre personas o de animales a personas.
De acuerdo con los datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) las enfermedades de transmisión vectorial provocan más de 700.000 muertes cada año, afectando de forma desproporcionada a las poblaciones con menos recursos. Estas enfermedades representan más del 17% de todas las enfermedades infecciosas. El cambio climático está jugando un peligro papel en la distribución de diversos artrópodos vectores de enfermedades infecciosas, así como en los hábitos migratorios de especies que actúan como reservorios para estas enfermedades.
“Para 2050 se estima que la temperatura en España continúe en aumento, aún en los modelos más optimistas, y en el supuesto de que las medidas implementadas por las autoridades se llevasen a cabo en su totalidad”, advierten Francisco Javier Membrillo de Novales (Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla) y Miriam José Álvarez Martínez (Hospital Clínic de Barcelona), en el libro “Las enfermedades infecciosas en 2050”, elaborado por la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).
Estiman que para el año 2050 podrían producirse epidemias de dengue, zika o chikungunya en todo el sur, centro y levante español, lo que podría provocar miles de contagios
Ambos expertos ponen el foco en el mosquito Aedes albopictus ya que cuenta con una amplia distribución en todo el territorio nacional, lo que ha provocado la detección de los primeros casos autóctonos de dengue en España. El dengue es una infección vírica transmitida a los humanos a través de mosquitos infectados, siendo el principal transmisor el mosquito Aedes aegypti y, en menor medida, el Aedes albopictus. La mayoría de los casos provocan un cuadro leve aunque en los más graves la enfermedad puede evolucionar hacia complicaciones que pueden ser mortales. La detección precoz y la atención médica adecuada (no se cuenta con un tratamiento específico) pueden reducir las tasas de letalidad por debajo del uno por ciento según las cifras de la OMS.
“El mismo vector tiene capacidad de transmitir la infección por el virus del chikungunya, que, aunque menos grave, puede producir con más frecuencia secuelas incapacitantes a medio-largo plazo. Aedes albopictus también trasmite el virus del zika, especialmente peligroso en caso de contagio a embarazadas, con alto riesgo de malformaciones fetales”, advierten los expertos.
“El mosquito Anopheles atroparvus está ampliamente distribuido en Europa y en España, y aunque se ha considerado siempre el continente como zona de anofelismo sin paludismo o malaria, estas circunstancias podrían cambiar”, alertan. Exponen que estos anofelinos cuentan con capacidad para transmitir las especies importadas de Plasmodium vivax y Plasmodium ovale, siendo por ahora, refractarios en cierto grado, a la especie de Plasmodium falciparum. “Sin embargo, el elevado número de casos de paludismo importado, la trasmisión autóctona esporádica en algunos países europeos y el incremento de temperaturas, podrían ser un riesgo para la reintroducción de la malaria”.
Los cálculos de la OMS revelan que en 2020 se produjeron alrededor de 241 millones de casos de paludismo que provocaron más de 627.000 muertes, siendo el continente africano la región más afectada concentrado el 95% de los casos mundiales. De todas las muertes por paludismo registradas en la región africana, el 80% corresponden a niños menores de cinco años.
En base a las previsiones, ambos expertos estiman que para el año 2050 podrían producirse epidemias de dengue, zika o chikungunya en todo el sur, centro y levante español, lo que podría provocar miles de contagios. Alertan de que la persistencia epidémica de alguno de estos virus con circulación de varios serotipos de dengue (existen cuatro, lo que significa que una misma persona puede infectarse hasta cuatro veces) podría traducirse en cientos de miles de casos de dengue hemorrágico en personas reinfectadas.
“El mosquito Anopheles atroparvus está ampliamente distribuido en Europa y en España, y aunque se ha considerado siempre el continente como zona de anofelismo sin paludismo o malaria, estas circunstancias podrían cambiar”
Advierten del elevado riesgo que supondría la introducción en España del zika para las mujeres embarazadas y los recién nacidos, así como el riesgo que implica el aumento de los casos del virus de la fiebre del Nilo. Además, la reintroducción de la malaria en nuestro país tras ser erradica en 1964, tendría importantes consecuencias de salud púbica.
Razones por las que realizan una serie de propuestas de acción y recursos necesarios para minimizar en lo posible el impacto de estas funestas previsiones:
Incremento de los esfuerzos de control del avance del cambio climático, dentro de un enfoque sanitario.
Medidas educativas para transmitir a la población general los efectos del avance del cambio climático en la distribución de las enfermedades infecciosas.
Control de la expansión de los vectores:
- Aumento de las medidas de vigilancia entomológica y control de plagas. Estudios de competencia de mosquitos.
- Establecimiento de interconexiones entre salud humana y animal (One Health).
- Difusión periódica y eficaz de la información de vigilancia veterinaria a los profesionales de salud humana, con objeto de concienciar sobre la posibilidad de detección de casos autóctonos de enfermedades hasta entonces importadas.
Establecimiento de una red de vigilancia de enfermedades transmitidas por vectores:
- Dotar a los laboratorios de Microbiología de medios y personal suficientes para poder diagnosticar desde Atención Primaria casos sospechosos de enfermedades transmitidas por vectores 24 horas al día, siete días a la semana.
- Disponibilidad de especialistas específicamente formados y capacitados para la sospecha clínica, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades transmitidas por vectores. Creación de la especialidad de Enfermedades Infecciosas.
Establecimiento de una red de unidades especializadas en Medicina Tropical y del Viajero en todos los hospitales de tercer nivel, suficientemente dotadas en personal y medios, así como de mecanismos de consulta y derivación eficaz desde niveles inferiores de atención sanitaria.
Acceso universal y gratuito a las unidades de Medicina Tropical, sin limitaciones administrativas ni geográficas, con un doble objetivo: proporcionar atención sanitaria eficaz a los pacientes sin acceso en la actualidad, y detección y control precoz de la introducción de enfermedades en nuestro país en beneficio de la salud comunitaria.