La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que entre 2030 y 2050 el cambio climático será el responsable de alrededor de 250.000 muertes adicionales cada año debido a problemas como la malnutrición, el paludismo, la diarrea o el estrés calórico. “El cambio climático es la mayor amenaza para la salud a la que se enfrenta la humanidad”, advierte la agencia de salud de la ONU.
Las formas en las que el cambio climático afecta a nuestra salud son múltiples. Estamos asistiendo a un incremento de las muertes y enfermedades como consecuencia del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos (como las olas de calor o las inundaciones), la alteración de los sistemas alimentarios (cada año enferman en el mundo más de 600 millones de personas por el consumo de alimentos contaminados y fallecen más de 420.000), aumento de las zoonosis y de las enfermedades transmitidas por vectores, alimentos o agua. Por supuesto, la salud mental también se ve perjudicada por el cambio climático.
La evidencia científica que muestra cómo el cambio climático está afectando de forma inequívoca a la salud es creciente, pero continúa siendo difícil realizar estimaciones precisas sobre la magnitud y el impacto de muchos riesgos para la salud sensibles al clima. A corto y medio plazo los efectos del cambio climático sobre la salud estarán determinados por la vulnerabilidad de las poblaciones, su resiliencia al ritmo actual del cambio climático y las capacidades con las que cuenten para adaptarse a los nuevos escenarios. A largo plazo estos efectos dependerán de forma significativa de las medidas que se adopten ahora para reducir las emisiones y evitar que el planeta alcance umbrales de temperatura peligrosos, así como puntos de no retorno.
A la hora de hablar de las enfermedades relacionadas con el cambio climático las respiratorias y cardiovasculares son las primeras en las que pensamos. La OMS alertaba el pasado mes de abril de que el 99% de la población mundial respira un aire que supera los límites de calidad establecidos por el organismo. The Lancet Planetary Healthpublicaba el pasado mes de mayo un informe a través del que revelaba que la contaminación fue la responsable de nueve millones de muertes en 2019: una de cada seis muertes en todo el mundo.
En cuanto a la contaminación del aire doméstico, un problema especialmente acuciante en los países con menos recursos, más de 2.600 millones de personas se encuentran en riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, cardiopatías isquémicas, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o cáncer de pulmón. Un problema de salud que, según la OMS, se traduce en más de cuatro millones de muertes prematuras cada año. Basta con señalar que la contaminación atmosférica resta más de dos años a la esperanza de vida mundial.
“La pandemia es un recordatorio de la íntima y delicada relación entre las personas y el planeta. Cualquier esfuerzo por hacer nuestro mundo más seguro está condenado a fracasar a menos que aborde la interfaz crucial entre las personas, os patógenos y la amenaza existencial del cambio climático”
La contaminación y los efectos del cambio climático aumentan los riesgos de muerte y enfermedad en grupos vulnerables como las personas con patologías crónicas, los niños y las embarazadas. Las primeras etapas de la vida, incluida la gestación, son especialmente vulnerables y una elevada exposición a la contaminación aumenta el riesgo de enfermedades, discapacidad y muertes. Además, estos grupos son especialmente vulnerables también a los fenómenos climatológicos extremos.
La contaminación también afecta a la salud mental. Entre los recientes estudios que se han desarrollado en este campo destaca la investigación realizada en 2019 en Estados Unidos y Dinamarca que halló que las personas que están expuestas a altos niveles de contaminación atmosférica son más propensas a sufrir enfermedades psiquiátricas como la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el trastorno de personalidad.
El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos ha popularizado el concepto de “ansiedad climática”, un incipiente problema de salud pública. La preocupación por las consecuencias del cambio climático y la inacción de muchos gobiernos incrementa los sentimientos de tristeza, impotencia, enfado o culpa lo que se traduce en ansiedad. Una situación que si se produce desde edades tempranas puede cronificarse con el paso del tiempo derivando en problemas de salud mental.
El cambio climático ha alterado de forma drástica la biodiversidad de la Tierra. Una situación que favorece la transmisión de patógenos causantes de múltiples enfermedades que, en muchos casos, se están expandiendo fuera de las zonas geográficas en las que se consideran endémicas. Diversos estudios apuntan a que el cambio climático podría ser el desencadenante de la próxima pandemia a la que la humanidad tendría que hacer frente. Las enfermedades de transmisión vectorial provocan más de 700.000 muertes cada año según la OMS. Estas representan más del 17% de todas las enfermedades infecciosas y el cambio climático está actuando como motor de expansión y movilidad geográfica.
“La pandemia es un recordatorio de la íntima y delicada relación entre las personas y el planeta. Cualquier esfuerzo por hacer nuestro mundo más seguro está condenado a fracasar a menos que aborde la interfaz crucial entre las personas, os patógenos y la amenaza existencial del cambio climático”, advertía el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en su discurso de inauguración de la 73ª Asamblea Mundial de la Salud.
En la reciente Cumbre Mundial de la Salud la OMS, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para Medio Ambiente (PNUMA) y a Organización Mundial de Sanidad Animal (WOAH) han presentado el Plan de Acción Conjunto One Health. Una iniciativa que tiene precisamente como objetivo mejorar la salud humana, animal y el medio ambiente para que podamos prevenir, predecir, detectar y responder a las amenazas para la salud.