Más de 75 millones de niños han recibido la vacuna conjugada contra la fiebre tifoidea en los primeros cinco años transcurridos desde su introducción en 2018, de acuerdo con el informe elaborado de forma conjunta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
La fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa potencialmente mortal provocada por la bacteria Salmonella typhi. Esta suele transmitirse con facilidad a través de alimentos y agua contaminados. Según las últimas estimaciones hechas públicas por la OMS cada año enferman por fiebre tifoidea entre 11 y 20 millones de personas, de las que fallecen entre 128.000 y 161.000. A pesar de que la fiebre tifoidea puede tratarse con antibióticos, la creciente resistencia a diferentes tipos complica cada vez más que los tratamientos sean efectivos.
Desde hace años se utilizan dos vacunas autorizadas para la prevención de la fiebre tifoidea (una inyectable con antígeno purificado para mayores de dos años y una oral atenuada con organismos vivos para mayores de cinco años), pero en 2017 la OMS precalificó dos nuevas vacunas conjugadas que demostraron proporcionar una inmunidad más prolongada, requiere una menor administración de dosis y puede administrarse a partir de los seis meses de edad. Estas son Typbar-TCV (Bharat Biotech International Limited) y TYPHIBEV (Biological E. Limited).
La evidencia científica de la que se dispone ha demostrado que una dosis única administrada a niños es segura y tiene una eficacia de entre el 19-95%, con una respuesta de anticuerpos que persiste hasta siete años. La administración conjunta de la vacuna contra la fiebre tifoidea conjugada con otras vacunas que se administran de forma rutinaria, como por ejemplo contra el sarampión o la fiebre amarilla, no interfiere con la respuesta inmunitaria de las vacunas contra la fiebre tifoidea o de las otras vacunas inoculadas de forma simultánea. El informe destaca que el uso de la vacuna conjugada contra la fiebre tifoidea es rentable para los países con una incidencia de la enfermedad alta o muy alta.
Razón por la que, tal y como se ha señalado, la OMS recomendó la introducción de la vacuna conjugada en 2018 como prioridad en los países con una elevada prevalencia de fiebre tifoidea. La primera incorporación se produjo ese mismo año en la Corporación Municipal de Navi Mumbai (India), como parte de un programa de evaluación. Posteriormente fue introducida a nivel nacional en el programa de inmunización de rutina para niños mayores de nueve meses o de entre 15 y 18 meses en Pakistán. Siguieron estos pasos Liberia (2021), Zimbabue (2021), Samoa (2021) y Nepal (2022). A lo largo del 2023 está prevista su introducción en Malaui.
Desde la recomendación de la OMS tan solo cinco países, incluidos tres (siete por ciento) de las 44 naciones y estados asociados con una incidencia alta de fiebre tifoidea, han introducido la vacuna conjugada
Los autores del informe especifican que se recomiendan campañas de vacunación de actualización dirigidas a niños y jóvenes desde los seis meses hasta los 14 años, desde el momento en el que la vacuna conjugada contra la fiebre tifoidea se incorpore a los calendarios nacionales de vacunación de rutina, siempre que sea factible y esté respaldado por datos epidemiológicos.
Los más de 75 millones de niños que se han beneficiado de la vacuna conjugada referidos al inicio de estas líneas se traducen en coberturas que oscilan entre el 63 y el 95%. Cabe señalar que desde la recomendación de la OMS tan solo cinco países, incluidos tres (siete por ciento) de las 44 naciones y estados asociados con una incidencia alta de fiebre tifoidea, han introducido la vacuna conjugada en sus programas de inmunización de rutina.
Ante esta reducida cifra el informe señala como factores probables al retraso en su introducción a la presencia de prioridades de salud contrapuestas, especialmente motivadas por la pandemia de Covid-19, así como datos insuficientes sobre la carga de la enfermedad que permitan la adopción de decisiones nacionales sobre la introducción de la vacuna.
Se han identificado como importantes barreras el hecho de que los datos de vigilancia relativos a la fiebre tifoidea se limitan con frecuencia a los casos con sospecha clínica, además de que las pruebas diagnósticas serológicas cuentan con poca especificidad. Se suma el problema de que los estudios sobre la incidencia de la enfermedad son costosos y requieren mucho tiempo, lo que plantea significativos desafíos técnicos a los que muchos países no pueden hacer frente. Se alienta también a los países en los que la fiebre tifoidea es endémica a que revisen las fuentes nacionales de datos sobre la enfermedad y la evidencia científica al respecto con el objetivo de poder orientar de la mejor forma la futurible adopción de la vacuna conjugada.
“El uso de la vacuna conjugada contra la fiebre tifoidea en los programas de inmunización de rutina es parte del enfoque multisectorial de la prevención de la enfermedad, que incluye medidas como la mejora del acceso a agua potable, sistemas de saneamiento e higiene y la vigilancia nacional reforzada, lo que ayudará a reducir la morbilidad y la mortalidad por fiebre tifoidea”, expone el informe en sus conclusiones, entre las que destacan que “se necesita un compromiso financiero y técnico sostenido a nivel nacional e internacional para mejorar la implementación de estas medidas, compilar datos nacionales sobre la prevalencia de la fiebre tifoidea y aumentar la cobertura de vacunación para avanzar en el control de la enfermedad”.