Las mascarillas se han convertido en uno de los grandes aliados a la hora de detener la propagación del SARS-CoV-2. Esta intervención no farmacológica no solo ha tenido importantes impactos en términos de transmisión de la Covid-19, sino que también ha afectado a las dinámicas de contagio de otros virus como la influenza, entre otros. Junto a las mascarillas el distanciamiento físico, asegurar la correcta ventilación de los espacios o el frecuente lavado de manos han proporcionado un arsenal de herramientas que han posibilitado reducir el riesgo de contagio.
La evidencia científica relativa a la eficacia de las intervenciones no farmacéuticas durante la pandemia es sólida, pero también han tenido impactos sociales y económicos adversos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reiterado que la Covid-19 no va a desaparecer, como tampoco lo hará el riesgo de nuevas amenazas que pueden gestar futuras crisis sanitarias. Razón por la que el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) organizó el pasado mes de junio una reunión de expertos con el objetivo de analizar el papel de las intervenciones no farmacológicas durante la pandemia y sus conclusiones han sido publicadas ahora por el organismo europeo.
Estas parten de una premisa evidente: la pandemia de Covid-19 obligó a la necesaria introducción de una amplia gama de intervenciones no farmacológicas. Tanto la implementación como su efectividad han variado a lo largo del tiempo en función de los distintos contextos epidemiológicos. Los expertos indican continúa existiendo una brecha significativa en términos de monitorización y evaluación de la implementación de estas intervenciones. Se han sumado importantes consideraciones socioeconómicas, legales y éticas asociadas a la implementación de las intervenciones no farmacológicas.
En base a esto los expertos recomiendan que se invierta en la identificación de buenas prácticas en el uso de las intervenciones no farmacológicas y se garantice que los planes de preparación par pandemias y gestión de crisis sean revisados en función de las lecciones aprendidas.
Piden que se fomente una mayor colaboración e intercambio de conocimientos entre salud pública y otras áreas, con especial foco en la económica y las ciencias sociopolíticas, para fortalecer los vínculos a la hora de tomar decisiones como la implementación de estas medidas. La comunicación de riesgos y la participación comunitaria son dos elementos clave sobre los que también debe trabajarse.
La evaluación sobre la efectividad de estas intervenciones ha supuesto un importante desafío debido a la implementación simultánea de múltiples medidas, falta de datos de referencias y cambios continuos en las estrategias
Los expertos inciden en continuar aumentando la investigación sobre los impactos a largo plazo, tanto directos como indirectos, de la Covid-19 a través de investigaciones multidisciplinares coordinadas a nivel nacional e internacional.
La evaluación sobre la efectividad de estas intervenciones ha supuesto un importante desafío debido a la implementación simultánea de múltiples medidas, falta de datos de referencias y cambios continuos en las estrategias. En general, los expertos critican como uno de los problemas más destacados la falta de información de calidad sobre la efectividad de este tipo de medidas en el momento en el que fueron adoptadas. Esto dificultó la toma de decisiones no solo en su introducción sino en la desescalada. Se han sumado las cuestiones éticas. Dos áreas sobre las que los expertos consideran que tanto la OMS como el ECDC pueden desempeñar un papel importante a la hora de apoyar a los países, ofrecer evidencia y facilitar el diseño e implementación de los planes.
Los participantes en la reunión argumentan que el momento en el que se adoptaron estas medidas y en el que fueron retiradas ha planteado numerosas dudas. Estos momentos deben estar vinculados a os objetivos generales de salud pública. Durante la pandemia en la Unión Europea fuimos testigos de una amplia gama de enfoques radicados en factores como las distintas capacidades de los sistemas de salud, contexto epidemiológico y marcos legales. Razón por la que es importante comprender que las variaciones que se han observado en la implementación de las intervenciones no farmacológicas responden en su mayoría al dinamismo del escenario epidemiológico.
Precisamente el dinamismo del SARS-CoV-2, que muta y evoluciona al igual que ya hemos visto con otros virus, debe tenerse en cuenta para diferenciar las distintas etapas que podemos encontrar en una pandemia como la vivida. Se deben considerar los beneficios y costes de cualquier intervención no farmacológica atendiendo a la fase de la pandemia en la que nos encontremos.
La comunicación de riesgos y la participación comunitaria requieren aportaciones científicas y sociales. Se debe continuar trabajando para garantizar que los profesionales de la salud pública estén capacitados y actualizados sobre los avances en estos campos y mejorar así la preparación y respuesta ante futuribles epidemias y/o pandemias.