En el año 2019 se publicaron poco más de 1.000 artículos académicos sobre coronavirus. La cifra, de acuerdo con los datos publicados por Nature, superó los 250.000 apenas tres años después. Un aumento que no resulta extraño si tenemos en cuenta que el surgimiento del SARS-CoV-2 ha enfrentado a la humanidad a la peor pandemia en, al menos, los últimos 100 años acabando con la vida de millones de personas.
Cierto es que el SARS-CoV-2 era un virus nuevo, pero no lo son los coronavirus. Hasta la aparición del SARS-CoV-2, se habían descrito seis coronavirus en seres humanos de los que dos, el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) provocaron sendas epidemias. Desde 2004 no se ha identificado ningún caso de SARS-CoV, pero el MERS todavía provoca aluna infección ocasional en humanos. ¿Qué significa esto? Que a pesar de que el SARS-CoV-2 es un virus de nueva aparición, los coronavirus no y somos conscientes de su potencial pandémico.
La poca investigación que se desarrolló sobre los coronavirus durante las epidemias del SARS y del MERS ha servido para enfrentar al SARS-CoV-2 con cierta base científica que ha permitido salvar vidas. La vacuna contra la Covid-19 desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford y el antiviral desarrollado por Pfizer se desarrollaron para el MERS y el SARS, respectivamente. Más de 15 años transcurrieron entre la epidemia de SARS y la llegada del SARS-CoV-2 en los que apenas se investigaron los coronavirus a pesar de ser conscientes de su potencial pandémico. Una situación que también estamos viendo repetirse con el brote global de viruela del mono.
CONTINUAMOS REPITIENDO LOS MISMOS ERRORES
El primer caso de viruela del mono (ortopoxvirus relacionado con la viruela, erradicada oficialmente a nivel global en 1980) se identificó en África en 1970. Desde ese momento se han producido casos esporádicos en algunos países, pero la enfermedad se ha mantenido como endémica en algunas regiones de África central y occidental. En mayo de 2022 se inició un brote fuera de las zonas endémicas que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declararlo como una emergencia de salud pública de importancia internacional, de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional.
Más de 15 años transcurrieron entre la epidemia de SARS y la llegada del SARS-CoV-2 en los que apenas se investigaron los coronavirus a pesar de ser conscientes de su potencial pandémico
“La falta de investigación sobre la viruela símica, a pesar de los cientos de casos y decenas de muertes anuales, ha dejado al mundo lamentablemente desprevenido para este brote global. Cada infección zoonótica debería ser motivo de preocupación, pero la financiación de la investigación parece fluir solamente cuando los países de altos ingresos se ven gravemente afectados”, critican desde Nature.
El mejor ejemplo de esta situación lo encontramos con el brote de ébola iniciado en 2014 en Guinea Conakry y que posteriormente se expandió a Nigeria, Liberia y Sierra Leona. La comunidad internacional no prestó atención hasta que en España se detectó un contagio a través de un caso repatriado. Pero no fue suficiente. Hicieron falta 11.310 muertes provocadas por el ébola en estos países para que se iniciasen los ensayos de la vacuna.
La OMS ha alertado de que la incidencia del dengue en todo el mundo está aumentando enormemente. Uno de los últimos informes sobre la situación de las enfermedades infecciosas en el viejo continente elaborado por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) ha informado de algunos casos de dengue y chikungunya en Europa. Alrededor del 50% de la población global está en riesgo de contraer el dengue. Una enfermedad sobre la que se estima que provoca entre 100 y 400 millones de infecciones anuales. No se cuenta con un tratamiento específico y la única vacuna aprobada (en alrededor de una veintena de países) solo se recomienda para aquellos que ya han superado la infección de forma natural.
"Nos dirigimos como sonámbulos a la próxima pandemia a menos que se impulse la investigación sobre enfermedades infecciosas emergentes"
El cambio climático junto con la pérdida de biodiversidad y destrucción de ecosistemas como consecuencia de las acciones del ser humano están desplazando los vectores que provocan numerosas enfermedades infecciosas como el dengue. ¿Qué sucedería si comenzasen a aumentar los casos de dengue en Estados Unidos y Europa? En este caso se produciría un aumento de la investigación en tratamientos y nuevas vacunas y, cuando se lograsen, los países de medios ingresos serían los que más barreras encontrarían en su acceso a pesar de llevar décadas luchando contra esta enfermedad endémica en la gran mayoría de ellos.
VIGILANCIA ANTE LA PRÓXIMA ‘ENFERMEDAD X’
La vigilancia es fundamental y este es uno de los pilares del necesario enfoque “One Health”, a través del que entender la salud humana, animal y el medioambiente como un conjunto indisoluble e interrelacionado. Las epidemias y las pandemias pueden prevenirse si se invierte en investigación y vigilancia en aquellos países en los que las enfermedades infecciosas están golpeando con mayor virulencia. Uno de los grandes aprendizajes que nos ha dejado la Covid-19 es que, en el mundo globalizado en el que vivimos, cuando un virus es detectado, lo más probable es que se haya expandido ya a la práctica totalidad del planeta.
“Nos dirigimos como sonámbulos a la próxima pandemia a menos que se impulse la investigación sobre enfermedades infecciosas emergentes. La financiación debe dirigirse directamente a las zonas en las que se producen los brotes, especialmente en los países de medios y bajos ingresos. Esto no solo impulsará la infraestructura de investigación en los puntos críticos, sino que también garantizará que la investigación refleje las prioridades locales en lugar de las actitudes neocolonialistas que siguen siendo demasiado frecuentes en la salud mundial”, reprochan desde Nature.
La OMS cuenta con un plan de investigación y desarrollo focalizado en las enfermedades infecciosas emergentes. Un listado en el que aparecen el ébola, la enfermedad por el virus de Marburgo, la fiebre hemorrágica Crimea-Congo, la fiebre de Lassa y Nipah. Este plan sitúa como prioridad la investigación en el diagnóstico, tratamientos y vacunas frente a estas enfermedades con potencial pandémico.
Es importante señalar que en esta lista también aparece la denominada como “Enfermedad X”. Una enfermedad desconocida sobre la que la humanidad todavía no ha tenido constancia y que provocará una pandemia. Apenas un año después de la elaboración de este plan por parte de la OMS surgía el SARS-CoV-2. Un golpe de realidad que debería reforzar los esfuerzos políticos y económicos para aumentar la investigación sobre las enfermedades infecciosas ya que no sabemos cuándo tendremos que bautizar de nuevo a la “Enfermedad X”.