Unas 249 millones de personas en el mundo padecen malaria, según datos de 2022. Una cifra que deja patente que los casos siguen subiendo cada año, en 2019 había 233 millones de afectados, pese a las medidas que se están tomando para enfrentarlo. Una realidad que, según el informe anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS), responde en parte a una razón: el cambio climático.
El cambio climático es uno de los principales retos del siglo XXI por su efecto en diversos ámbitos, incluso en la salud. Según recoge el organismo perteneciente a Naciones Unidas, se estima que de 2030 a 2050 unas 250 mil personas morirán por su causa con patologías como la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico, al mismo tiempo que su impacto repercute en patologías emergentes y el empeoramiento de pacientes crónicos.
Atendiendo a estos datos, el paludismo o malaria es uno de los principales problemas de salud en los que impacta el cambio climático, con un incremento de los casos debido a la ampliación del hábitat del vector que lo trasmite, el mosquito Anopheles. “El clima cambiante plantea un riesgo sustancial para el progreso contra la malaria, particularmente en las regiones vulnerables”, señala el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS.
Se estima “que la variabilidad climática tenga efectos indirectos en las tendencias de la malaria a través, por ejemplo, de un acceso reducido a servicios esenciales contra la malaria"
Como indica el nuevo informe de la OMS, en los últimos años debido tanto a los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor y las inundaciones, los cambios de temperatura, humedad y precipitación, se han sumado 16 millones casos en tres años. Una tendencia que desde el organismo esperan que aumente. Se estima “que la variabilidad climática tenga efectos indirectos en las tendencias de la malaria a través, por ejemplo, de un acceso reducido a servicios esenciales contra la malaria y de interrupciones en la cadena de suministro de mosquiteros, medicamentos y vacunas tratados con insecticidas”.
En 2022, con las inundaciones extremas en países como Pakistán han llevado a aumentos significativos de casos. Solo en el país asiático se experimentó el mayor incremento, con alrededor de 2,6 millones de casos en 2022, frente a 500.000 en 2021. Esta situación, señala las autoridades sanitarias mundiales, evidencia que el progreso hacia los hitos de la estrategia global contra la malaria para 2025 “está desviado por un amplio margen”.
RESPUESTA MUNDIAL: LA VACUNACIÓN
En este contexto, el paludismo se ha incrementado en los últimos años debido a diversos factores: las perturbaciones causadas por la Covui-19, la resistencia a los medicamentos y a los insecticidas, las crisis humanitarias, las limitaciones de recursos, los impactos del cambio climático citados y los retrasos en la implementación de programas, especialmente en países con una alta carga de la enfermedad.
Es por ello que “ahora más que nunca se necesitan respuestas sostenibles y resilientes a la malaria, junto con acciones urgentes para frenar el ritmo del calentamiento global y reducir sus efectos”, recoge el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus. "Para avanzar hacia un futuro libre de malaria, necesitamos un esfuerzo concertado para abordar estas diversas amenazas que fomente la innovación, la movilización de recursos y las estrategias de colaboración", añade la Dra. Matshidiso Moeti, directora regional de la OMS para África.
Dra. Moeti: "Para avanzar hacia un futuro libre de malaria, necesitamos un esfuerzo concertado para abordar estas diversas amenazas que fomente la innovación, la movilización de recursos y las estrategias de colaboración"
En los últimos tiempos se han hecho diferentes progresos en el control del vector, la prevención química en las embarazadas o las vacunas. En esto último se ha conseguido un primer gran avance: la implementación de la primera vacuna contra la malaria, la RTS,S/AS01, en tres países africanos. Esta vacuna ha demostrado una reducción sustancial de la malaria grave y una caída del 13% en las muertes en la primera infancia. Además, recientemente, en octubre de 2023, la OMS recomendó la vacuna R21/Matriz-M para la prevención de esta patología. Esta sustancia ha demostrado alta eficacia cuando se administra antes de la temporada de alta transmisión, buena eficacia en el esquema basado en la edad, alto impacto en la salud pública, rentabilidad, similitud con la vacuna ya aprobada y seguridad para las personas.
“Como investigador de la malaria, solía soñar con el día en que tuviéramos una vacuna segura y eficaz contra esta. Ahora tenemos dos”, indicó en el momento de la recomendación el director general de la organización mundial. Con todo, se necesita más, “un giro sustancial”, recoge la OMS, con estrategias de registro de casos o inversión en nuevas herramientas como nuevos fármacos antipalúdicos.
En definitiva, “mayores recursos, un compromiso político fortalecido, estrategias basadas en datos y herramientas innovadoras” con los que se podrá alcanzar, indican los expertos, la reducción de las tasas mundiales de incidencia y mortalidad de la malaria en al menos un 90% para 2030, la meta establecida por Naciones Unidas.