Antes de que el SARS-CoV-2 cambiase nuestra forma de vida y la forma en la que vemos las enfermedades infecciosas, el continente africano ya hacía frente a constantes epidemias provocadas por múltiples enfermedades cuya virulencia estaba (y está) marcada por la escasez de recursos humanos, materiales y económicos. El ébola, la malaria o el VIH, entre otros, han provocado importantes crisis humanitarias que desde hace años se han saldado con la vida de millones de personas.
De acuerdo con los últimos datos publicados por el programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) en 2021 se diagnosticaron 1,5 millones de nuevas infecciones por VIH. Una cifra que supera de forma alarmante el objetivo marcado de 500.000 casos para el año 2020. Entre los años 2020 y 2021 el organismo únicamente ha identificado un 3,6% menos de casos, lo que representa el menor descenso anual desde 2016. Preocupa que la situación de los países del África subsahariana, especialmente para las mujeres donde el riesgo de infección es hasta tres veces mayor que para los hombres.
“Estos datos muestran que la respuesta mundial al sida peligra seriamente. El hecho de no estar progresando rápidamente significa que estamos perdiendo terreno, ya que la pandemia prospera aprovechándose de la Covid-19, los desplazamientos masivos y otras crisis. Tengamos siempre presentes los millones de muertes evitables que estamos intentando detener”, ha advertido la directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima.
La pandemia provocada por la Covid-19 ha supuesto un duro golpe para la consecución de los objetivos globales fijados para luchar contra el VIH/sida. Más allá del coronavirus los factores que se erigen como obstáculos son múltiples y, entre estos, podrían estar contribuyendo de forma significativa los cambios que se están produciendo en los patrones climáticos.
“Los cambios continuos en los patrones climáticos exacerbarán los riesgos para la salud actuales y crearán nuevos. La planificación proactiva y oportuna del sistema de salud y la atención médica puede reducir, pero no eliminar, muchos riesgos”
Un reciente estudio realizado por investigadores del Departamento de Salud Global de la Universidad de Washington (Estados Unidos) ha desarrollado un análisis transversal de los datos derivados de las encuestas nacionales de salud y los datos sobre precipitaciones anuales en 21 países del África subsahariana durante un periodo de 12 años. El trabajo ha hallado una relación entre las fuertes lluvias y el aumento de la probabilidad de contraer VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS). El estudio ha contado con la participación de casi 290.000 personas con edades comprendidas entre los 15 y los 59 años. Cabe destacar que la probabilidad de contraer VIH o una ITS era más alta en las mujeres y en los residentes de zonas rurales.
Los autores de la investigación inciden en que los aumentos tanto en frecuencia como en intensidad de las inundaciones y otros fenómenos climatológicos extremos derivados del cambio climático, aumentan la necesidad urgente de comprender las asociaciones que existen entre las variaciones en los patrones climáticos y los resultados de salud en las poblaciones.
El aumento de la evidencia sobre la asociación entre los cambios en los patrones climáticos y los resultados de salud es fundamental a la hora de identificar nuevos riesgos potenciales. Esta información es útil a la hora de generar hipótesis que puedan proporcionar datos adicionales para el fortalecimiento de los sistemas de salud a nivel nacional y local. “Si estos resultados se verifican a escalas temporales y espaciales relevantes para la toma de decisiones, puede ser útil incorporar los riesgos de las inundaciones en los programas de salud diseñados para reducir los riesgos de VIH e ITS”, explican los autores.
En este sentido expresan que la inclusión de la información sobre el VIH y las ITS en los planes de adaptación al cambio climático y la salud garantizaría el establecimiento y consecución de unos objetivos en los que la salud y el clima vayan de la mano. Un camino en el que será fundamental implementar intervenciones que aborden las desigualdades existentes entre sexos y las zonas rurales y urbanas.
“Los cambios continuos en los patrones climáticos exacerbarán los riesgos para la salud actuales y crearán nuevos. La planificación proactiva y oportuna del sistema de salud y la atención médica puede reducir, pero no eliminar, muchos riesgos”, enfatizan los responsables de este trabajo. “Fortalecer los sistemas de salud para que sean resilientes al clima y ambientalmente sostenibles será fundamental en la preparación para un futuro que será muy diferente al actual”, concluyen.