Las enfermedades de transmisión vectorial (provocadas por organismos vivos que pueden transmitir patógenos infecciosos entre personas o de animales a personas) representan más del 17% de todas las enfermedades infecciosas y, cada año, causan en todo el mundo más de 700.000 muertes. La mayor carga de las enfermedades de transmisión vectorial afecta de forma desproporcionada a los países más pobres, especialmente a los ubicados en las zonas tropicales y subtropicales. La distribución de las enfermedades de transmisión vectorial se encuentra determinada por un complejo conjunto de factores demográficos, sociales y relacionados con el medio ambiente que, en los últimos, están experimentado cambios.
En las últimas décadas se han observado continuas alteraciones biológicas, en los ciclos vitales y en la distribución geográfica de los vectores (mosquitos o artrópodos, por ejemplo) implicados en la transmisión de las enfermedades vectoriales. Unos cambios motivados por el aumento de las temperaturas derivado del cambio climático que favorece la expansión de estos vectores a nuevas regiones.
La fotografía que observamos ha llevado a los países europeos a implementar cada vez un mayor número de estrategias e intervenciones que tienen como objetivo disminuir la carga en términos de salud pública y veterinaria del aumento tanto de las enfermedades como del riesgo e las enfermedades vectoriales en la Unión Europea (UE) y el Espacio Económico Europeo (EEE).
En muchos casos el control de vectores ese esencial para prevenir y controlar la transmisión de patógenos y enfermedades, ya que a menudo no se dispone de medicamentos profilácticos y/o vacunas. Aunque se cuenta con un amplio abanico de medidas destinadas a cumplir con este control, lo cierto es que la gran mayoría de las acciones que se llevan a cabo se fundamentan en el uso de biocidas. El problema es que el uso continuado y excesivo de estos productos químicos genera resistencias en las poblaciones vectoriales objetivo, lo que socava su eficacia así como los esfuerzos de control.
En este sentido ponemos el foco en un reciente informe publicado por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés). Se trata de una revisión de la literatura disponible que abarca el periodo comprendido entre los años 2000 y 2021. Un análisis de los estudios basados en la evaluación de la resistencia a los biocidas utilizados para el control de poblaciones de varios tipos de vectores como son los mosquitos, flebótomos y garrapatas (principalmente, aunque algunos estudios incluyen especies adicionales) en la UE y varios países vecinos seleccionados. Los datos se han obtenido a través de la Red Entomológica VectorNet.
Las predicciones basadas en estos resultados “son prematuras, pero la resistencia a los biocidas está surgiendo y es probable que obstaculice los esfuerzos actuales y futuros de control de vectores”
Los responsables de este trabajo han constatado que los estudios de evaluación de la resistencia a los biocidas se han realizado principalmente en los países de la región mediterránea, con especial foco sobre ciertas especies de mosquitos como Culex pipiens y Aedes albopictus. Se ha observado resistencia en otras especies de Aedes y Anopheles y en dos especies de garrapatas, aunque en el caso de este último vector se han realizado menos estudios.
La evaluación ha hallado resistencia en múltiples especies y regiones para varios tipos de biocidas. Entre las conclusiones más destacadas vemos que Culex pipiens y Aedes albopictus eran resistentes a los biocidas de las clases de piretroides (insecticidas que se emplean a menudo en los hogares en formato aerosol para matar o repeler insectos), organofosforados (uno de los pesticidas más empleados), organoclorados (estos plaguicidas son sustancias químicas derivadas de los hidrocarburos clorados muy utilizados en el ámbito agrícola) y carbamatos (insecticidas con un amplio uso doméstico, jardinería y agrícola).
“Se ha encontrado una gran cantidad de datos a través de la búsqueda bibliográfica. Sin embargo, la totalidad de los estudios no proporciona una buena percepción del estado de la resistencia a los biocidas en Europa debido al hecho de que los estudios están muy fragmentados en el tiempo y el espacio y los resultados no siempre se informan de acuerdo con criterios predefinidos”, exponen los autores como una de las grandes limitaciones de su trabajo.
Las predicciones basadas en estos resultados “son prematuras, pero la resistencia a los biocidas está surgiendo y es probable que obstaculice los esfuerzos actuales y futuros de control de vectores”, advierten. “Recomendamos más investigación, utilizando métodos consistentes y estandarizados, para monitorear la propagación y el desarrollo de resistencia en las especies de vectores”.
Dado que se espera que la resistencia a los biocidas de los vectores continúe aumentando y se reduzca la eficacia de las medidas de control, “debe monitorizarse aún más utilizando métodos como los bioensayos de la Organización Mundial de la Salud”. Los expertos del ECDC exponen que se necesita una mayor investigación sobre la resistencia a los biocidas en Europa y una revisión sobre su manejo de acuerdo a la legislación vigente.
Razones por las que abogan por el uso de pruebas estándar y la notificación de resultados de estudios realizados a nivel UE/EEE y proporcionar así una base que permita la comparación entre regiones, países y vectores. “Además, los datos sobre el uso de insecticidas en el control de vectores, la agricultura, la industria y los hogares podrían dar una idea de la presión a la que se somete la utilización de biocidas”.
En la UE se dispone de un reducido número de sustancias activas para el control de vectores. Aunque limitadas, se cuenta con varias opciones que podrían alternarse en diferentes clases de biocidas en función de las necesidades y situación de la resistencia en cada región.