Más del 85% de los niños con enfermedades crónicas alcanzará la etapa adulta, un proceso que en este caso conlleva mayores comorbilidades asociadas, tanto en el ámbito de su salud física y desarrollo natural (retraso del crecimiento y pubertad, osteoporosis…), como del psicosocial (retraso en las capacidades psicosociales o trastornos del estado de ánimo, entre otras) y del terapéutico (efectos adversos de los tratamientos que siga, etc).
Así, frente al cambio brusco de la consulta pediátrica a la de adultos, que se produce en el niño sano al cumplir los 14 años desde Atención Primaria, cuando se trata de un menor con enfermedad compleja y/o crónica (asma, diabetes, epilepsia, enfermedad intestinal inflamatoria…) debemos ser más progresivos, realizar una transición.
Ésta puede suponer un deterioro en la salud del paciente por un menor o peor control del proceso o una falta de adaptación del mismo a la nueva situación. En este sentido, las principales consecuencias no deseables de una mala transición son una menor adherencia al tratamiento y seguimiento, un mayor riesgo de hospitalización y un declive en la calidad de la atención a pacientes con una discapacidad física.
La mala transición puede tener consecuencias no deseables, como una menor adherencia al tratamiento y un mayor riesgo de hospitalización
El doctor Enrique de la Orden, jefe de la Unidad de Gastroenterología Infantil del Servicio de Pediatría del Hospital Universitario Infanta Elena, ha explicado que el centro está dando un nuevo paso por la innovación y humanización de la asistencia sanitaria al implantar el proyecto de transición del modelo de cuidados pediátricos al modelo de adultos.
Una iniciativa que el doctor define como el “paso planificado de los adolescentes o adultos jóvenes con enfermedades crónicas, de un sistema de atención pediátrico a uno de adultos”, con el fin de “asegurar el cuidado médico de alta calidad, propiciado para cada etapa del desarrollo y su continuación de forma ininterrumpida mientras el paciente va transitando desde la adolescencia hasta la etapa adulta, también desde el punto de vista de su percepción por parte de éste”.
A juicio del especialista, alcanzar con éxito este objetivo depende de la experiencia de recibir el cuidado sanitario de distintos servicios, de que este sea “coherente, parejo y coordinado y se realice de forma integrada”. Es más, “una correcta transición, un acompañamiento en este proceso y una actitud responsable y proactiva del paciente y su familia ayudan a mejorar sus cuidados en la edad adulta, e incluso a reducir la morbi-mortalidad en esta etapa”.