El virus del papiloma humano (VPH) es una de las infecciones de trasmisión sexual más frecuente. Según el Comité de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, se considera que cerca del 80% de las mujeres se habrán infectado por, al menos, un tipo de VPH a lo largo de su vida. Estudios epidemiológicos realizados en Europa en mujeres con citología normal, detectan una prevalencia media de infección por VPH del 8,2%, teniendo una prevalencia mayor en las mujeres jóvenes, y a los 25 años de edad se sitúa sobre el 25%. Más allá de los 30 años, la tasa de infección se reduce a un 5-10% y vuelve a elevarse a partir de los 40-45 años.
En cuanto a los hombres, la prevalencia de infección es más elevada que en las mujeres, con una tasa media estimada del 65% entre los 18 y 70 años, y se mantiene estable a lo largo de la vida. Esto se debe a que en el varón, la infección persiste durante más tiempo en la mucosa.
Es muy fácil hablar de cuántas personas han tenido o tendrán esta enfermedad. Sin embargo, es muy complicado ponerles cara. Aun se sigue considerando una enfermedad tabú al contagiarse a través de transmisión sexual. “La gente no te mira igual si dices que te has contagiado por Covid-19 a que tienes el VPH”, cuenta a Consalud.es, Silvia, una joven que trabaja para normalizar esta enfermedad a través de las redes sociales.
"Desde el diagnóstico, yo sé que todo lo adquirido ha sido más positivo, pero es una lástima que lo haya tenido que ver a raíz del papiloma"
“Recibí el diagnóstico a los 25 años cuando acudía a una citología rutinaria. Lo principal que sentí fue desconocimiento y culpabilidad, porque no sabía que era el papiloma y se suponía que debía saberlo. Me sentía muy irresponsable porque además mi culpa venía porque pensaba que me había contagiado porque había hecho algo mal. Me sentí muy sola porque al principio yo no conocía esta enfermedad y pensaba que era la única a la que le había pasado esto y con el tiempo me di cuenta que había muchísima gente con el VPH, pero nadie hablaba de ello. Además, los profesionales tampoco me dieron un asesoramiento en el que yo me sintiera comprendida”.
En su momento, la cabeza de Silvia no paraba de pensar en cómo podría haberse contagiado, en qué momento… Pero, consiguió darle la vuelta al asunto, porque sabía que para su salud mental era lo mejor que podría hacer. “Estaba perdiendo el tiempo en indagar y comprender quién me había transmitido el virus. Pero al final he sabido ver las cosas buenas que me ha aportado este virus. Desde el diagnóstico, yo sé que todo lo adquirido ha sido más positivo, pero es una lástima que lo haya tenido que ver a raíz del papiloma. Sin embargo, si no me hubiera pasado esto, no me hubiese dado cuenta de ciertas cosas”, relata.
Lo cierto, es que de toda esta historia, lo que más le dolió fue no tener a alguien que la aconsejara y le enseñara que tener papiloma, no significaba tener cáncer. “Yo lo pasé bastante mal. Me dieron el diagnóstico, me explicaron lo básico y luego me fui a mi casa. Hasta los seis meses no volví a tener otro contacto con mi ginecóloga. Intenté buscar en Google una explicación de manera más profunda y me encontré con información que más lejos de calmarme, lo que hacía era aumentar mi ansiedad. Todo ese tiempo que esperé a volver a ver a mi ginecóloga, empecé a tener en bucle ciertos pensamientos que me hicieron sentirme muy mal y realmente estuve los primeros meses deprimida”, sigue explicando.
Hasta tal punto, que Silvia no salía de su cama y se pasaba el día llorando. Pero, llego a un punto, en el que se dio cuenta. "El papiloma iba a acabar conmigo y tenía que ponerle remedio de alguna manera, porque era incapaz de salir de esa espiral”. Para resolverlo, pidió ayuda a una psicóloga porque si dio cuenta que ella sola no podía. Ahora se siente una mujer “orgullosa” de haber hecho un cambio radical en su vida. Sobre todo, “de haberme cambiado a mí misma, mis hábitos de vida, cuidar mucho mi salud mental”.
“Me he dado cuenta que hay que tener espacio para una misma y hacer cosas que te distraigan, que te gusten, te hagan sentir bien y no estar siempre metida en el ajetreo que el papiloma conlleva”. A este orgullo, se suma el trabajo propio que hace ella misma en sus redes sociales con la intención de dar visibilidad a esta enfermedad. “Abrir un perfil en Instagram ha sido una forma de ayudarme a mi ya muchas otras personas. Me ayudan muchas chicas cuando me cuentan sus testimonios y yo a ellas les ofrezco mi comprensión. Hemos construido un vínculo en el que nos ayudamos mutuamente”.
“Yo nunca he visto el papiloma como algo que haya que esconder. Yo lo he transmitido con naturalidad y me he dado cuenta que sigue siendo tabú porque bastantes personas me han hecho comentarios que han hecho sentirme realmente mal y me han hecho ver que este virus está mal visto. Sientes que te juzgan y muchas de mis usuarias me cuentan que tienen un nivel de ansiedad muy elevado porque ni si quiera pueden contárselo a sus familias. Te das cuenta que el VPH es un virus en el que hay muchísima información en Internet, pero a la vez no se habla de él a pesar de lo común que es. Con mi cuenta de Instagram quiero mostrar que es algo que podemos tener muchas personas y podemos tener una vida normal”, termina contando.