Las redes sociales se erigen como elementos omnipresentes en nuestras vidas. Estas plataformas se han convertido en nuestros referentes inmediatos a la hora de informarnos, entretenernos y comunicarnos. El inicio en las redes sociales se produce cada vez a edades más tempranas lo que tiene un claro impacto en el desarrollo de los niños y jóvenes, que no es igual en todas las etapas.
En apenas una década las redes sociales han modificado nuestros hábitos y comportamientos, no solo en la forma en la que nos relacionamos con el mundo sino cómo queremos que el mundo nos perciba y conciba una imagen de nosotros mismos. Esto ha generado una preocupación generalizada sobre posibles consecuencias negativas no solo a nivel individual, sino también como sociedad. Sin embargo, tras años de investigaciones, todavía no contamos con conclusiones certeras sobre cómo el uso de las redes sociales en las etapas finales de la niñez y el inicio de la adolescencia puede afectar al bienestar de nuestros niños y jóvenes.
En este sentido un equipo de científicos, entre los que se incluyen psicólogos y neurocientíficos, pertenecientes a las universidades de Cambridge, Oxford y el Donders Institute for Brain, Cognition and Behaviour, han analizado los datos de 84.000 británicos con edades comprendidas entre los 10 y los 80 años. Entre la información analizada el foco de la investigación se centra especialmente en los datos longitudinales (datos que rastrean a las personas durante un periodo de tiempo) de 17.000 jóvenes de entre 10 y 21 años. Los resultados de la investigación han sido publicados en Nature Communications.
Los responsables de este trabajo han buscado una conexión entre el uso estimado de las redes sociales y la satisfacción con la vida informada. De esta forma han hallado periodos clave de la adolescencia en los que el uso de estas plataformas se asocia con una disminución de la satisfacción con la vida hasta 12 meses después. En el lado opuesto, los investigadores han encontrado que los adolescentes que tienen una satisfacción con la vida inferior al promedio utilizan más redes sociales.
Las diferencias sugieren que la sensibilidad al uso de las redes sociales podría estar relacionada con cambios en el desarrollo, posiblemente con los cambios que se producen en la estructura del cerebro o con la pubertad, que ocurre más tarde en los niños que en las niñas
Profundizando en los resultados vemos que, en el caso de las niñas, el uso de las redes sociales entre los 11 y los 13 años se asoció con una disminución de la satisfacción con la vida un año después. En el caso de los niños sucede los mismo entre aquellos que tienen edades entre 14 y 15 años. Las diferencias sugieren que la sensibilidad al uso de las redes sociales podría estar relacionada con cambios en el desarrollo, posiblemente con los cambios que se producen en la estructura del cerebro o con la pubertad, que ocurre más tarde en los niños que en las niñas. Un aspecto sobre el que los investigadores destacan que necesitan realizar más estudios.
Tanto en hombres como en mujeres, el uso de redes sociales a los 19 años de edad se asoció con una nueva reducción de la satisfacción con la vida un año después. En este sentido los autores del estudio sugieren que los cambios que se suelen producir en nuestras vidas como dejar el hogar o el inicio de la vida laboral pueden hacernos particularmente vulnerables. De nuevo, indican que se necesitan más investigaciones que ahonden en este aspecto.
“El vínculo entre el uso de las redes sociales y el bienestar mental es muy complejo. Los cambios dentro de nuestros cuerpos, como el desarrollo del cerebro y la pubertad, y en nuestras circunstancias sociales parecen hacernos vulnerables en momentos particulares de nuestra vida”, expone la doctora Amy Orben, líder del grupo de investigadores en la Unidad de Ciencias del Cerebro y Cognición en la Universidad de Cambridge.
“No es posible identificar los procesos precisos que subyacen a esta vulnerabilidad. La adolescencia es una época de cambios cognitivos, biológicos y sociales, todos los cuales están entrelazados lo que dificulta separar un factor de otro. Por ejemplo, aún no está claro qué podría deberse a cambios en el desarrollo de las hormonas o el cerebro y qué podría deberse a cómo un individuo interactúa con sus compañeros”, señala Sarah-Jayne Blakemore, profesora de Psicología y Neurociencia Cognitiva en Cambridge y coautora del estudio.
“El vínculo entre el uso de las redes sociales y el bienestar mental es muy complejo. Los cambios dentro de nuestros cuerpos, como el desarrollo del cerebro y la pubertad, y en nuestras circunstancias sociales parecen hacernos vulnerables en momentos particulares de nuestra vida”
“Con nuestros hallazgos, en lugar de debatir si existe o no vínculo, ahora podemos centrarnos en los periodos de nuestra adolescencia en los que sabemos que podríamos estar en mayor riesgo y usar esto como un trampolín para explorar algunas de las cuestiones más interesantes”, añade la doctora Orben.
Los autores de la investigación destacan que esta no solo confirma que el uso de las redes sociales puede afectar de forma negativa a nuestro bienestar, sino que inciden en que también podemos utilizar más estas plataformas como consecuencia de un grado de satisfacción bajo con nuestras vidas. Los responsables del estudio inciden en que si bien sus hallazgos muestran que existe un vínculo entre el uso de las redes sociales y un menor bienestar, aún no es posible predecir qué individuos corren un mayor riesgo.
“Nuestro modelo estadístico examina los promedios. Esto significa que no todos los jóvenes experimentarán un impacto negativo en su bienestar por el uso de las redes sociales. Para algunos, a menudo tendrán un impacto positivo. Algunos pueden usar las redes sociales para conectarse con sus amigos o para hacer frente a un determinado problema o porque no tienen a nadie con quien hablar sobre un problema en particular o sobre cómo se sienten. Para estas personas, las redes sociales pueden brindar un apoyo muy valioso”, argumenta Rogier Kievit, profesor de Neurociencia del Desarrollo en el Instituto Donders para el Cerebro, la Cognición y el Comportamiento.
“Para identificar qué individuos podrían verse influenciados por las redes sociales, se necesita más investigación que combine datos conductuales objetivos con mediciones biológicas y cognitivas del desarrollo. Por lo tanto, hacemos un llamamiento a las empresas de redes sociales y otras plataformas online para que hagan más por compartir sus datos con científicos independientes y, si no están dispuestos, para que los gobiernos demuestren que se toman en serio la lucha contra los daños que produce internet mediante la introducción de leyes que obliguen a estas empresas a ser más abiertas”, concluye Andrew Przybylski, director de investigación del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford.