Los últimos datos hechos públicos por la ONU informan de un total de 136 civiles fallecidos, entre ellos 13 niños, como consecuencia de la invasión de Rusia a Ucrania. La guerra ha provocado en las últimas 24 horas el éxodo de más de 150.000 ucranianos. La cifra supera ya los 677.000 desde el inicio de la guerra.
Las consecuencias de las guerras pueden dividirse en dos grupos. Uno en el que se aglutinan los efectos inmediatos y visibles del conflicto, y otro en el que se engloban los problemas derivados de este que pueden manifestar mucho tiempo después y que cambian la vida de todos aquellos a los que afecta para siempre.
Los impactos de la guerra en la salud no se limitan a los enfrentamientos. Julian Sheather, asesor especialista en Ética y Derechos Humanos expone en The British Medical Journal, que “las estimaciones brutas sugieren que, por cada persona muerte directamente por la guerra, nueve morirán de forma indirecta, aunque dependerá mucho de la naturaleza del conflicto y las condiciones en las que este se desarrolle”.
El experto señala que, aunque Ucrania lograse salvar de los ataques directos sus infraestructuras y sistema de salud, el impacto en términos de salud pública y atención sanitaria “será abrumador”, especialmente si la guerra continúa y afecta a un número mayor de áreas urbanas.
Partimos de un punto en el que la infraestructura civil es débil frente a los conflictos modernos. Estamos siendo testigos minuto a minuto de cómo la capital de Ucrania, Kiev, así como las principales ciudades del país están siendo sitiadas lo que no solo dificulta el mantenimiento de la asistencia sanitaria sino además la llegada de medicamentos y bienes médicos. Se suma la falta de acceso en muchas ocasiones a agua potable e infraestructuras de saneamiento adecuadas. El caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de enfermedades infecciosas que corren como la pólvora en escenarios víctimas de conflictos bélicos.
“La OMS está profundamente preocupada por la salud del pueblo de Ucrania. El sistema de salud debe continuar funcionando para brindar atención esencia a todas las personas con problemas de salud, desde la Covid-19 al cáncer, la tuberculosis o la diabetes, pasando por los problemas de salud mental”
No podemos olvidar que Europa, al igual que el resto del mundo, continúa sumida en una pandemia. La variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica) ha demostrado en la última semana su alta transmisibilidad. En un escenario en el que decenas de miles de personas abandonan su país hacia las naciones vecinas de nada sirven pasaportes Covid. El conflicto se produce además en un momento en el que el invierno azota el este del viejo continente favoreciendo la expansión de virus respiratorios como la influenza. Un peligroso binomio que se desarrolla en un escenario de bajas coberturas vacunales frente al SARS-CoV-2 que podrían complicar la situación en estas regiones.
Todos estamos siendo testigos de cómo aquellos que no han podido o querido abandonar Kiev se hacinan en las noches de asedio ruso en las infraestructuras subterráneas del metro. Un escenario en el que se dan todas las circunstancias expuestas para la aparición de enfermedades infecciosas.
El 5 de enero del presente año el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Ucrania acogía con satisfacción la adopción de un plan nacional cuyo objetivo fundamental era el de detener el reciente brote de poliomielitis surgido en el país. Ucrania reporta unas bajas tasas de inmunización de rutina lo que ha favorecido la aparición de algunos casos en 2021. La poliomielitis es una enfermedad debilitante que puede causar parálisis de por vida e incluso la muerte. Las últimas cifras conocidas sobre la enfermedad en Ucrania informaban de un caso de parálisis y 19 niños diagnosticados, lo que elevaba la enfermedad a una seria amenaza para la salud infantil en Ucrania.
La invasión de Rusia a Ucrania no solo ha provocado una huella traumática a los que la están viviendo en primera persona. La guerra marcará a generaciones futuras afectando a múltiples aspectos de sus vidas entre los que se incluye, por supuesto, la salud
UNICEF realizaba un llamamiento a los padres de toda Ucrania para que vacunasen a sus hijos, ya que la vacunación es la única forma de proteger a los niños ante este brote. Ahora, la guerra ha detenido el desarrollo de este plan nacional prácticamente antes de comenzase a desarrollarse. Un duro golpe a la inmunización de rutina que ya se había visto afectada como consecuencia de los dos años de pandemia que llevamos vividos y cuyas consecuencias serán nefastas.
“La Organización Mundial de la Salud está profundamente preocupada por la salud del pueblo de Ucrania. El sistema de salud debe continuar funcionando para brindar atención esencia a todas las personas con problemas de salud, desde la Covid-19 al cáncer, la tuberculosis o la diabetes, pasando por los problemas de salud mental. Especialmente en los grupos más vulnerables”, denunciaba el pasado 24 de febrero el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“Los efectos de la guerra en la salud pueden extenderse mucho más allá de las fronteras de los países involucrados. Las personas que abandonan las zonas de guerra se llevan su trauma consigo. Sufren terriblemente en las rutas migratorias hacia las partes más estables del mundo. Son presas de una amplia variedad de enfermedades infecciosas y luchan por encontrar alimentos nutritivos y viviendas que puedan mantener su salud”, declara el experto en la referida cabecera.
Nos encontramos tan solo en los albores de una guerra cuyas consecuencias son bastante inciertas. De lo que no podemos dudar es que la salud y el bienestar de los ucranianos son la primera víctima no solo inmediata, sino que lo será durante mucho tiempo después de que el conflicto bélico acabe. La invasión de Rusia a Ucrania no solo ha provocado una huella traumática a los que la están viviendo en primera persona. La guerra marcará a generaciones futuras afectando a múltiples aspectos de sus vidas entre los que se incluye, por supuesto, la salud.