La prevención es especialmente relevante cuando hablamos de los adultos mayores. El motivo reside en el declive que experimenta nuestro sistema inmunológico con el paso de los años. Un proceso que la ciencia ha definido como “inmunosenescencia”. A pesar de que cada vez somos más plenamente conscientes de la fotografía que observamos ante unas tendencias demográficas que reflejan el progresivo envejecimiento de la población, todavía nos enfrentamos a bajos niveles de concienciación sobre la necesidad de vacunación en todas las etapas de la vida.
Este hecho, sumado a la falta de conocimiento sobre los beneficios de la vacunación en la edad adulta, se traduce en un escenario en el que las coberturas vacunales son bajas. Situación que tiene un impacto perjudicial tanto a nivel individual como social en términos de muertes, discapacidad, hospitalizaciones, económicos y pérdidas de productividad. Enfermedades como la gripe, la tosferina, el neumococo o el herpes zóster son prevenibles mediante vacunación y conseguir la inmunización de los adultos mayores frente a estas es fundamental.
En este sentido ponemos el foco en el herpes zóster. En nuestro país, más del 90% de las personas adultas han sufrido infección por VVZ (virus de la varicela zóster) y, por lo tanto, pueden desarrollar herpes zóster. El riesgo de desarrollar herpes zóster se incrementa conforme cumplimos años y alcanza el 30-50% en los mayores de 85 años de edad. Las personas inmunodeprimidas presentan un riesgo todavía mayor de desarrollar herpes zóster.
España puede presumir de unas elevadas tasas de vacunación pediátricas, pero la vacunación en la edad adulta continúa siendo una de las asignaturas pendientes
Aunque nos encontramos ante una enfermedad que tiene una baja tasa de mortalidad, supone una importante carga para la sociedad. Por un lado, los gastos directos ocasionados por la enfermedad derivan principalmente de la asistencia sanitaria (Atención Primaria, consultas especializadas, ingresos hospitalarios) y las prescripciones farmacológicas. Los costes indirectos están fundamentalmente relacionados con la pérdida de productividad en los pacientes más jóvenes y de los cuidadores en el caso de los pacientes más mayores.
De acuerdo con el estudio “Carga económica directa de enfermedades prevenibles por vacunación en el adulto mayor en España”, (desarrollado por GSK) cuatro enfermedades prevenibles por vacunación (neumococo, gripe, herpes zóster y tosferina) supusieron para el Sistema Nacional de Salud costes en consultas de Atención Primaria y hospitalizaciones más de 134 millones de euros en 2015. Sobre este preocupante dato cabe destacar que se trata de la estimación mínima ya que no se han tenido en cuenta otros costes asociados a estas enfermedades como la medicación, las pruebas diagnósticas o las pérdidas de productividad entre otros.
Este trabajo revela que “el coste económico directo de estas enfermedades es muy elevado y su impacto podría minimizarse, en gran medida, implementando políticas vacunales adecuadas al contexto y características de la población”, expone el doctor Luis Ignacio Martínez Alcorta, vocal de la Asociación Española de Vacunología (AEV) y uno de los autores del estudio.
Las vacunas contribuyen a reducir la incidencia de las enfermedades prevenibles por vacunación y cuentan con un perfil riesgo/beneficio aceptado. Además, se erigen como un elemento de progreso de la salud pública
La mayor parte de este gasto corresponde a la enfermedad neumocócica, con el 44% del gasto total. El 40% se atribuye a la gripe y el 16% al herpes zóster. La tosferina representa únicamente el 0,1%, pero es necesario indicar que se trata de una enfermedad sobre la que se sabe que está infradiagnosticada.
El análisis muestra además el coste de la asistencia en el medio hospitalario y en los centros de salud, “siendo de casi 80 millones de euros para la atención hospitalaria, de unos 35 millones de euros para la Atención Primaria y de 21 millones para las interconsultas”, en palabras del doctor Ángel Gil de Miguel, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
Por todo ello, la investigación “concluye con la necesidad de incrementar las medidas sanitarias preventivas para reducir la carga económica directa de estas enfermedades, siendo la vacunación la herramienta más eficiente para ello”.
España puede presumir de unas elevadas tasas de vacunación pediátricas, pero la vacunación en la edad adulta continúa siendo una de las asignaturas pendientes. Las vacunas contribuyen a reducir la incidencia de las enfermedades prevenibles por vacunación y cuentan con un perfil riesgo/beneficio aceptado. Además, se erigen como un elemento de progreso de la salud pública, tal y como ha quedado demostrado con la pandemia provocada por el SARS-CoV-2.