Cuarenta millones de personas sufren un trastorno bipolar, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de un trastorno que provoca alteraciones del estado de ánimo repentinas y sin causas objetivas. Estos cambios pasan por, generalmente, alternancia entre episodios de estado emocional eufórico y depresión. Si no se trata, puede acarrear consecuencias muy graves.
"Resulta especialmente cruel porque afecta gravemente a la cordura y la capacidad de relacionarse socialmente, además de provocar trastornos del sueño e influir seriamente en la capacidad de pensar", afirma Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Además, existen distintos grados de trastorno bipolar. El trastorno bipolar genera al menos un episodio de euforia o maníaco que impide realizar una vida normal, alternado con varios episodios depresivos de cierta regularidad. El trastorno bipolar II presenta episodiosdepresivos más graves y algún episodiomaníaco esporádico. Finalmente, el trastorno ciclotímico se caracteriza por episodios hipomaniacos y depresivos menos duraderos e intensos, pero en un periodo de tiempo de entre uno y dos años.
Enric Soler: "El trastorno bipolar resulta especialmente cruel porque afecta gravemente a la cordura y la capacidad de relacionarse socialmente"
Con motivo del Día Mundial del Trastorno Bipolar, que tiene lugar el 30 de marzo, los expertos recuerdan que es una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo, y desmontan alguno de sus mitos.
Uno de los mitos más comunes es pensar que aquellos que a lo largo del día sufren cambios en su estado de ánimo padecen este trastorno, o que estos son los síntomas de las personas bipolares. "Cuando hablamos de un trastorno bipolar, estamos hablando de pasar de manía o hipomanía a depresión, estados que no son funcionales ni sanos porque el sufrimiento de la persona es muy elevado y las conductas de quienes los experimentan son disfuncionales. Además, el cambio entre estos episodios no se da en cuestión de horas ni es desencadenado por factores fácilmente identificables, como sí que puede suceder en el día a día de una persona sana que pasa de la alegría a la tristeza" , explica Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Otro mito se centra directamente en los episodios maniacos o hipomaniacos, que las personas suelen relacionar con estados de genialidad y positivismo. "Los síntomas maniacos consisten en un estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo, con ideas de omnipotencia e invulnerabilidad, que se manifiesta la mayor parte del día al menos durante una semana y que también puede ir acompañado de irritabilidad", explica Enric Soler.
Las personas tienden a creer que se trata de un trastorno de poca o baja gravedad. Sin embargo, se trata de una patología que puede llegar incluso a ser mortal. En los episodios maniacos o hipomaniacos, los pacientes experimentan un aumento de la autoestima, sentimientos de grandeza, disminución de la necesidad de dormir, verborrea, sensación de que los pensamientos van a gran velocidad, fuga de ideas, dificultades de concentración, hiperactividad dirigida a un objetivo (laboral, social, sexual, etc.), compras compulsivas y juergas desatadas que ponen en riesgo al propio sujeto o inversiones de dinero demasiado arriesgadas.
Se trata de un trastorno que, aunque permite mitigar sus síntomas, no tiene cura
Por otro lado, en los episodios depresivos, el estado de ánimo permanece deprimido durante la mayor parte del día, casi todos los días, con sentimientos de tristeza, vacío interior, incapacidad para sentir placer, pérdida de peso sin causa objetiva que lo justifique, pérdida del apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o retraso psicomotor observable por los demás, cansancio y sentimientos de inutilidad o de culpabilidad excesiva.
Finalmente, en contraposición a lo que las personas creen, se trata de un trastorno que, aunque permite mitigar sus síntomas, no tiene cura. El tratamiento consiste en dosis de psicofármacos estabilizadores del estado de ánimo, antipsicóticos y antidepresivos, combinados con psicoterapia.