A mediados de noviembre de 2022 la población mundial superaba el umbral de los 8.000 millones de personas. Las previsiones efectuadas por las Naciones Unidas señalan que podría alcanzarse la cifra de los 9.700 millones de personas en 2050 y acercarnos a los 10.400 millones de personas para mediados del año 2080. Aunque se muestran signos de cierta ralentización en el crecimiento demográfico, lo cierto es que han bastado 12 años para que la población mundial aumentase en 1.000 millones de personas.
Este fenómeno ha ido acompañado de una importante expansión de las áreas urbanas que ha tenido consecuencias perjudiciales en términos de sociales, económicos y medioambientales. Varios expertos han compartido en la revista PLOS Sustainability and Transformation un estudio sobre los puntos críticos y las tendencias mundiales del rápido aumento de la expansión de las zonas urbanas a nivel global desde el año 1990. Mediante la utilización de un método de medición globalmente consistente han hallado que la expansión urbana casi se ha duplicado entre los años 1990 y 2014 en todo el mundo, con un incremento de alrededor del cuatro por ciento anual.
Los principales hallazgos de este trabajo apuntan a que Europa exhibe la dinámica de expansión más rápida, siendo América del Norte y Oceanía los territorios que muestran los valores más altos en términos de expansión urbana per cápita. Los autores explican que la expansión urbana también ha registrado incrementos significativos en las regiones urbanizadas de rápido crecimiento, con especial atención a las regiones costeras de China, África occidental e India.
La investigación pone de relieve que la expansión urbana, particularmente aquella que se desarrolla sin control, se traduce en la pérdida de ecosistemas y hábitats, la reducción de la resiliencia de los ecosistemas, disminución de la población de vida silvestre e incluso la extinción de especies. Supone además un mayor consumo de recursos y energía y está relacionada con el consumo irrestricto de combustibles fósiles para dar respuesta a servicios como el transporte. Este somero resumen de los principales puntos que componen el estudio nos muestra una fotografía muy clara: “Dado que la expansión urbana resulta de un gran número de acciones individuales y sus efectos, que acumulativamente se suman y persisten en el futuro, es una cuestión de justicia intergeneracional”.
Los expertos instan a evitar la expansión de las áreas urbanas de baja densidad hacia espacios naturales para contribuir así a mantener los ecosistemas que una generación hereda y que transmite a las generaciones futuras. La expansión urbana sin un plan que tenga en cuenta su impacto en el medio ambiente supone importantes riesgos para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía en 2021 que cerca del 40% de los residentes en zonas urbanas no cuentan con acceso a servicios de saneamiento gestionados de forma segura, y muchos ni siquiera tienen acceso a agua potable.
La contaminación atmosférica y acústica es inherente a las zonas urbanas en las que el 91% de las personas que residen en ellas respiran aire contaminado. Los últimos cálculos revelan que la contaminación atmosférica es la responsable de 400.000 muertes prematuras en Europa cada año, mientras que la cifra en el caso de la contaminación acústica es de 12.000.
"Los altos niveles de expansión urbana en muchas regiones del planeta y los rápidos aumentos entre 1990 y 2014 dibujan un panorama preocupante de desarrollo insostenible"
La OMS informa de que las ciudades consumen más de dos tercios de la energía del planeta y son las responsables de más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La agencia de salud asevera que las poblaciones urbanas son muy vulnerables al cambio climático ya que todas las ciudades interiores pueden experimentar temperaturas entre tres y cinco grados más elevadas que las registradas en las zonas rurales como consecuencia del “efecto de islote térmico urbano”, generado en las grandes superficies con predominio de materiales como el hormigón y carentes de cubierta vegetal.
La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 nos ha recordado a todos la vulnerabilidad de la humanidad ante las enfermedades infecciosas. En este sentido la OMS prevé que la constante urbanización convertirá las ciudades en epicentros para la transmisión de enfermedades infecciosas, en particular de aquellas transmitidas por vectores que, en los últimos años, han ampliado sus zonas de actuación debido a las consecuencias del cambio climático y el calentamiento global.
El continente africano es el que está reportando un crecimiento demográfico más rápido. Las previsiones de la ONU indican que más de la mitad del crecimiento poblacional a nivel mundial hasta el año 2050 se producirá en África. Se espera que el África subsahariana doble su población para el referido año. En este sentido la OMS incide en que si bien la urbanización y el crecimiento demográfico pueden conllevar beneficios sanitarios y económicos, un desarrollo rápido y sin planificación provocará efectos muy negativos desde el punto de vista de la salud pública y el medio ambiente.
Retomando el estudio con el que iniciábamos estas líneas sus autores han identificado que el 30% de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) están afectados por altos niveles de expansión urbana descontrolada, y casi el 90% se han visto afectados por altos niveles de expansión urbana per cápita.
“Los altos niveles de expansión urbana en muchas regiones del planeta y los rápidos aumentos entre 1990 y 2014 dibujan un panorama preocupante de desarrollo insostenible. La fuerte asociación entre el desarrollo humano y la expansión urbana implica que un futuro más sostenible requerirá un mejor equilibrio entre la calidad de vida y los patrones de desarrollo urbano”, declaran los responsables de la investigación.
“De acuerdo con el crecimiento demográfico proyectado, las tendencias de urbanización y los aumentos masivos en la construcción de carreteras, la expansión urbana en muchas zonas del planeta continuará aumentando rápidamente y dará como resultado efectos negativos crecientes típicos de un desarrollo no sostenible, a menos que se realicen esfuerzos rigurosos para cambiar esta tendencia”, concluyen.