La depresión es el problema de salud más frecuente en el mundo y reconocida como la principal causa mundial de discapacidad. Hay unos 300 millones de pacientes diagnosticados. Solo en España, durante este año una de cada cuatro personas ha presentado síntomas relacionados con la depresión según un estudio realizado por Sonae Sierra y el Consejo General de la Psicología de España (COP).
Según recoge Civio habría cinco personas de cada 100 diagnosticadas con depresión en el país. “No tenemos datos, pero con la pandemia estimamos un aumento de casos en salud mental del 200%”, señala a este medio José Ramón Pagés-Lluyot, coordinador nacional de la Fundación Anaed. Esto supone un aumento de presión tanto a nivel social como en atención sanitaria.
La depresión es “un sentimiento de tristeza profunda y constante, no se trata de un episodio de bajón. Es un estado de desmotivación total, de apatía, de problemas de alimentación, de sueño y de falta de energía”, define para Consalud.esConrado Montesinos, psiquiatra infantojuvenil y de adultos y población general. Un periodo tan largo de estrés e incertidumbre, como ha supuesto la pandemia ha aumentado la incidencia y prevalencia de esta patología.
En algunos casos, la enfermedad se cronifica o se vuelve recurrente, y en este caso no existe cura
Aunque se conozcan las causas que pueden provocar la depresión, no se puede actuar sobre ellas. Esto no significa que la depresión cuando llega no se pueda tratar, “tiene tratamiento y es bueno, por lo que es importante intentarlo. El tratamiento terapéutico es necesario para estimular al paciente y el farmacológico es solo para casos graves”, señala Montesinos.
En algunos casos la enfermedad se cronifica o se vuelve recurrente, y en este caso no existe cura, afectando al desempeño en el trabajo, a la escuela o a la capacidad para afrontar la vida diaria. Rosa Ultrilla tiene depresión crónica desde hace más de veinte años, durante ese tiempo ha pasado por periodos mejores y peores, por atención psicológica, psiquiátrica y por psicoanalistas.
Cuando apareció la depresión por primera vez en su vida era la década de los 90, tenía hijos y trabajo y, al ver que no dejaba de sentir tristeza, que hacía las cosas porque tenía que hacerlas pero no sentía nada, decidió pedir ayuda. “No fue fácil conseguir un diagnóstico y después el tratamiento me lo tuve que buscar yo. Por suerte me he podido permitir pagar las terapias durante todo este tiempo, pero muchas personas no pueden”, señala por teléfono.
FALTA DE INVERSIÓN SANITARIA
La realidad es que Rosa Ultrilla, como paciente, no ha notado cambios en la atención de la depresión durante estas décadas. Tampoco las asociaciones han visto una mejora en la atención de salud mental. “Aunque está aumentando el apoyo social a la salud mental y ya hay una mayor visibilización, la atención sigue siendo para llorar. Si en Europa hay una media de 18 profesionales por 100.000 habitantes aquí hablamos de 3 o 4. Falta inversión es salud mental y sin ella es imposible tratar a los pacientes”, explica José Ramón Pagés-Lluyot.
Ante esta situación los pacientes solo tienen dos alternativas: o pagar unos 50 euros por consulta psicológica de forma privada, o esperar. “En la sanidad pública hay retrasos importantes en las primeras consultas y periodicidades muy largas”, señala Conrado Montesinos. Como indicó el psicólogo Antonio Cano-Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, en una entrevista en este medio, solo en Atención Primaria, primera barrera para llegar a una atención psiquiátrica y psicológica, la espera es de cuatro meses.
Para que un psiquiatra o psicólogo realice la primera consulta puede pasar meses, a veces incluso un año. Y entre consultas puede pasar hasta dos meses o tres. “El especialista tiene que dedicarle un mínimo de media hora al paciente, y en la primera sesión de reconocimiento debería ser una hora. Actualmente en la sanidad pública no se produce, y es fundamental para un buen tratamiento y seguimiento”, señala Montesinos. “Además, lo ideal es que las consultas se hagan como mínimo una vez al mes, pero ahora mismo conseguir esos tiempos es muy difícil”.
Con esta situación la depresión en muchos casos se cronifica, absorbiendo a los pacientes en una espiral de tristeza y apatía que acaba incapacitándoles para las actividades del día a día, incluidas las laborales. La atención sanitaria actual de la depresión la convierte en la enfermedad mental más frecuente, en la primera causa mundial de discapacidad y en una de las causas más frecuentes que inciden en el suicidio.