La pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 continúa golpeando con virulencia al continente europeo en un claro escenario de tercera ola. Los distintos gobiernos nacionales apremian la adopción de medidas más restrictivas para evitar el incremento de contagios ante un nuevo temor: la cepa británica (denominada B.1.1.7 y rebautizada como VOC/202012-01). Esta variante del virus fue detectada por primera vez en Inglaterra a finales de septiembre de 2020 y, de acuerdo a un reciente estudio elaborado por investigadores del Imperial College de Londres, sería hasta un 50% más transmisible que otras cepas del virus.
El pasado 15 de diciembre las autoridades británicas reconocían que la nueva cepa se encontraba fuera de control. A principios del mes de enero algunas comunidades autónomas comenzaban a informar de la detección de casos de la nueva variante en España despertando todas las alarmas. Los expertos no se atreven a pronosticar cómo afectará la presencia de la nueva variante en nuestro territorio en el devenir de la situación epidemiológica, pero, entre los escenarios que se contemplan, sitúan al mes de febrero como el peor de la pandemia hasta el momento. Motivo por el que cada vez son más los especialistas que recomiendan un endurecimiento de las restricciones y medidas destinadas a contener la propagación del virus a modo de precaución.
LOS DATOS DE SANIDAD, INSUFICIENTES
A pesar del escepticismo de muchos, es necesario recordar en estos momentos los inicios de la pandemia. Cuando el mundo asistía a los confinamientos masivos y hospitales colapsados en la ciudad china de Wuhan, nadie creyó que el virus nos golpearía con la misma virulencia. Nuestra percepción cambió poco a pesar de ver cómo los casos y muertes se multiplicaban en Italia. La experiencia adquirida en estos meses con el SARS-CoV-2 nos indica que el principio de precaución debería ser la máxima de todas las decisiones.
El primer caso de la variante británica se detectó a mediados de septiembre en Inglaterra. A finales del mes de diciembre, hasta un 62% de los nuevos contagios en el país correspondía a la nueva variante
Uno de los principales problemas ante esta nueva variante es el hecho de la poca información que poseemos sobre ella y el número de infectados que podría haber generado ya en nuestro país. De acuerdo a los datos hechos públicos el pasado jueves 7 de enero por María José Sierra, número dos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), se habían confirmado en España 60 casos.
Un número ínfimo si tenemos en cuenta la velocidad a la que se propaga la nueva cepa tras la experiencia vivida en Reino Unido. Tal y como se ha indicado al inicio de estas líneas, el primer caso de la variante británica se detectó a mediados de septiembre en Inglaterra. A finales del mes de diciembre, hasta un 62% de los nuevos contagios en el país correspondía a la nueva variante.
Partiendo de esta base y teniendo en cuenta que el CCAES no ha desvelado el porcentaje de nuevos casos diagnosticados a los que se les realiza la secuenciación genómica (necesaria para conocer el “linaje” del virus), sería perfectamente posible que el número de contagios provocados por la nueva cepa en nuestro país sea más elevado.
Las estimaciones recogidas por El Periódico señalan que uno de cada 30 londinenses está infectado por el coronavirus lo que se traduce en una incidencia de 2.871 casos por cada 100.000 habitantes. Un preocupante dato que no se ha registrado en ninguna otra ciudad del mundo. La velocidad de reproducción es de 1,87 por lo que los nuevos casos prácticamente se duplican cada semana.
Dada la evolución de la nueva variante en Reino Unido sería cuanto menos conveniente que el Ministerio de Sanidad informase de cuáles son los esfuerzos, investigaciones y estudios que está (o debería estar) desarrollando para conocer el alcance real de la variante en todo el territorio nacional.
HABRÍA LLEGADO MUCHO ANTES A ESPAÑA
La Fundación Fisabio de la Comunidad Valenciana revela en El Periódico que han detectado las mutaciones de la variante en muestras tomadas a pacientes de hace al menos dos semanas. Estos no habían viajado y no habían mantenido contacto con contagiados confirmados de la nueva cepa. Un indicio que apunta a que la cepa británica podría estar presente en España desde hace más de tres semanas, influyendo posiblemente en el avance de la tercera ola.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha dejado claro en una de sus últimas apariciones públicas que el plan del Ejecutivo central es el mismo con o sin la nueva cepa: que las comunidades autónomas apliquen las medidas y restricciones contempladas por el Estado de Alarma, ya que estas han demostrado su eficacia durante los primeros meses y entre ellas se encuentran los confinamientos domiciliarios.
"Europa debe aumentar sus esfuerzos para frenar la pandemia porque los casos aumentan en la región debido a la nueva cepa, aún más contagiosa"
"Europa debe aumentar sus esfuerzos para frenar la pandemia porque los casos aumentan en la región debido a la nueva cepa, aún más contagiosa", alertaba recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para sus especialistas la nueva cepa británica podría extenderse hasta el punto de “reemplazar progresivamente a las que ya están en circulación”, tal y como se ha observado en Reino Unido y Dinamarca.
¿POR QUÉ ES MÁS CONTAGIOSA?
La nueva cepa cuenta con más de una quincena de mutaciones de acuerdo a los hallazgos compartidos por las autoridades británicas. Entre estas destacan las que afectan a la proteína que utiliza el SARS-CoV-2 para infectar a las células ya que la nueva variante le permite hacerlo con mayor facilidad y éxito. Al ser más contagiosa termina por desplazar a aquellas que tienen una menor capacidad infectiva.
Aunque no afecta directamente en términos de mayor letalidad o de gravedad en el curso de la enfermedad, su mayor velocidad a la hora de contagiar es muy peligrosa. Un estudio matemático publicado por El Periódico revela que a las tres semanas de difundirse una cepa un 30% más transmisible (hablamos de que la británica podría serlo hasta un 50% más), generará casi el doble de fallecidos que una cepa que presente un 30% más de letalidad.