Hasta la fecha en nuestro país son tres las vacunas autorizadas para su comercialización por parte de la Comisión Europea, tras recibir luz verde por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés). Hablamos de las desarrolladas por Pfizer/BioNTech, Moderna y AstraZeneca/Universidad de Oxford.
Dada la demanda existente a nivel global de las vacunas, en un contexto en el que los problemas de producción se suceden y los suministros son limitados, cualquier esfuerzo para clasificar las vacunas que actualmente se están inoculando debe contemplar múltiples factores más allá de su eficacia. Hablamos de conceptos como los referidos suministros, su coste, la logística requerida para su implementación, durabilidad de la protección que ofrecen o la resistencia que presentan ante las nuevas variantes detectadas. A pesar de esto la mayoría de las personas únicamente se queda en la eficacia lo que lleva a la difusión de ideas erróneas que nos llevan a pensar que unas vacunas son mejores que otras atendiendo a lo cercano que su porcentaje de eficacia alcanzado en los ensayos clínicos se encuentre del 100.
Es muy tentador atender solo a este criterio, pero simplemente no es posible comparar directamente la eficacia de las vacunas basándonos únicamente en ese resultado advierte en Nature David Kennedy, ecólogo experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Pensilvania Universitiy Park. Cada cifra de eficacia registra además cierto grado de incertidumbre. Un planteamiento que indica que los diferentes ensayos clínicos realizados por los fabricantes pueden estar concebidos sobre diferentes definiciones y criterios como, por ejemplo, lo que constituye un episodio grave o moderado de la enfermedad.
Una ecuación a la que se suma la demografía sobre la que se ha desarrollado cada ensayo. En el caso de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford se recopilaron pocos datos de la eficacia en personas mayores de 65 años. Influye además el hecho de que las vacunas se han probado y analizado en distintos momentos y diferentes países. Cada ensayo solo ofrece una instantánea de la protección de la vacuna contra las variantes virales dominantes en ese momento. “La forma en la que eso se traduce en términos de protección durante uno o dos años no es igual”, apostilla Kennedy.
Se deben contemplar otros aspectos como los contextos en los que se administra entre los distintos grupos poblacionales
Un punto muy importante en un momento en el que la pandemia se ha “descompuesto” en la lucha contra una serie de variantes del virus, algunas de las cuales pueden evadir aspectos relacionados con las respuestas inmunes estimuladas por las vacunas.
Una de las grandes esperanzas a la hora de controlar la pandemia está puesta en la vacuna desarrollada por Janssen. Esta requiere la administración de una única dosis y sus características de conservación óptima no son tan estrictas como las de sus predecesoras. Los gobiernos ven en esta vacuna el motor que dé el impulso a los planes nacionales de vacunación desde un punto de vista masivo. Pero, tal y como se viene señalando a lo largo de estas líneas, no podemos quedarnos únicamente en los datos más rutilantes.
En el caso de la Unión Europea la vacuna aún está pendiente de la autorización por parte de la EMA, prevista para mediados de marzo. Sus ensayos concluyeron en el mes de enero y aún no está del todo claro si la compañía podrá hacer frente a una producción a gran escala de decenas de millones de dosis.
Una fotografía a la que debemos sumar que las vacunas ya aprobadas continúan realizando estudios y ensayos para mejorar sus productos. Ya sea de cara a las nuevas variantes o mediante la posible administración de dosis extra de refuerzo. Cabe señalar que desconocemos el tiempo que dura la inmunidad ofrecida por las vacunas por lo que son muchas las incógnitas que todavía se mantienen en el aire.
Es por esto que no debemos quedarnos únicamente en el porcentaje de eficacia reportado por una vacuna en sus ensayos clínicos. Por supuesto que es un dato importante. Pero se deben contemplar otros aspectos como los contextos en los que se administra entre los distintos grupos poblacionales. Las estrategias de vacunación prácticamente andan en pañales y son aún muchos las aristas que deben pulirse en este complejo prisma.