La mayoría de las personas que cursan una infección por SARS-CoV-2 se recuperan por completo, pero la evidencia científica de la que se dispone en estos momentos indica que aproximadamente entre el 10-20% experimenta diversos efectos a medio y largo plazo después de superar la Covid-19. Algunos estudios sugieren que este porcentaje podría ser incluso mayor. Hablamos del Covid de larga duración (conocido como “Covid persistente o prolongado”). Tal y como informan desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) estos síntomas pueden persistir desde la enfermedad inicial o comenzar a desarrollarse tras la recuperación de la enfermedad. En algunos casos pueden también aparecer y desaparecer de forma intermitente.
Hasta la fecha se han identificado más de 200 síntomas persistentes, aunque los que tienen una mayor prevalencia son la fatiga, disnea, problemas de memoria, concentración o sueño, tos, dolor torácico, dificultad para hablar, dolores musculares, pérdida del gusto u olfato, depresión y ansiedad.
A lo largo de los tres años de pandemia han sido varias las variantes de preocupación (VOC, por sus siglas en inglés) que han marcado los ritmos de las distintas olas. La literatura derivada de este periodo muestra variaciones en los cuadros clínicos con los que se ha manifestado los casos de Covid-19 y sus secuelas en función de la variante, pero aún existen importantes lagunas sobre el Covid de larga duración tras la infección provocada por la variante Ómicron (B.1.1.529), así como por sus linajes y sublinajes que actualmente dominan la escena epidemiológica global.
Un reciente estudio ha evaluado la prevalencia de los síntomas y el deterioro funcional 12 semanas después de la infección provocada por los linajes de Ómicron BA.1 y BA.2 (muestra de 3.507 personas), en comparación con controles negativos (muestra de 11.305 personas). El periodo de recogida de muestras se acotó entre diciembre de 2021 y febrero de 2022 en vario hospitales de Ginebra (Suiza).
“La vacunación se asocia con una prevalencia significativamente menor de síntomas persistentes”
De forma general, el 11,7% de los casos positivos presentaron síntomas 12 semanas después de la infección en comparación con el 10,4% de las personas que dieron negativo durante el mismo periodo. Los autores de la investigación exponen que los síntomas persistentes fueron mucho menos comunes entre las personas vacunadas contra la Covid-19 que entre aquellas que no habían recibido ninguna dosis o no habían completado las pautas de inmunización establecidas: 9,7 frente un 18,1%.
Las estimaciones de prevalencia reportaron insomnio en el 2,4% de los casos de Covid-19 frente al 2,1% registrado en los controles negativos, pérdida de olfato (3,5 frente a un 2,7%), y pérdida o cambios en el sentido del gusto (2,6 frente a un 2,2%). En cuanto al resto de síntomas analizados no se han identificado diferencias significativas entre los participantes de ambos grupos.
En un análisis de subgrupos centrado únicamente en individuos que informaron que sus síntomas empeoraron y persistieron más allá de las 12 semanas desde la prueba que confirmó el positivo, la prevalencia fue del 15,5%: 20,4% en no vacunados y 12,4% en vacunados
“No hubo diferencias significativas en el deterioro funcional a las 12 semanas entre los casos de Ómicron y los controles negativos, incluso después de ajustar múltiples posibles factores de confusión”, aclaran los responsables de la investigación.
“En conclusión, la prevalencia diferencial de síntomas post-Covid y deterioro funcional atribuible a la infección por BA.1 y BA.2 es baja en comparación con los controles negativos, en contraste con los datos informados con variantes anteriores”, explican los autores. “La vacunación se asocia con una prevalencia significativamente menor de síntomas persistentes”, concluyen recomendado la evaluación de los síntomas persistentes en periodos mayores de entre seis y 12 meses.