La Covid persistente es aquella prolongación de los síntomas Covid más allá del pico de la infección. Cuando ya han pasado diez días, semanas o incluso meses desde que se produjo el contagio, pero persiste la fatiga, falta de aire o incluso falta de concentración. Se cree que afecta entre un 10-20% de los que se han contagiado por el virus, y su atención sanitaria requiere de un equipo multidisciplinar.
El Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, conocido como Can Ruti, ha creado una unidad pediátrica de Covid-19 persistente. Un equipo multidisciplinar de 14 profesionales formados por pediatras especialistas en cardiología, inmunología, medicina física, rehabilitación, dietistas, psicólogos y neurólogos que diagnostican esta patología en niños y adolescentes y les tratan.
La Unidad no tiene un lugar fijo, sino que en cada consulta los expertos atienden a los pacientes. Como explica la responsable del servicio, la Dra. María Méndez, pediatra especialista en inmunología, los niños llegan a ellos bien por derivaciones de Atención Primara o de otros pediatras. El primer paso es hacerles una serie de pruebas, “a nivel cardíaco y pulmonar, también hacemos análisis de sangre para descartar otras enfermedades y un test de salud emocional por si necesitaran algún tipo de ayuda psicológica”.
“Antes de la Covid-19 el niño iba al colegio, al basket, a clases de inglés, de música, con sus amigos. Ahora no puede hacer nada de eso”
Hablamos de niños y adolescentes, que como explica la doctora, arrastran en algunos casos una fatiga o una falta de aire que les impide salir a hacer sus actividades comunes, a ir con sus amigos, que les dificulta el día a día en el colegio e incluso no salen al recreo. Otros síntomas que tienen son “dolor de cabeza, dolores torácicos, taquicardia, cambio de coloración de la piel, una especie de niebla mental que les dificulta concentrarse, que tienen pensamientos más lentos, alteraciones de memoria o incluso les cuesta prestar atención a las cosas”.
Hay niños con Covid persistente más leve y otros más grave. A algunos los síntomas les dura semanas, otros dos meses pero incluso “llevamos más de un año de seguimiento con alguno de los niños”. En todos ellos los síntomas son muy parecidos, todos han pasado la Covid y en ellos esta enfermedad ha supuesto un antes y un después. “Es un cambio radical. Antes de la Covid-19 el niño iba al colegio, al basket, a clases de inglés, de música, con sus amigos. Ahora no puede hacer nada de eso”, señala la Dra. Méndez.
Para diagnosticarlos han creado una serie de cuestionarios específicos. Principalmente con los más pequeños es común que la descripción de los síntomas sea inexacta y a veces confusa. “Te dicen que se ahogan en vez que les falta el aire, o que no pueden caminar y en realidad es fatiga”. Por eso las preguntas van directas a conocer los síntomas con un sí o un no: ¿cuándo te mueves o te levantas se te acelera el corazón?, ¿sientes que te mareas?...
Los profesionales abren una o dos veces a la semana la agenda a estos pacientes para darles el tratamiento
Una vez diagnosticados se derivan a cada uno de los especialistas de la unidad para que bien les ayude con rehabilitación física o ejercicios aeróbicos progresivos para enfrentar la fatiga, una atención psicológica en el caso de afección en la salud mental por apatía o por el propio hecho de sus limitaciones, o tratamientos dirigidos a restablecer la memoria o la velocidad de procesamiento. También hay algunos que precisan de planes realizados por la dietista para recobrar su peso tras perderlo por falta de apetito.
En el Can Ruti atienden a 115 pacientes con Covid persistente pediátrico, lo que supone un pequeño porcentaje sobre los contagiados, según calcula la Dra. Méndez un 5 o 10% de los casos. Los profesionales abren una o dos veces a la semana la agenda a estos pacientes para darles el tratamiento. “La gran mayoría van mejorando evidentemente con los tratamientos, algunos ya están perfectos y otros tardan más”.
A través de este servicio dan respuesta a uno de los efectos secundarios de la Covid-19, y cuya duración todavía no se conoce: “Tenemos niños que llevan un año con nuestros tratamientos, mejoran, pero todavía tienen síntomas que les dificultan el día a día y les afecta en sus estudios, su vida social y su salud mental”.