Las vacunas contra la Covid-19 que actualmente se están inoculando en todo el mundo han marcado un hito científico. Menos de un año después de la detección de los primeros casos de Covid-19 en la ciudad china de Wuhan a finales de diciembre de 2019, el mundo era testigo de la administración de los primeros viales.
Las campañas de vacunación masiva son el eje central de las estrategias para el control de la pandemia y han posibilitado la relajación y práctica eliminación de las medidas y restricciones que nos han acompañado en estos dos últimos años. Pero esta estrategia no puede sustentarse únicamente con los sueros, sino que se necesitan opciones terapéuticas seguras y eficaces para el tratamiento de las personas que todavía continúan infectándose, especialmente entre los grupos más vulnerables.
Actualmente existe una limitada disponibilidad de alternativas terapéuticas antivirales frente a la infección por SARS-CoV-2. En el caso de España, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) cuenta en su cartera con tres antivirales (Veklury, Paxlovid y Lagevrio) y dos anticuerpos monoclonales (Ronapreve y Xevudy). En el uso de estos últimos vamos a profundizar a lo largo de las siguientes líneas.
Los anticuerpos monoclonales son proteínas elaboradas en laboratorio que tienen por objetivo ayudar a reactivar el sistema inmunológico para combatir la Covid-19. Hay que tener en cuenta que necesitan ser administrados de la forma más temprana posible (dentro de los 10 días posteriores al inicio de los síntomas) para que surtan efecto. Estos pueden administrarse mediante inyección o infusión intravenosa.
Estas terapias con anticuerpos monoclonales han sido diseñadas para tratar la Covid-19 leve y moderada en adultos y niños mayores de 12 años, que presentan un alto riesgo de progresión de la enfermedad a grave. Los anticuerpos monoclonales logran evitar las complicaciones e ingresos hospitalarios de los pacientes infectados por el SARS-CoV-2.
“En cierto modo, mimetizan los anticuerpos que nosotros somos capaces de generar frente al virus en caso de infección. Un mecanismo similar al desarrollado por las vacunas”, explica a este medio el jefe del Servicio de Neumología del Hospital Lucus Augusti, el doctor Luis Pérez del Llano.
“Los antivirales se dirigen contra sistemas de replicación del virus. El anticuerpo monoclonal se une a una proteína de la superficie del virus (S), y la píldora antiviral se introduce en la parte del virus que utiliza para replicar su ARN”
“Digamos que esta enfermedad tiene dos fases sucesivas aunque se pueden superponer en algún momento. Una primera fase en la que el virus se replica dentro de nuestro cuerpo, y una segunda fase en la que el organismo reacciona ante ese virus con mecanismos inflamatorios. Cuando aplicamos tratamientos contra el virus, como los anticuerpos monoclonales o antivirales, lo lógico es administrarlos en esa fase de replicación”, expone el doctor. En este sentido destaca que, una vez se ha superado la fase de replicación del virus, “ya no son eficaces avanzada la fase de inflamación”.
“Deben aplicarse siempre en la fase temprana salvo una excepción: los pacientes con problemas de inmunidad. En estos casos la fase de replicación se puede prolongar más en el tiempo”, apostilla.
La Aemps comunicaba el pasado 19 de abril un paso muy importante con la ampliación del grupo de pacientes beneficiarios de los tratamientos frente a la Covid-19, a través de la última actualización de los “Criterios para valorar la administración de las nuevas alternativas terapéuticas antivirales frente a la infección por SARS-CoV-2”. De esta forma se ha establecido la priorización del uso de anticuerpos monoclonales frente a las otras alternativas terapéuticas en pacientes que tengan criterios de inmunodepresión grave y serología negativa o bajo nivel de protección.
Tal y como se ha señalado la cartera de tratamientos contra la Covid-19 de la Aemps también incluye antivirales. “Se diferencian en sus mecanismos de acción. Ambos tratamientos tienen un efecto que impide la replicación viral. Un anticuerpo monoclonal, en medicina moderna, es una molécula que se dirige contra una proteína concreta de un sistema. El uso de los anticuerpos monoclonales frente a enfermedades infecciosas es una técnica novedosa. Son moléculas dirigidas frente a una proteína denominada epítopo que, en este caso, es el virus. Lo bloquea y no pueda seguir replicándose y acaba despareciendo por la propia acción del sistema inmunológico, expone en este medioPablo Guisado Vasco, especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario Quirónsalud de Madrid.
“Los antivirales se dirigen contra sistemas de replicación del virus. El anticuerpo monoclonal se une a una proteína de la superficie del virus (S), y la píldora antiviral se introduce en la parte del virus que utiliza para replicar su ARN”, concluye el experto indicando que “los antivirales actúan contra la maquinaria de replicación del virus general, mientras que los anticuerpos monoclonales inhiben el virus en una proteína de superficie concreta”.