Por norma general, los niños suelen cursar la infección por SARS-CoV-2de forma leve o asintomática. Esta es una máxima que se ha repetido hasta la saciedad desde el inicio de la pandemia, lo que ha llevado a muchos padres a minimizar el impacto que el coronavirus puede tener en los más pequeños. Cierto es que la evidencia científica confirma que los niños tienen un menor riesgo de desarrollar un cuadro clínico grave de Covid-19 (a excepción de algunos casos como aquellos con patologías previas o los que cuentan con sistemas inmunocomprometidos), pero esto no quiere decir que no estén en riesgo ante el que comienza a escalar puestos como uno de los desafíos de salud pública más importantes de los que se vislumbran en el horizonte. Hablamos del Covid prolongado.
Tras superar la fase aguda de la infección los niños, al igual que sucede en los adultos, pueden desarrollar síntomas persistentes asociados a la Covid-19. En la actualidad, los niños menores de cuatro años no están siendo vacunados pocos son los países que recomiendan la vacunación en la franja comprendida entre los cinco y 11 años y, la fotografía global de la inmunización de los más pequeños, nos muestra tasas de cobertura vacunal que distan mucho de las elevadas cifras de los adultos. Situación que deja a millones de niños en todo el mundo expuestos al riesgo de sufrir secuelas a largo plazo tras la infección por SARS-CoV-2.
A pesar de que la literatura relativa al SARS-CoV-2 ha aumentado considerablemente desde el inicio de la pandemia, la evidencia sobre cómo el virus puede afectarnos una vez hemos superado la enfermedad es ínfima. Existen múltiples definiciones sobre qué es o cómo entender el Covid prolongado, pero vamos a poner el foco en la más aceptada, realizada por consenso por un grupo de expertos para la Organización Mundial de la Salud (OMS):
"La afección pos-Covid-19 se produce en individuos con antecedentes de infección probable o confirmada por el SARS-CoV-2, generalmente tres meses después de la aparición de la Covid-19 con síntomas que duran al menos dos meses y que no pueden explicarse por un diagnóstico alternativo. Los síntomas más comunes son la fatiga, la dificultad para respirar y la disfunción cognitiva, pero también se pueden dar otros síntomas que suelen repercutir en el funcionamiento cotidiano del enfermo. Los síntomas pueden ser de nueva aparición, tras la recuperación inicial de un episodio agudo de Covid-19, o pueden persistir desde el inicio de la enfermedad. Los síntomas también pueden fluctuar o puede haber recaídas con el tiempo".
"Debido a que los síntomas prolongados son los mismos que los asociados a algunas dolencias que son comunes en los niños, las posibles diferencias entre los grupos podrían quedar enmascaradas por otras enfermedades o los efectos secundarios de las vacunas"
La OMS aclaraba al realizar esta definición que el Covid prolongado podría ser diferente en niños, pero por el momento no ha emitido una conclusión al respecto. A nivel global preocupan aspectos como la prevalencia de los síntomas persistentes en niños, su duración o intensidad. Cuestiones que han sido abordadas a través de un estudio transversal desarrollado en Dinamarca cuyos resultados han sido publicados en The Lancet Child & Adolescent Health.
Para su realización se contó con niños de menores de 14 años con infección por SARS-CoV-2 confirmada por PCR entre el 1 de enero de 2020 y el 12 de julio de 2021, así como con un grupo de control emparejado. De las encuestas enviadas a los progenitores por parte de los investigadores se recibieron respuestas de 10.997 (28,8%) de los 38.152 casos de Covid-19 confirmados seleccionados como muestra inicial del estudio, y de 33.016 (22,4%) de los 147.212 controles entre el 20 de julio y el 15 de septiembre de 2021.
La media de edad de la muestra con infección confirmada fue de 10,2 años, mientras que la de los controles era de 10,6 años. Si dividimos por sexos vemos que 5.267 (48,2%) de los casos confirmados y 15.777 (48,3%) de los controles eran mujeres, y 5.658 (51,8%) de los casos confirmados y 16.870 (51,7%) de los controles eran hombres.
“La investigación adicional debe estudiar los diagnósticos posteriores a la Covid-19, los medicamentos recetados y el uso de la atención médica para comprender mejor los grupos de síntomas y las consecuencias a largo plazo de la Covid-19 y la pandemia en los niño”
Profundizando en los resultados obtenidos vemos que los niños con infección confirmada tenían mayores probabilidades de reportar al menos un síntoma que se manifestaba durante más de dos meses en los menores de tres años.
Se observaron pequeñas diferencias en los grupos de edad al observar los síntomas individuales. Por ejemplo, en el grupo de los menores de tres años los casos de Covid-19 tenían más probabilidades de reportar dolores de estómago que los controles, mientras que no se observaron diferentes entre los casos y los controles para este síntoma en los grupos de mayor edad. De manera similar, los casos tenían más probabilidades de reportar cambios de humor en los menores de tres años, mientras que este síntoma era más habitual en los grupos de mayor edad entre los controles.
Los síntomas más comunes informados en niños menores de tres años fueron los referidos cambios en el estado de ánimo, erupciones cutáneas, dolores de estómago, tos y pérdida de apetito. Entre los que contaban con entre cuatro y 11 años de edad destacan los cambios en el estado de ánimo, problemas de memoria y concentración y sarpullidos. Los síntomas persistentes más comunes en los niños de entre 12 y 14 años fueron fatiga, cambios en el estado de ánimo y problemas de memoria y concentración.
“En comparación con los controles, los casos tenían una mayor prevalencia de síntomas más duraderos, lo que podría ser indicativo de Covid prolongado, como respalda el hecho de que un tercio de los casos indicó que esos síntomas no estaban presentes en el inicio de la infección. Debido a que los síntomas prolongados son los mismos que los asociados a algunas dolencias que son comunes en los niños, las posibles diferencias entre los grupos podrían quedar enmascaradas por otras enfermedades o los efectos secundarios de las vacunas”, exponen los autores de la investigación.
“En conclusión, los niños que tenían antecedentes de infección por SARS-CoV-2 en todos los grupos de edad de cero a 14 años informaron de una mayor prevalencia de síntomas duraderos en comparación con los controles emparejados por edad y sexo y, entre los encuestados de mayor edad, más las mujeres que los hombres tenían síntomas duraderos. También se encontraron muchos síntomas duraderos en el grupo de control”, explican.
“La investigación adicional debe estudiar los diagnósticos posteriores a la Covid-19, los medicamentos recetados y el uso de la atención médica para comprender mejor los grupos de síntomas y las consecuencias a largo plazo de la Covid-19 y la pandemia en los niño”, concluyen.