El Ministerio de Sanidad publicaba el pasado 10 de mayo la última actualización sobre la situación epidemiológica en España. De acuerdo con este documento se han notificado 49.829 nuevos casos de Covid-19, 254 fallecidos y la incidencia acumulada a 14 días por cada 100.000 habitantes supera los 843 puntos. Antes de iniciar el análisis de lo que suponen es conveniente explicar que los datos responden al nuevo sistema de vigilancia epidemiológica del SARS-CoV-2 que recoge específicamente la situación en la población vulnerable (mayores de 60 años).
En el último mes los ingresos hospitalarios han aumentado en un 65% hasta situarse ya en el riesgo medio. En cuanto a la ocupación de camas UCI, se mantiene en niveles bajos, especialmente en los pacientes mayores de 80 años. La fotografía que observamos ha hecho que se comience a hablar ya de una séptima ola de la pandemia, por lo que aumentan las voces que solicitan que se recuperen algunas de las medidas suprimidas como la obligatoriedad del uso de mascarillas en interiores.
El problema que encontramos a la hora de hablar de una séptima ola es, evidentemente, el cambio en el sistema de vigilancia del virus. El principal indicador que nos ha acompañado en los últimos dos años como factor determinante en la toma de decisiones (más allá de la ocupación hospitalaria) es la incidencia acumulada. Y, esta, ya no se mide en toda la población.
El escenario que muestra el último informe de Sanidad refleja un aumento de la incidencia del virus, pero solo en una parte de la población. Esto hace pensar que la situación se replica en los grupos de edad por debajo de los mayores de 60 años. En este sentido encontramos un dato que refuerza esta premisa: la venta de test diagnósticos.
La compañía farmacéutica Cofares ha informado de un incremento durante el pasado mes de abril en la venta de test de antígenos en farmacias del 22,29% respecto al mes de marzo. Este dato consolida la eficacia de estas pruebas como medida preventiva, pero el aumento en la demanda refleja también una creciente preocupación entre la población ante el incremento de casos. Castilla y León (111,45%), Asturias (108,42%), Cantabria (103,26%) y Murcia (88,17%) son las comunidades autónomas que mayores incrementos han experimentado.
Con estos datos en la mano todo apunta a que nos encontramos en una séptima ola de la pandemia. O, al menos, en su inicio. Pero debemos tener en cuenta un tercer indicador que ha venido cobrando fuerza desde el inicio de la pandemia y que puede contribuir a conformar una fotografía más precisa del escenario actual al que nos enfrentamos: el análisis de las aguas residuales.
Este se realiza a través del sistema VATar COVID-19 de vigilancia microbiológica de aguas residuales y aguas de baño, implementado por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico en julio de 2020. De forma semanal este sistema analiza las muestras que se recogen a través de 52 depuradoras urbanas. Los resultados que se obtienen por medio de este sistema sirven como alerta temprana de brotes en zonas concretas.
Hablar o no de séptima ola no tiene un gran sentido en el momento actual. Más cuando el sistema de vigilancia ha cambiado y las medidas establecidas para controlar el virus se han eliminado. De lo que no cabe duda es que el SARS-CoV-2 continúa circulando
Vamos a analizar los resultados arrojados por estos informes en los últimos dos meses. Comenzamos con el relativo a la actualización 85 de 2022 (del 6 al 12 de marzo). En este periodo, de las 52 depuradoras a través de las que se recogen muestras, nueve reportaron “aumento” en la cantidad de coronavirus detectada respecto a la semana anterior. Dos de las estaciones reportaron “aumento significativo”. A continuación se ofrecen los datos referentes a las sucesivas semanas hasta la última actualización:
- Actualización 86 (13 a 19 de marzo de 2022): de las 52 estaciones, dos reportaron “aumento” respecto a la semana anterior, ocho “disminución” y dos “disminución significativa”. El resto se mantuvieron estables.
- Actualización 87 (20 a 26 de marzo de 2022): de las 52 estaciones, siete reportaron “aumento” respecto a la semana anterior y 14 “disminución”. El resto se mantuvieron estables.
- Actualización 88 (27 de marzo a 2 de abril de 2022): de las 52 estaciones, 16 reportaron “aumento” respecto a la semana anterior, dos “disminución” y una “aumento significativo”. El resto se mantuvieron estables.
- Actualización 89 (3 a 9 de abril de 2022): de las 52 estaciones, ocho reportaron “aumento” respecto a la semana anterior, ocho “disminución” y tres “aumento significativo”. El resto se mantuvieron estables.
- Actualización 90 (10 a 16 de abril de 2022): de las 52 estaciones, 12 reportaron “aumento” respecto a la semana anterior, nueve “disminución” y una “aumento significativo”. El resto se mantuvieron estables.
- Actualización 91 (17 a 23 de abril de 2022): de las 52 estaciones, 13 reportaron “aumento” respecto a la semana anterior, cinco “disminución” y dos “aumento significativo”. El resto se mantuvieron estables.
Como podemos ver se aprecian aumentos en las distintas semanas, pero los de carácter significativo son los mismos. Observamos una fotografía en la que la mayoría de las estaciones a través de las que se recogen las muestras se mantienen en una situación de relativa estabilidad en el tiempo con aumentos que se ven compensados con periodos de descenso o estabilidad.
Quizás, lo más apropiado y en los términos en los que nos encontramos, sea hablar de la primera ola de la nueva normalidad
Cierto es que desde la actualización 88, la tendencia ha ido en aumento salvo en la actualización siguiente. Ahora que el Ministerio de Sanidad únicamente ofrece los datos atendiendo a las poblaciones vulnerables y los mayores de 60 años, indicadores como el análisis de las aguas residuales pueden ser de gran utilidad a la hora de prever la tendencia epidemiológica con una previsión de entre dos y tres semanas.
Hablar o no de séptima ola no tiene un gran sentido en el momento actual. Más cuando el sistema de vigilancia ha cambiado y las medidas establecidas para controlar el virus se han eliminado. De lo que no cabe duda es que el SARS-CoV-2 continúa circulando y todos debemos ser conscientes del importante papel individual que jugamos en las posibles cadenas de transmisión. Quizás, lo más apropiado y en los términos en los que nos encontramos, sea hablar de la primera ola de la nueva normalidad.
Una vez más, y con más razón en este escenario de “nueva normalidad”, la responsabilidad de cada uno es fundamental para evitar que el virus pueda afectar a los grupos más vulnerables.