De acuerdo a las conclusiones de un reciente estudio publicado en la revista Nature Medicine, el coronavirus SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad COVID-19, no fue creado en un laboratorio tal y como han apuntado varias teorías conspiranoicas.
La investigación ha sido realizada por el Scripps Research Institute y no ha encontrado ninguna evidencia que demuestre que el virus haya sido creado en un laboratorio. Kristian Andersen, uno de los investigadores que ha liderado el estudio, explica en la citada publicación que han comparado todos los datos de la secuencia del genoma que hay disponibles para las cepas de coronavirus conocidas y pueden “determinar con firmeza que se originó a través de procesos naturales".
Alrededor de 60 días después del inicio de la epidemia, un grupo de científicos chinos logró secuenciar el genoma del virus. Este hallazgo fue puesto a disposición de la comunidad científica internacional para acelerar los procesos en el desarrollo de tratamientos y una posible vacuna.
Los científicos chinos analizaron el patrón genético de las proteínas de espigas, las que recubren el virus y que son utilizadas por este para adherirse a las paredes exteriores de las células humanas y animales. El esfuerzo de su investigación se focalizó en su capacidad para unirse al receptor presentada por la proteína espiga (RBD). Explican que actúa de forma similar aun abrelatas que permite al virus penetrar en las células del huésped.
La investigación ha determinado que la parte de RBD de las proteínas de espiga del nuevo coronavirus habían conseguido evolucionar hasta ser capaces de atacar de forma eficaz una característica molecular en el exterior de las células denominada ACE2.
Tal es la eficacia de unión reportada por la proteína de espiga del virus a las células humanas que los investigadores han concluido que se trata del resultado de la selección natural y no en laboratorios mediante la utilización de ingeniería genética.
La investigación ha determinado que la parte de RBD de las proteínas de espiga del nuevo coronavirus habían conseguido evolucionar hasta ser capaces de atacar de forma eficaz una característica molecular en el exterior de las células denominada ACE2
Una conclusión que se ha visto reforzada por la información existente relativa a la columna vertebral del virus, es decir, su estructura molecular general. En este sentido los investigadores aseguran que, en caso de que algún laboratorio hubiese querido crear un nuevo virus, tendría que haberlo construido en base a la espina dorsal de algún virus ya conocido que pudiese causar enfermedades.
Los científicos explican que la columna vertebral del SARS-CoV-2 es muy diferente a la de los otros coronavirus y guarda una estrecha relación con los virus que afectan a animales como los murciélagos y pangolines. Estas dos especias han estado en el punto de mira desde el inicio de la epidemia como el posible nexo de unión que permitió el salto del nuevo coronavirus del mundo animal a los seres humanos.
En caso de que algún laboratorio hubiese querido crear un nuevo virus, tendría que haberlo construido en base a la espina dorsal de algún virus ya conocido que pudiese causar enfermedades
“Estas dos características del virus, las mutaciones en la porción de RBD de la proteína de punta y en su columna vertebral distintiva, descartan la manipulación en el laboratorio como origen potencial del SARS-CoV-2”, expresa Andersen en el artículo.
En base a lo expuesto en estas líneas y partiendo del análisis de la secuenciación genómica del virus, los investigadores señalan que existen dos escenarios a la hora de explicar el origen del SARS-CoV-2. El primero de ellos es que el virus evolucionó a su estado actual de patógeno como un proceso de la selección natural en un huésped no humano y de ahí pasó a los humanos, tal y como ha sucedido en anteriores ocasiones ante brotes de coronavirus.
En este caso los investigadores apuntan a los murciélagos como el reservorio más probable ya que el SARS-CoV-2 es muy similar al coronavirus que padecen estos animales. El problema en este caso reside en el hecho de que no se ha documentado ningún caso en la literatura científica de transmisión directa entre murciélagos y seres humanos. Esto plantea la necesidad de existencia de un huésped intermediario.
El segundo de los escenarios planteados sobre el posible origen del virus se inicia con una versión no patógena de este que pasó, de un huésped animal a los seres humanos y de ahí, comenzó a desarrollar su evolución hacia el patógeno actual.