La inmunidad que nuestro organismo genera va mucho más allá de los anticuerpos. Cuando nuestro organismo tiene que hacer frente a una infección, al principio, las respuestas inmunitarias que genera no son específicas contra el patógeno o virus que nos ataca. Esta primera línea de defensa es la que se denomina como “inmunidad innata”.
Después se desarrolla inmunidad específica contra el agente invasor y se conoce como “adaptativa”. La respuesta inmunitaria adaptativa incluye anticuerpos cuyo objetivo principal es unirse al patógeno para evitar que nos infecte o penetre en nuestras células.
Los anticuerpos que impiden la entrada del patógeno o virus en las células son los conocidos como “neutralizantes”, sobre los que tanta atención se ha prestado y presta desde la aparición de los primeros casos de Covid-19.
La evidencia científica nos dice que, en raras ocasiones, los anticuerpos pueden no impedir la que el agente invasor entre en las células, sino que pueden empeorar la enfermedad a través de un mecanismos que se ha denominado como “potenciación dependiente de anticuerpos” (antibody dependent enhacement, ADE).
El concepto de ADE, sobre el que cabe resaltar que se trata de un fenómeno raro por el que los anticuerpos facilitan la infección y agravan la enfermedad en vez de combatir un virus, ha comenzado a copar los debates que analizan la situación epidemiológica actual a la que nos enfrentamos. Europa se encuentra sumida en una nueva ola de la pandemia provocada por la variante Ómicron (B.1.1.529 detectada originalmente en Sudáfrica) y sus linajes.
Una nueva fase en la que la población cuenta con cierto grado de inmunidad gracias a las elevadas coberturas de vacunación y las ingentes cantidades de infecciones que se suceden. El elevado número de contagios, la ausencia de la práctica totalidad de medidas y restricciones y el descenso de la protección mediada por vacunación e infección natural, nos sitúa ante una fotografía en la que, a pesar de que la mayoría de casos son leves o asintomáticos, el elevado número de estos aumenta irremediablemente la presión sobre los sistemas sanitarios.
Los expertos califican esta ola como la de la reinfección, por lo que algunas voces han comenzado a relacionar esta situación con las implicaciones que podría tener el mecanismo descrito de ADE con el SARS-CoV-2, en un contexto en el que las reinfecciones son recurrentes. En este sentido ponemos el foco en un estudio desarrollado por científicos estadounidenses y japoneses cuyos resultados han sido publicados por la American Society for Microbiology. La conclusión principal es clara: “La infección por SARS-CoV-2 induce anticuerpos que provocan ADE”.
El estudio revela que la infección por SARS-CoV-2 induce anticuerpos que provocan ADE de infección y que existen anticuerpos inductores de ADE durante al menos seis meses después de la infección en humanos
Para evaluar el ADE provocado por la infección analizaron el plasma de pacientes convalecientes de Covid-19 y células BHK que expresan receptores Fcy humanos (FcyR). “Hallamos que FcγRIIA y FcγRIIIA mediaron un ADE modesto de infección contra el SARS-CoV-2”, exponen los autores del estudio. Los receptores específicos para anticuerpos, denominados como “receptores Fc”, son proteínas que se encuentran en la superficie de los leucocitos. Estos contribuyen a las funciones protectoras del sistema inmunológico reconociendo a los anticuerpos que se han unido a las células infectadas o a microorganismos patógenos.
“La aparición de variantes del SARS-CoV-2 nos llevó a evaluar el riesgo de reinfección con el SARS-CoV-2, porque se informó que la antigenicidad de estas variantes difiere de la de las cepas anteriores”, exponen los autores.
“Se identificó ADE de infección para variantes en este estudio. En nuestras muestras de cohortes, solo se observó ADE de infección en plasma diluido a más de 1:400, y se encontró una fuerte actividad neutralizante con diluciones más bajas. Estos resultados indican que la neutralización puede ocurrir con plasma que contiene suficientes anticuerpos neutralizantes, pero que los anticuerpos inductores de ADE pueden funcionar a concentraciones más bajas que los anticuerpos neutralizantes”.
Dado que estudios recientes han demostrado que los anticuerpos neutralizantes contra la proteína S del SARS-CoV-2 pueden perdurar hasta ocho meses, “es posible que los anticuerpos inductores de ADE no provoquen ADE de infección durante varios meses”, aseguran los autores del estudio.
“Nuestro conocimiento de las poblaciones de anticuerpos y la duración en los receptores de la vacuna contra la Covid-19 siguen siendo limitados. Estudios recientes han revelado un nuevo mecanismo de ADE de la infección por SARS-CoV-2 que no está mediado por FcγR. Estos estudios sugieren que los anticuerpos producidos en respuesta a las vacunas que se desarrollaron en base a las primeras cepas de SARS-CoV-2 podrían provocar ADE de infección para variantes recientes, incluida B.1.617.2 (Delta)”.
En conclusión, el estudio revela que la infección por SARS-CoV-2 induce anticuerpos que provocan ADE de infección y que existen anticuerpos inductores de ADE durante al menos seis meses después de la infección en humanos. “Aunque este ADE de infección estuvo mediado principalmente por FcγRIIA y FcγRIIIA, no se observaron contribuciones perjudiciales de los macrófagos. Se necesitan estudios longitudinales para evaluar el efecto de los anticuerpos inductores de ADE en la infección por SARS-CoV-2”, concluyen los autores.