La forma de transmisión de la Covid-19, enfermedad provocada por el SARS-CoV-2, ha sido y es uno de los grandes debates de la pandemia. La transmisión por aerosoles no fue considerada una vía de propagación hasta tiempo después de iniciarse la pandemia. Los aerosoles con pequeñas partículas líquidas del tracto respiratorio que se generan cuando hablamos, tosemos o estornudamos, por ejemplo. Estas partículas se mantienen suspendidas en el aire y pueden contener el virus. Enfermedades como el sarampión o la varicela son ejemplos de enfermedades altamente infecciosas transmitidas por el aire que se sabe que pueden transmitirse a través de aerosoles.
La evidencia sugiere que enfermedades como la influenza se propagan principalmente a través de gotitas respiratorias más grandes. Estas no tienen tanta facilidad para mantenerse suspendidas y es más probable que caigan al suelo a una distancia de entre uno y dos metros de la fuente emisora.
La evidencia nos dice que estos dos modelos de transmisión (aerotransportada/aerosoles versus gotitas) no son excluyentes y generan controversia en la comunidad científica donde cada vez un mayor número de expertos sugiere que debería modificarse esta terminología. Si atendemos a la definición efectuada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), los aerosoles son partículas líquidas de cinco micrones o menos de diámetro.
Algunos científicos han dudado de la transmisión del nuevo coronavirus a través de aerosoles, pero la evidencia ha demostrado que podemos emitir grandes cantidades de SARS-CoV-2 incluso cuando hablamos en un volumen normal e incluso respirando. El problema reside en la falta de acuerdo sobre cuánto tiempo pueden permanecer suspendidas en el aire las partículas infecciosas. Los sistemas actuales de medición pueden detectar ARNm del virus, pero no partículas infecciosas completas.
Un reciente estudio publicado en The Lancet sugiere que los aerosoles son la vía de transmisión predominante del SARS-CoV-2. Unas conclusiones sustentadas sobre 10 líneas de evidencia entre las que se incluyen el hecho de que la transmisión es mucho mayor en interiores que en exteriores; y que se cree que la transmisión asintomática y presintomática ha causado un número significativo de infecciones en todo el mundo. En este sentido es necesario recalcar que, aunque alguien no tosa o estornude y, por lo tanto, produzca menos gotas, aún puede emitir muchos aerosoles.
Un estudio publicado recientemente por la OMS revela que el riesgo de infección puede ser hasta tres veces mayor en una habitación mal ventilada en comparación con una que se somete a 10 cambios de aire por hora
Si ponemos el foco en las recomendaciones realizadas desde la OMS (cuya postura ha ido cambiando gradualmente ante el aumento de la evidencia científica) o las autoridades sanitarias, lo cierto es que la ventilación de los espacios, el uso de mascarillas y mantener la distancia social son los tres elementos de prevención más eficaces. Un estudio publicado recientemente por la OMS revela que el riesgo de infección puede ser hasta tres veces mayor en una habitación mal ventilada en comparación con una que se somete a 10 cambios de aire por hora.
SUPERFICIES FRENTE AEROSOLES
Algunos expertos consultados por British Journal Medicine inciden en el hecho de que muchos gobiernos son reacios a día de hoy a reconocer el papel que tiene la transmisión vía aerosoles del SARS-CoV-2. El principal motivo de estas posturas reside en algo tan básico como que enfrentarse a algo que se transmite por superficies plantea un enfoque más fácil de prevención frente a un virus que se transmite por el aire que requeriría medidas más férreas y gasto económico.
“En mi opinión, se está desperdiciando mucho tiempo, energía y dinero en la desinfección de superficies y, lo que es más importante, en desviar la atención y los recursos para evitar la transmisión aérea”, explica en The New York Times el doctor Kevin P. Fennelly, especialista en infecciones respiratorias de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
“En mi opinión, se está desperdiciando mucho tiempo, energía y dinero en la desinfección de superficies y, lo que es más importante, en desviar la atención y los recursos para evitar la transmisión aérea”, explica en The New York Times el doctor Kevin P. Fennelly, especialista en infecciones respiratorias
Este tipo de acciones resultan reconfortantes para la sociedad ya que parece que las autoridades sanitarias y los gobiernos ponen todo su empeño en combatir la pandemia. Pero están creando una falsa sensación de seguridad. Shelly Miller, experta en aerosoles de la Universidad Boulder de Colorado, explica en la citada cabecera que esta cabina no tiene sentido práctico desde el punto de vista del control de las infecciones.
El pasado mes de octubre los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), que habían sostenido desde el mes de mayo que las superficies “no son la principal forma de propagación del virus”, aseguraban que la transmisión a través de gotitas respiratorias infecciosas “eran la principal vía de transmisión”.
Para entonces, el hábito de desinfectar y limpiar cualquier superficie antes de tocarla ya estaba ampliamente extendido en todo el mundo. Cierto es que la desinfección de las superficies no es nada malo y contribuye a evitar posibles contagios. Lo que se quiere expresar a través de los estudios referidos en estas líneas es que las superficies no son la principal vía de contagio y deberían aumentarse los esfuerzos para mejorar los sistemas de ventilación y filtración del aire en espacios interiores, así como apostar, siempre que se pueda, por la ventilación natural para reducir el riesgo de contagio. Más si cabe en invierno cuando nuestras actividades al aire libre se ven drásticamente reducidas.
La pregunta de oro ante la evidencia existente es si las mascarillas nos protegen realmente no solo a la hora de poder infectarnos sino también, de infectar a los demás. Algunas voces han señalado que las mascarillas podrían no ser efectivas ya que los aerosoles que transportan el virus pueden traspasar los microscópicos orificios presentes en estas. Esto no es así ya que las mascarillas están diseñadas para permitirnos respirar filtrando el aire que penetra. Además, algunos expertos inciden en el importante papel de la humedad que se genera en el interior de estos que contribuiría a atrapar esas partículas.