La variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica) ha conseguido en tiempo récord erigirse como la dominante a nivel global, desplazando a su predecesora, la variante Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en India). De acuerdo con los datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en las primeras nueve semanas posteriores a su identificación, Ómicron provocó más de 80 millones de casos de Covid-19 a nivel global. Más que los registrados en 2020. ¿Cómo ha conseguido esta variante y los distintos linajes que la componen cambiar de forma tan veloz el escenario epidemiológico al que nos enfrentamos?
La variante Ómicron original es B.1.1.529.1. Ómicron comprende los linajes BA.1, BA.1.1, BA.2 y BA.3. Esta variante presenta un alto número de mutaciones, algunas de las cuales estaban presentes en variantes ya detectadas previamente y varias que se han relacionado con un aumento de la transmisibilidad o con un cierto grado de escape a la respuesta inmune.
BA.1.1, deriva de BA.1 y presenta una mutación añadida en el gen de la espícula; BA.2 es el linaje de Ómicron que más diferencias presenta respecto a BA.1. Entre las mutaciones descritas para los linajes BA.1, BA.1.1 y BA.3 se encuentra la deleción 60-70 (presente también en Alfa), que produce el fallo de la amplificación del gen S con algunas técnicas de PCR. Esta mutación no está presente en el linaje BA.2.
Analizando la evidencia de la que disponemos sobre BA.1 (B.1.1.529.1), recogida por The British Medical Journal, vemos que tiene más probabilidades de infectar que Delta y de replicarse en el tracto respiratorio superior. Esto explicaría su ventaja en términos de propagación, pero provocando una enfermedad de menor gravedad.
Los investigadores creen que la menor diseminación del sublinaje BA.3 se debe a que carece de seis mutaciones adicionales que sí están presentes en BA.1
Si hablamos de la efectividad de las vacunas, los primeros estudios que se han realizado indican que una pauta de dos dosis reduce la efectividad su efectividad frente a BA.1, aunque la administración de un refuerzo brindaba una protección mayor. En el caso de los tratamientos que se están empleando en pacientes con Covid-19, ronapreve (combinación de los anticuerpos monoclonales casirivimab e imdevimab) tiene una eficacia reducida frente a BA.1. El anticuerpo monoclonal sotrovimab parece retener la actividad contra la proteína de pico de BA.1.
Si ponemos el foco en BA.2 (B.1.1.529.2), las investigaciones preliminares realizadas por la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido (UKHSA, por sus siglas en inglés) encontraron una menor eficacia de la vacuna contra la enfermedad sintomática para BA.2 en comparación BA.1. Al menos transcurridas 25 semanas desde la inoculación de las dosis se informó de una efectividad de la vacuna contra la infección sintomática del 13% para BA.2, frente al 9% de BA.1. Dos semanas después de la inoculación de un refuerzo aumentó al 70% para BA.2 y al 63% para BA.1.
La evidencia recopilada por la citada cabecera especializada expone que el conocimiento sobre BA.3 es bastante limitado. Se sabe que tiene 33 mutaciones en la proteína de pico de los que comparte 31 con BA.1. Además, comparte dos mutaciones con BA.2. Los investigadores creen que la menor diseminación del sublinaje BA.3 se debe a que carece de seis mutaciones adicionales que sí están presentes en BA.1. Se desconoce por el momento si provoca una enfermedad más o menos grave o la forma en la que pudiera afectar a la efectividad de las vacunas.