El próximo 19 de abril se llevará al Consejo de Ministros el Real Decreto que recoge la retirada de las mascarillas. Una medida suscrita por la Ponencia de Alertas. De esta forma el 20 de abril será el primer día en nuestro país en el que la mascarilla dejará de ser obligatoria en interiores (salvo en “espacios vulnerables”). España suprimirá de esta forma una medida que nos ha acompañado en los dos últimos años, marcando así el final de todas las restricciones impuestas para controlar la pandemia.
Una línea seguida por la mayoría de los países de nuestro entorno. Las altas tasas de vacunación frente a la Covid-19 que reportan gran parte de las naciones europeas, así como un escenario epidemiológico en el que la variante dominante, Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica), que provoca una enfermedad más leve en un contexto de inmunidad híbrida (derivado del elevado número de infecciones reportadas en la última ola de la pandemia y las altas tasas vacunales), han permitido la progresiva vuelta a la normalidad perdida.
La nueva fase de la pandemia en la que nos adentramos no significa que ésta haya terminado. La mayor parte de la población de los países con medios y bajos ingresos continúa sin estar inmunizada y el riesgo de aparición de nuevas variantes del SARS-CoV-2 continúa siendo real. Se plantean retos como la necesidad de mejorar las vacunas actuales o desarrollar nuevas que ofrezcan una inmunidad más duradera, y se debe continuar apostando por el desarrollo de opciones terapéuticas eficaces, seguras y asequibles que permitan el tratamiento de aquellas personas vulnerables al virus que continuarán infectándose. Pero en esta fotografía que comienza conformarse existe un factor sobre el que la comunidad científica, autoridades sanitarias y gobiernos no deberían olvidarse: el Covid prolongado.
El 11 de octubre de 2021 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba la primera definición clínica oficial del Covid prolongado: “La afección pos-Covid-19 se produce en individuos con antecedentes de infección probable o confirmada por el SARS-CoV-2, generalmente tres meses después de la aparición de la Covid-19 con síntomas que duran al menos dos meses y que no pueden explicarse por un diagnóstico alternativo. Los síntomas más comunes son la fatiga, la dificultad para respirar y la disfunción cognitiva, pero también se pueden dar otros síntomas que suelen repercutir en el funcionamiento cotidiano del enfermo. Los síntomas pueden ser de nueva aparición, tras la recuperación inicial de un episodio agudo de Covid-19, o pueden persistir desde el inicio de la enfermedad. Los síntomas también pueden fluctuar o puede haber recaídas con el tiempo. Para los niños, puede ser aplicable otra definición".
Uno de los principales retos que plantea el Covid prolongado es que puede producirse tanto en personas que han cursado la infección por SARS-CoV-2 de forma grave, como en aquellas en las que la Covid-19 fue leve e incluso asintomática. Se suma un problema que todos los países arrastran desde el inicio de la pandemia: el infradiagnóstico de las infecciones
El 10 de febrero de 2022 una revisión de la evidencia científica disponible publicada en Archives of Disease in Childhood, definía el Covid prolongado en niños: “La condición post-Covid ocurre en los niños y jóvenes con antecedentes de infección confirmada por SARS-CoV-2, con al menos un síntoma físico persistente durante un mínimo de 12 semanas tras la prueba inicial. Estos síntomas no pueden explicarse con un diagnóstico alternativo y tienen un impacto en el desempeño de su vida cotidiana. Pueden fluctuar o recaer con el tiempo”.
SE DESCONOCEN LOS MOTIVOS
Hasta el momento, la evidencia científica no ha sido capaz de explicar de forma clara los motivos por los que algunas personas desarrollan estos síntomas persistentes y otras no. Recientes investigaciones al respecto parecen sugerir que existen algunos factores que podrían incrementar el riesgo de sufrir síntomas persistentes derivados de la Covid-19 tras superar la infección.
Uno de los principales retos que plantea el Covid prolongado es que puede producirse tanto en personas que han cursado la infección por SARS-CoV-2 de forma grave, como en aquellas en las que la Covid-19 fue leve e incluso asintomática. Se suma un problema que todos los países arrastran desde el inicio de la pandemia: el infradiagnóstico de las infecciones. Hecho que puede derivar en problemas de salud que no se asocian como secuelas o síntomas persistentes de la Covid-19 al no contar con a referencia de un diagnóstico previo que indique a los profesionales médicos que un individuo ha cursado la infección.
El Covid prolongado plantea un prisma de múltiples aristas que requiere diferentes abordajes, especialmente en la fase de la pandemia en la que nos encontramos. La evidencia científica nos indica que este problema puede encontrar su origen en varios mecanismos, entre los que se incluyen la persistencia viral, una anormal activación del sistema inmunitario o problemas de autoinmunidad.
Una reciente estimación realizada en Estados Unidos revela que el Covid prolongado ha costado al país hasta enero de 2022 más de 386.000 millones de dólares en salarios perdidos y gastos médicos
Los síntomas con los que se manifiesta varían de forma notable entre los afectados aunque pueden identificarse patrones que indican recaídas y remisiones con picos recurrentes relativos a la manifestación de estos signos. Este patrón ha llevado a varios expertos a expresar en Nature que la persistencia viral podría ser la principal causa: “Dichos reservorios virales podrían estar presentes incluso si una persona da negativo en las pruebas PCR”.
ENFERMEDAD CRÓNICA Y COSTOSA PARA MILLONES DE PERSONAS
Las estimaciones de la OMS indican que entre el 10-20% de las personas infectadas por el SARS-CoV-2 desarrollan Covid prolongado. Unas cifras que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) sitúan entre el 5-80%. Motivo por el que la Administración de Joe Biden ha ordenado desarrollar y emitir el primer plan de acción nacional interinstitucional sobre el Covid prolongado. Los Institutos Nacionales de la Salud anunciaron una inversión en los próximos cuatro años de 1.150 millones de dólares para investigar el Covid prolongado.
Y es que no existe una cura o tratamiento específico para el Covid prolongado y se ha convertido en una enfermedad crónica para millones de personas en todo el mundo. Una reciente estimación realizada en Estados Unidos revela que el Covid prolongado ha costado al país hasta enero de 2022 más de 386.000 millones de dólares en salarios perdidos y gastos médicos.
La investigación sobre el Covid prolongado es ahora más necesaria que nunca. Hablamos de un problema que afecta y afectará a millones de personas en todo el mundo con un abanico de síntomas demasiado amplio sobre los que todavía se desconoce demasiado. Ni siquiera la comunidad científica tiene todavía claros cuáles son los mecanismos por los que se producen.
Se necesitan más estudios genéticos e inmunológicos, especialmente en pacientes con Covid-19 grave, aunque sin dejar de lado a los pacientes que cursan la infección de forma leve o asintomática. Una tarea en la que la vacunación se erige como herramienta indispensable ya que diversos estudios sugieren que la inmunización con los sueros disponibles reduce el riesgo de desarrollar Covid prolongado en caso de infección. Y, lo más importante, hay que escuchar a cada paciente y valorar la experiencia que transmite a los profesionales médicos sin menoscabar cualquier detalla o información por nimio que pueda parecerles.