“Ómicron no es un resfriado común. Si bien algunos informes muestran un riesgo reducido de hospitalización por Ómicron en comparación con Delta, todavía hay demasiadas personas infectadas, hospitalizadas y falleciendo por Ómicron y Delta”. Con estas palabras defendía a través de Twitter la imperiosa necesidad del acceso equitativo global a las vacunas contra la Covid-19 Maria Van Kerkhove, epidemióloga experta en enfermedades infecciosas y jefa técnica del Programa de Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica) está reportando en todo el mundo cifras de contagios nunca antes registrados en los dos años de pandemia. Su velocidad de transmisión es tal que los expertos aseguran que podría calificarse ya como la enfermedad infecciosa más rápida, por encima incluso del sarampión. Cierto es que la evidencia científica disponible hasta la fecha indica que Ómicron no se traduce en un aumento de las hospitalizaciones y muertes. Una buena noticia en esta vorágine que no exime de la responsabilidad que debe demostrarse ante las cifras récord que se comunican día a día.
“La transmisión generalizada trae un grado de imprevisibilidad a la respuesta pandémica. La transmisión alta supone el riesgo de una adaptación más rápida del SARS-CoV-2 que incluye una mayor transmisibilidad, observada con las variantes Alfa (B.1.1.7, detectada originalmente en Reino Unido), Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en India) y Ómicron; mayor escape de anticuerpos, observado con Beta (B.1.351, detectada originalmente en Sudáfrica) y Ómicron; o mayor patogenicidad, observada con Alfa y Delta”, exponen en una carta abierta publicada en British Medicine Journal un grupo de asesores de salud pública formado por científicos y médicos de diversos ámbitos.
“La transmisión generalizada trae un grado de imprevisibilidad a la respuesta pandémica. La transmisión alta supone el riesgo de una adaptación más rápida del SARS-CoV-2 que incluye una mayor transmisibilidad, observada con las variantes Alfa, Delta y Ómicron; mayor escape de anticuerpos, observado con Beta y Ómicron; o mayor patogenicidad, observada con Alfa y Delta”
Ante el avance de la pandemia las estrategias que los países ponen en marcha para frenar la expansión del virus en sus territorios son múltiples, con diferentes enfoques que oscilan entre la supresión y la eliminación del virus. Medidas que buscan mantener en niveles bajos las tasas de infección mediante la combinación de vacunación masiva frente a la Covid-19, intervenciones no farmacológicas y medidas de salud pública y/o financieras. Algunas naciones apuestan por estrategias de mitigación que combinan la vacunación masiva con las infecciones naturales en un intento de evitar que los sistemas sanitarios colapsen. Una fotografía sobre la que Delta y Ómicron nos han enseñado una valiosa lección que todos los gobiernos deberían tener clara: la alta transmisibilidad y cierto grado de escape inmunitario de estas dos variantes significa que será poco probable que se logre una inmunidad sostenida entre la población con las vacunas actuales.
La evidencia científica es clara: la vacunación contra la Covid-19 es nuestro mejor aliado en la reducción de la enfermedad grave y fallecimiento. Una preocupación emergente ante las elevadas tasas de nuevos contagios globales es el denominado como “Covid prolongado”, que podría plantear un importante problema de salud pública en todo el mundo.
La situación global que vivimos desde la aparición de Ómicron nos enfrenta a lo que los expertos califican en la referida misiva como “circuito de retroalimentación negativa”, por el cual, las medidas de salud pública desarrolladas en casos de elevada transmisión comunitaria como son los sistemas de prueba, rastreo de contactos, aislamiento y seguimiento de casos se ven abrumados lo que limita notablemente su efectividad
La situación global que vivimos desde la aparición de Ómicron nos enfrenta a lo que los expertos califican en la referida misiva como “circuito de retroalimentación negativa”, por el cual, las medidas de salud pública desarrolladas en casos de elevada transmisión comunitaria como son los sistemas de prueba, rastreo de contactos, aislamiento y seguimiento de casos se ven abrumados lo que limita notablemente su efectividad y desembocan en el efecto contrario: se incrementa la transmisión.
¿CUÁL ES EL ENFOQUE MÁS ACERTADO?
La respuesta a esta pregunta lleva ante nuestros ojos desde el momento en el que la primera vacuna recibió la autorización condicional de emergencia: equidad. “Por todas estas razones, se debe adoptar un enfoque de vacunas a nivel global. Esta estrategia ralentizará la aparición de nuevas variantes y garantizará que exista un entorno de baja transmisión donde puedan controlarse mediante medidas efectivas de salud públicas”.
En este sentido los expertos añaden que se puede hacer frente al virus sin afectar negativamente a la actividad económica y social, por lo que realizan las siguientes peticiones a la OMS y a los gobiernos nacionales:
- Declara de forma inequívoca el SARS-CoV-2 como un patógeno que se transmite por el aire, enfatizando las implicaciones para prevenir su transmisión. Un mensaje claro en este sentido de la OMS ayudaría a liminar la confusión que se ha utilizado para justificar la adopción de políticas obsoletas.
- Promover el uso de mascarillas de calidad en reuniones en interiores y otros entornos de alta transmisión.
- Recomendaciones efectivas sobre ventilación y filtración del aire. “Es hora de ir más allá de abrir una ventana y apuntar a un cambio de paradigma para garantizar que todos los edificios públicos estén diseñados, construidos, adaptados y utilizados de la manera más óptima para maximizar el aire limpio para los ocupantes. Estrategias que han demostrado reducir la transmisión del SARS-CoV-2”.
- Establecer criterios para imponer o relajar medidas destinadas a reducir la propagación de la Covid-19 según los niveles de transmisión comunitaria. La búsqueda, prueba, rastreo, aislamiento y soporte son esenciales, pero se debe implementar suficiente apoyo financiero y práctico para su desarrollo.
- Apoyar medidas urgentes para lograr la equidad mundial en el acceso a las vacunas, incluyendo el intercambio de sueros, la eliminación de las barreras que impiden la transferencia de la tecnología necesaria para su desarrollo y establecimiento de centros de producción regionales de alta calidad en todas las partes del mundo. El lanzamiento global de vacunas debe incluir esfuerzos coordinados para abordar la desinformación y garantizar que las personas tengan acceso a datos oportunos y precisos sobre la efectividad y la protección de las vacunas.