Conocer el origen del SARS-CoV-2 es fundamental no solo para combatir la peor crisis sanitaria a la que el mundo ha tenido que hacer frente en los últimos 100 años, sino también para prevenir futuras pandemias. Este es un planteamiento que desde la detección de los primeros casos de Covid-19 en diciembre de 2019 en Wuhan (China) han repetido hasta la saciedad desde la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El 9 de febrero de 2021 el equipo de expertos de la OMS destinado en China para investigar los orígenes del coronavirus concluía que el SARS-CoV-2 es de origen animal y no se cuenta con evidencia que sugiera la existencia de transmisión antes de su detección en diciembre de 2019 en Wuhan. El informe final presentado por la OMS no estuvo exento de críticas ya que estaba firmado, además de por su equipo de expertos, por investigadores chinos que fueron los responsables de casi la práctica totalidad de la recogida de muestras e información.
Las conclusiones del informe, cuya veracidad e imparcialidad fueron puestas en tela de juicio dado el férreo control de la investigación por parte de Pekín, no pudo continuar desarrollándose en una segunda fase tras admitir el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, que no se había tenido suficientemente en cuenta la hipótesis que apuntaba a una posible fuga del virus del Instituto de Virología de Wuhan. Declaraciones que se tradujeron de forma inmediata en la negación por parte de China de continuar con la investigación.
Convivimos con el SARS-CoV-2 desde hace más de dos años y, lo cierto es, que continuamos sin saber a ciencia cierta cuál ha sido su origen. La zoonosis a través de murciélagos y una especie intermediaria “potencialmente más cercano a los humanos en el que el virus se adapta fácilmente y salta a los humanos”, es el origen potencial más defendido por la OMS. En este sentido, un reciente estudio ha hallado interesante evidencia que viene a reforzar la que para la mayoría de la comunidad científica es la hipótesis más plausible.
La revista ha publicado este estudio desarrollado por el Instituto Pasteur de París bajo el título de “Bat coronaviruses related to SARS-CoV-2 and infectious for human cells”. El foco de la investigación se ha centrado en el análisis de coronavirus que son genéticamente similares al SARS-CoV-2 y que han sido identificados en poblaciones de murciélagos radicadas en Laos. La principal conclusión de este trabajo sugiere que los nuevos coronavirus descubiertos en estos animales podrían tener potencial para provocar la infección en seres humanos de forma muy similar a como lo hizo la referida cepa original identificada en Wuhan a finales de 2019.
La principal conclusión de este trabajo sugiere que los nuevos coronavirus descubiertos en estos animales podrían tener potencial para provocar la infección en seres humanos de forma muy similar a como lo hizo la referida cepa original identificada en Wuhan a finales de 2019
Para comprender las implicaciones de estos hallazgos debemos tener en cuenta que la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), es el receptor funcional del SARS-CoV-2. El coronavirus cuenta en su superficie con una proteína denominada Spike que reconoce a la ACE2 como su receptor para ingresar a las células del huésped. Partiendo de este punto el estudio indica que los virus de murciélago progenitores genéticamente cercanos al SARS-CoV-2 todavía no se han identificado y este es un punto que resulta crucial en la prevención de futuras epidemias.
Estos virus son los que circulan en los murciélagos oriundos de Laos (interior de la península de Indochina). Los investigadores afirman que se trata de coronavirus “genéticamente similares al SARS-CoV-2”, los más parecidos hasta la fecha. Un hallazgo que tiene dos implicaciones. La primera de ellas es que nos encontramos ante los parientes más cercanos del SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, lo que podría avanzar significativamente las investigaciones sobre su origen. La segunda de las implicaciones es que la elevada similitud entre estos virus sugiere que cuentan con capacidad potencial para infectar también a los seres humanos.
Los responsables del estudio basan sus conclusiones en el análisis de 645 murciélagos (capturados y posteriormente liberados). Tomaron muestras de su saliva, orina, heces y sangre con el objetivo de identificar el tipo de patógenos presentes en estos animales para realizar la comparación con el SARS-CoV-2. Este análisis ha desvelado que al menos tres de las 46 especies analizadas albergan patógenos que guardan una similitud genética con el SARS-CoV-2 que oscila entre el 95 y el 96,8%.
La nueva evidencia refuerza la hipótesis de la zoonosis como origen de la Covid-19 a través de una combinación de varios linajes de virus presentes en estos murciélagos.
Cabe señalar una conclusión paralela que se extrae de este estudio. La elevada similitud genética entre el SARS-CoV-2 y los virus analizados en los murciélagos de Laos descarta prácticamente por completo una de las hipótesis más repetidas desde el inicio de la pandemia: la fuga de un laboratorio. Los hallazgos de estos investigadores franceses muestran claramente las referidas similitudes entre los genomas identificados en los virus de los murciélagos de Laos y el SARS-CoV-2, reforzando el origen natural y zoonótico del coronavirus causante de la Covid-19.