El papel de los niños en la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 ha pasado por diferentes etapas. Al inicio de esta y, ante la falta de evidencia científica sólida debido a la novedad del virus, una de las primeras decisiones que adoptaron los gobiernos de todo el mundo fue la suspensión de las clases ante el temor de que los niños ejerciesen comograndes elementos de propagación. Una afirmación fundamentada principalmente en el hecho de que estos cursan en la mayoría de las ocasiones la enfermedad de forma leve o asintomática.
Mucho tiempo ha transcurrido ya desde las primeras semanas de la pandemia y la evidencia científica es hoy mucho más profunda. En este sentido hoy ponemos el foco en un reciente estudio islandés al que ha tenido acceso National Geographic centrado en cómo los niños contribuyen a la propagación del virus. Este ha sido desarrollado por un grupo de investigadores de la Dirección de Salud de Islandia y deCODE Genetics, compañía radicada en Reikiavik.
El estudio ha analizado a más de 40.000 personas mediante la monitorización de los adultos y niños que se vieron expuestos al virus tras los primeros confinamientos y que podrían haber estado potencialmente expuesto en primavera. Han combinado los datos reportados por el rastreo de los contactos y la secuenciación genética para rastrear el vínculo existente entre varios grupos de brotes.
La investigación revela que los niños menores de 15 años tenían, aproximadamente, la mitad de probabilidad que los adultos de transmitir el virus a otras personas. Es más, la gran mayoría de las transmisiones a niños proceden de adultos. “Pueden infectarse y transmitir a otras personas, pero lo hacen con menos frecuencia que los adultos”, afirma Kári Stefánson, director ejecutivo de deCODE.
Este estudio se enmarca dentro de una serie mayor de investigaciones a gran escala que respaldan la conclusión de que los adultos infectados representan un peligro mayor para los niños que estos para los adultos. Estos estudios podrían servir de ayuda a la hora de adoptar las decisiones por parte de los gobiernos y controlar de forma más eficaz la propagación del virus. En este punto, este tipo de investigaciones deberían ser tenidas en cuenta antes de decretar el cierre de los centros educativos ya que estos brindan muchos más servicios más allá de la educación cuya supresión puede suponer importantes perjuicios para los niños. Una consideración convertida en afirmación por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) que han recomendado que “las escuelas deben ser los últimos espacios en cerrar y los primeros en reabrirse”.
La investigación revela que los niños menores de 15 años tenían, aproximadamente, la mitad de probabilidad que los adultos de transmitir el virus a otras personas
A pesar de la necesidad de las escuelas y de que la evidencia científica sugiere cada vez más que los niños son menos susceptibles al virus, en el momento en el que el SARS-CoV-2 hace su aparición en una comunidad el riesgo de contagio se eleva en las escuelas como demuestra el hecho de que Estados Unidos ha detectado más de 313.000 casos de Covid-19 en escuelas como resultado de la imposibilidad de las autoridades de controlar la pandemia.
FACTORES DE PROPAGACIÓN EN ESCUELAS
En este sentido conviene destacar que la propagación de una enfermedad infecciosa en los entornos educativos depende de dos factores: la frecuencia con la que los niños se infectan y la facilidad con la que transmiten la enfermedad. Si los niños fueran muy susceptibles y altamente infecciosos, los centros educativos sería origen de múltiples brotes de Covid-19 como sucede con la gripe. Pero, si los niños son malos receptores y pequeños propagadores, las escuelas deberían simplemente reflejar lo que está sucediendo en las comunidades de las que forman parte.
La mejor forma de comprender la forma en la que puede producirse la transmisión entre niños y adultos sería monitorizar constantemente a las familias sin casos de infección con niños en edad escolar para ver si acaban infectadas. Mediante la realización de pruebas continuas en esta muestra poblacional se detectarían las nuevas infecciones desde el momento en el que se producen pudiendo identificar la fuente del contagio.
Esto es precisamente lo que ha hecho el estudio islandés mediante la realización de pruebas y rastreos exhaustivos, examinando a más de la mitad de la población del país. El resultado indica que los niños juegan un papel menor en la transmisión.
Islandia no cerró las escuelas de primaria, aunque sí las de secundario en el pico de la primera ola. La información epidemiológica relativa al mes de septiembre respalda la idea de que los niños más pequeños tienen menos probabilidades de enfermar o infectar a otros. El estudio se encuentra actualmente en proceso de ser publicado en una revista científica y ser revisado por pares.
Entre los motivos que la ciencia emplea para explicar esto hay varias hipótesis como que los niños cuentan con menos receptores AC2 (objetivo del SARS-CoV-2), sus pulmones no son tan eficaces como los de un adulto a la hora de emitir gotitas o generar aerosoles o que están expuestos con mayor frecuencia a los coronavirus
Stefánsson advierte de que si se cierra todo menos las escuelas y guarderías, los niños se convertirán entonces en una de las principales fuentes de transmisión, ya que si bien el riesgo individual puede ser bajo entre los jóvenes, las escuelas seguirían generando brotes al ser los únicos espacios de relación comunitaria.
¿IMPORTA LA EDAD DE LOS NÑOS?
La investigación revela que los niños prepúberes tienen una probabilidad significativamente menor de enfermarse por lo que, a la hora de tomar decisiones, no se debe visualizar a los niños como un conjunto, sino que es vital diferenciar las edades. Un reciente estudio realizado en China y cuyos resultados han sido publicados en Science indica que los niños menores de 12 años tenían menos probabilidad de infectarse después de una exposición adultos.
Muchos estudios coinciden en que la edad es un factor clave. Otra investigación desarrollada en Ginebra entre los meses de abril y junio reveló que los niños con edades comprendidas entre los cinco y los nueve años tenían hasta un 22,7% menos de probabilidades de infectarse.
Los expertos coinciden a la hora de señalar que a menudo son los adultos quienes transmiten la enfermedad (padres y profesores) y se están enviando un mensaje de miedo a los niños sobre los centros educativos y la posibilidad de contagio
Entre los motivos que la ciencia emplea para explicar esto hay varias hipótesis como que los niños cuentan con menos receptores AC2 (objetivo del SARS-CoV-2), sus pulmones no son tan eficaces como los de un adulto a la hora deemitir gotitas o generar aerosoles o que están expuestos con mayor frecuencia a los coronavirus y, por lo tanto, cuenta con una mayor protección.
¿CUÁNDO DEBERÍAN CERRARSE LAS ESCUELAS?
Los países han adoptado distintos enfoques sobre el cierre y reapertura de las escuelas. Un reciente artículo publicado en The Lancet señala que la reapertura parcial de las escuelas a finales del verano se asoció con un bajo riesgo de nuevos casos: de más de 57.000 escuelas guarderías se identificaron 113 casos asociados a 55 brotes. Unos casos fuertemente relacionados con las tasas de infección de las comunidades en las que esas escuelas se ubicaban.
Los responsables del estudio islandés indican que la transmisión se producirá en las escuelas del mismo modo que en cualquier espacio en el que confluya gente, pero los niños no son los causantes de las infecciones. En este sentido se apunta a los jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 30 años como los que provocan los brotes que luego se extienden a todas las franjas de edad.
Una investigación con miles de niños de Baviera (Alemania) ha revelado hasta seis veces más niños con anticuerpos de los que pensaban. Hecho que sugiere que se están pasando por alto muchos casos, pero pocos de estos han causado brotes más amplios. El país ha recopilado los datos de sus 53.000 escuelas y guarderías mostrando que en otoño los casos en las escuelas aumentaron a medida que lo hacían en las comunidades, con un promedio de 32 escuelas a la semana con dos casos positivos.
A medida que la evidencia científica aumenta y se establece un consenso sobre cuán seguras son las escuelas, las autoridades no solo deben adoptar sus medidas y poner en marcha planes atendiendo a la evidencia científica sino a una mejor estrategia comunicativa sobre la seguridad en los entornos escolares ya que los expertos coinciden a la hora de señalar que a menudo son los adultos quienes transmiten la enfermedad (padres y profesores) y se están enviando un mensaje de miedo a los niños sobre los centros educativos y la posibilidad de contagio.