La búsqueda de una vacuna contra el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad de la Covid-19, así como de posibles tratamientos, ha sumido a la comunidad científica internacional en una frenética carrera en la que el horizonte, en cuestión de plazos, se presenta con un optimismo difuso.
En este sentido Patricia Guillem, catedrática de Epidemiología, Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Europea de Valencia, explica en la entrevista concedida a ConSalud.es, que la vacuna “es el tema de moda donde depositamos todas nuestras esperanzas y no debemos confiar de forma absoluta en la proximidad de una vacuna”.
En este sentido expresa que hay enfermedades como por ejemplo el sida que “en algunos países continúan produciendo epidemias y para las que todavía no se ha hallado una solución de vacuna y/o incluso de tratamiento eficaz una vez esta instaurada la enfermedad”.
“Es verdad, que existe una presión mundial muy grande para encontrar una solución a este grave problema sanitario. Este hecho, ha permitido que se activen en paralelo en diferentes países casi 60 líneas de investigación con propuestas diferentes (con virus atenuado o inactivo, vacunas de vectores recombinantes, vacunas a base de ADN o ARN, vacunas de proteínas) para encontrar una posible vacuna”, añade.
“Sin embargo, los que nos dedicamos a esto, sabemos que este tipo de estudios conllevan a que antes de la obtención y comercialización de un nuevo producto farmacéutico o como es este caso, una nueva vacuna, se realicen una serie de fases que incluirán periodos de estudio relativamente largos y en las que además se deberá ir incrementando el número de población participante”.
En este sentido señala que “para poder obtener resultados satisfactorios y fiables, implicaría haber cumplido con los correspondientes tiempos de espera, imposibles de acortar y a su vez someter los datos obtenidos en cada uno a la rigurosidad de la comunidad científica tan necesaria para la evaluación de los pros y de los contras de cada una”.
"Sabemos que este tipo de estudios conllevan a que antes de la obtención y comercialización de un nuevo producto farmacéutico o como es este caso, una nueva vacuna, se realicen una serie de fases que incluirán periodos de estudio relativamente largos y en las que además se deberá ir incrementando el número de población participante"
En caso de que se consiga desarrollar una o incluso varias vacunas, “no debemos olvidar que no están exentas de riesgos y posibles efectos adversos y se tendría que valorar cuál sería la indicación de vacunación para la población bajo estrictos criterios médicos y si por ejemplo solo se debería optar por vacunar a la población más vulnerable”.
La epidemióloga asegura que otra de las líneas de estudio debería focalizarse “en el análisis y seguimiento de las pautas terapéuticas y de los principales fármacos administrados, durante la evolución de la enfermedad en los distintos pacientes ingresados y en función de su riesgo vital, con la finalidad de poder confeccionar protocolos que sean útiles de compartir entre los hospitales ante la posible amenaza de un rebrote de la enfermedad o en el caso de que nos quedemos conviviendo con ella”.
LA IMPORTANCIA DE LA INMUNIDAD CRUZADA
Sobre el concepto de “inmunidad colectiva o de grupo”, asegura que “resulta muy prometedor y su fundamento básico radica en que si hay personas inmunes dentro de una población (bien por haber sufrido la infección o bien por haber recibido la vacuna) el virus no podría transmitirse de persona a persona con la misma facilidad que si no existiesen esas defensas previas”.
Considera que, para que esta inmunidad pudiese considerarse efectiva, “necesitaríamos que al menos el 55-60% de la población presentase anticuerpos neutralizantes frente al coronavirus”.
“Necesitaríamos que al menos el 55-60% de la población presentase anticuerpos neutralizantes frente al coronavirus”
En el marco de este tema asevera que es más viable hablar de “inmunidad cruzada”. Esta se habría desarrollado con anterioridad como respuesta a la infección por otro coronavirus de los que ocasionan resfriados comunes.
“Se está viendo que el haber tenido estos contagios previos con un microorganismo de la misma familia habría estimulado la producción de anticuerpos por lo que en caso de afrontar un contacto con el nuevo virus la inmunidad no partiría de cero”.
“Sin embargo, algunos de los problemas que surgen en torno a este concepto y para los que todavía no tenemos respuestas son: de que tipo es la inmunidad que se crea, cuál será la cantidad necesaria de anticuerpos neutralizantes que sirvan para generar protección y cuánto durará está en el tiempo”, expresa.
“Además, estamos presuponiendo que la inmunidad solo se produciría por parte de anticuerpos, aunque también conocemos que en el organismo existen otras células capaces de luchar de forma activa contra el virus (denominadas T, consideradas "Natural killer”) y que, a su vez, estimulan a otras (células B) con capacidad de memoria que podrían ser útiles en la batalla contra la enfermedad”, concluye la entrevista.