Inmunidad colectiva. Este ha sido uno de los conceptos que nos ha acompañado prácticamente desde el inicio de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. Una meta fijada por los gobiernos nacionales y los organismos internacionales como garante para regresar a la normalidad perdida a finales de diciembre de 2019. En el momento en el que los Estados miembros de la Unión Europea iniciaban las campañas de vacunación masiva contra la Covid-19, establecieron como objetivo inmunizar al 70% de la población adulta antes de finalizar el verano de 2021.
A medida que las cifras de dosis inoculadas se incrementaban progresivamente en el viejo continente, la situación epidemiológica continuaba variando como consecuencia del surgimiento de nuevas variantes de preocupación que han marcado las distintas olas de la pandemia a las que hemos tenido que hacer frente. La primera en truncar las metas fijadas en materia e inmunización fue la variante Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en India) que posteriormente se vio desplazada a finales de diciembre de 2021 por la variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica). La alta capacidad de transmisión de esta última relegó la importancia de la tan ansiada inmunidad colectiva que durante tantos meses se erigió como el propósito común.
El escenario epidemiológico actual revela altos niveles de protección frente al virus en los países con mayores recursos. Las altas tasas de cobertura vacunal junto con la inmunidad generada tras las cifras récord de contagios derivadas de la expansión de Ómicron se han traducido en una protección generaliza. Esto no es extrapolable a los países de medianos y bajos ingresos, víctimas de la falta de equidad en el acceso global a las vacunas. Ante este contexto, ¿podemos retomar el debate sobre el papel de la inmunidad colectiva, si es que es posible alcanzarlo?
El primer paso para poder elaborar una respuesta lo más fiel a la realidad que vivimos consiste en contar con una definición. Hablar de inmunidad colectiva (también referida como “inmunidad de rebaño”) implica hacerlo de un escenario ideal en el que una población ha alcanzado un elevado nivel de protección frente a un virus, ya sea por medio de las vacunas o por las personas que han logrado superar la infección natural. Los expertos indican que es preferible alcanzar esta meta a través de la vacunación de la población ya que posibilitan la generación de una amplia protección sin poner en riesgo la salud o la vida de las personas.
“El concepto de inmunidad colectiva clásica puede no aplicarse a la Covid-19”
“El concepto de inmunidad colectiva clásica puede no aplicarse a la Covid-19”, manifestaba recientemente en una entrevista concedida a la CNN el doctor Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, y principal asesor en materia de Covid-19 de la Casa Blanca. “Esto significa que vamos a estar con el SARS-CoV-2 circulando entre la población durante un periodo de tiempo considerable”.
El experto expone, a través de un análisis de este concepto publicado en la revista Journal of Infectious Diseases, que existen importantes obstáculos para alcanzar el concepto de inmunidad colectiva clásico ya que esta perspectiva contemplaría la erradicación o eliminación de la Covid-19. “Un objetivo inalcanzable”, remacha.
“La vacunación masiva y los enfoques agresivos de salud pública se han empleado para luchar contra otras enfermedades aparentemente más controlables como el sarampión o la rubéola, causados por un virus con evolución fenotípica limitada. El SARS-CoV-2 y sus ciclos con nuevas variantes presentan un desafío formidable”.
"Estos factores hacen que el SARS-CoV-2 sea imposible de erradicar y difícil de eliminar durante largos periodos de tiempo dentro de grandes áreas geográficas. Por lo tanto, es probable que la Covid-19 continúe con nosotros aunque sea a un nivel muy bajo de propagación comunitaria y con menor severidad"
Un reto similar lo encontramos en la influenza que muta continuamente dando lugar a nuevas variantes con capacidad para escapar a la inmunidad generada tanto por las infecciones naturales como por la vacunación. El mecanismo de transmisión es muy similar y ambos pueden provocar infecciones leves e incluso asintomáticas que dificultan notablemente el control por parte de las autoridades de salud pública. “Además, ni la infección ni la vacunación parecen inducir una protección prolongada contra el SARS-CoV-2 en la mayoría de las personas”, señala.
Ante este panorama Fauci explica que si realmente se demuestra que la inmunidad generada tanto por las infecciones naturales como por las vacunas es de corta duración, o que las variantes de preocupación del virus (VOC, por sus siglas en inglés) continúan sucediéndose, “la propagación viral puede continuar indefinidamente, aunque es de esperar que a un nivel endémico bajo”, afirma, ejemplificando sus palabras con la pandemia de gripe de 1918 “cuyos descendientes virales aún causan brotes y epidemias ocasionales 104 años después”.
“Estos factores hacen que el SARS-CoV-2 sea imposible de erradicar y difícil de eliminar durante largos periodos de tiempo dentro de grandes áreas geográficas. Por lo tanto, es probable que la Covid-19 continúe con nosotros aunque sea a un nivel muy bajo de propagación comunitaria y con menor severidad en un futuro próximo”.
El experto valora positivamente que, después de más de dos años de circulación viral y más de un año después de iniciarse las campañas de vacunación masiva, “tenemos un alto grado de inmunidad, así como medicamentos antivirales y anticuerpos monoclonales para prevenir la progresión de la enfermedad y contamos con una amplia capacidad de pruebas diagnósticas”.
De cara al futuro pone el foco en el desarrollo de vacunas que proporcionen una protección más duradera, e incluso vacunas universales. “Mientras tanto, el control óptimo de la Covid-19 requerirá de enfoques clásicos de salud pública no farmacológicos y la vacunación masiva a nivel global con las vacunas que ya tenemos, con refuerzos y con actualizaciones de antígenos de las vacunas si es necesario. Vivir con la Covid-19 no se considera mejor que alcanzar la inmunidad colectiva, sino que debe ser entendido como la optimización de la protección de la población sin restricciones prohibitivas”, resume concluyendo que “con herramientas efectivas para la prevención y el control de la Covid-19 la vuelta a la normalidad es posible incluso si no se alcanza el concepto clásico de inmunidad de rebaño”.