El SARS-CoV-2 ha provocado la peor pandemia a la que la humanidad ha tenido que hacer frente en, al menos, los últimos 100 años. Una crisis sanitaria que ha supuesto un golpe de realidad para los países que pensaban que contaban con sólidos sistemas sanitarios y que ha puesto de relieve la importancia de invertir en salud, innovación y ciencia como pilares sobre los que se sustenta el conjunto de la sociedad. En los meses más duros de la pandemia, la incertidumbre y el temor fueron origen de un impulso de cambio y solidaridad global que nos hizo vislumbrar un horizonte mejor. La realidad, más de dos años después de la detección de los primeros casos de Covid-19 en la ciudad china de Wuhan, poco o nada ha cambiado.
El mejor ejemplo lo encontramos en la falta de equidad en el acceso global a las vacunas contra la Covid-19. Los países de bajos y medianos ingresos apenas han podido inmunizar a sus poblaciones, mientras las naciones con más recursos han inoculado dosis desde el mismo momento en el que los sueros recibieron la autorización condicional de emergencia por parte de los organismos pertinentes.
La utopía que planteó la pandemia en sus inicios es un arma de doble filo. Echando la vista atrás nos encontramos con un camino de promesas sin cumplir y acciones que no han terminado de materializarse. Esto nos sitúa prácticamente en la casilla de salida a la hora de enfrentarnos a una futura pandemia. Pronóstico nada desdeñable si tenemos en cuenta que la mayoría de las enfermedades que han afectado al ser humano en las últimas décadas encuentran su origen en zoonosis, favorecida por la relación que tenemos con el medio ambiente como demuestran ya los efectos del cambio climático.
Es por esto que existen una serie de lecciones que la pandemia nos ha enseñado y que no pueden caer en el olvido ahora que la gran mayoría de países parecen iniciar la recta final de esta crisis sanitaria. Una meta que no podrá alcanzarse si no atendemos a las citadas y persistentes desigualdades existentes.
La utopía que planteó la pandemia en sus inicios es un arma de doble filo. Echando la vista atrás nos encontramos con un camino de promesas sin cumplir y acciones que no han terminado de materializarse. Esto nos sitúa prácticamente en la casilla de salida a la hora de enfrentarnos a una futura pandemia
Más allá de la falta de equidad en el acceso global a las vacunas, existen otras desigualdades intrínsecas a nuestras sociedades. A medida que las últimas medidas y restricciones establecidas para el control del virus se levantan, nos estamos olvidando de los colectivos vulnerables. Personas que, debido sus patologías, continúan siendo grupos de riesgo frente al SARS-CoV-2. Si avanzamos sin contar con planes específicos orientados a su atención, se corre el riesgo del surgimiento de una nueva variante del virus (opción probable dadas las bajas tasas de cobertura vacunal en los países con menos recursos) más agresiva que pueda golpear de nuevo a los más vulnerables. Y no solo el SARS-CoV-2. Pueden aparecer nuevos virus e incluso las lecciones aprendidas en este tiempo pueden aplicarse en ciertos contextos y espacios como medida preventiva y de protección frente a virus y patógenos ya existentes.
Uno de los grandes problemas a los que hemos tenido que hacer frente a lo largo de toda la pandemia ha sido la desinformación y esta, en términos de salud, se traduce en la pérdida de vidas. En este tiempo hemos sido testigos de un creciente movimiento negacionista del virus y de las vacunas. Personas sin que sin argumentos científicos o médicos sólidos han manipulado y manipulan con el único objetivo de socavar la evidencia científica. Un problema que debería abordarse seriamente, especialmente en relación a las redes sociales.
El escenario epidemiológico actual ha motivado el surgimiento de las voces que apuntan que nos dirigimos a fases más cercanas a la endemia, aunque organismo como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerdan que la pandemia no ha acabado. La relajación de medidas y la progresiva vuelta a la normalidad pueden repercutir negativamente en la investigación sobre el SARS-CoV-2 y la Covid-19.
Nos encontramos en un momento en el que hemos comenzado a conocer en profundidad al coronavirus. Apenas hemos arañado la superficie de aspectos como el Covid prolongado o las implicaciones del virus en el desarrollo de secuelas en múltiples órganos y sistemas. Además, las amplias coberturas vacunales en muchos países pueden traducirse en un descenso de los ensayos clínicos que buscan el desarrollo de vacunas mejoradas y nuevos tratamientos.
“Si bien la atención se aleja cada vez más de la pandemia en muchos países ricos, las debilidades subyacentes que obstaculizan una respuesta y que no han sido abordadas incluso ante el aumento de casos de Ómicron, continúan siendo las mismas. ¿Estamos realmente preparados o simplemente cansados y listos para ‘seguir adelante’ hacia una normalidad anterior que no fue capaz de construir una respuesta adecuada a esta pandemia?”, reflexiona sobre el momento actual que vivimos en The British Medicine Journal el médico experto en enfermedades infecciosas, Abraar Karan.