España afronta su séptima semana bajo el Estado de Alarma decretado por el Gobierno el pasado 14 de marzo para combatir la epidemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que está asolando el país. Los contagiados han superado holgadamente la barrera psicológica de los 200.000 y la cifra de fallecidos se eleva por encima de los 23.000.
Datos. Desde hace semanas todos los españoles miran con temor e incertidumbre el devenir de estos convertidos en el recordatorio de que nuestra vida tardará aún mucho en volver a ser la de antes. Pero, detrás de los números con los que cada día hacemos cábalas y especulamos sobre un horizonte del que únicamente vislumbramos la fragilidad con la que se construye, hay seres humanos. Cada contagiado. Cada fallecido. Una historia.
Resulta imposible hacerse eco de cada una de ellas. Pero es necesario escuchar todas las que se pueda. En medio de esta vorágine de cifras, resulta de vital importancia humanizar los números o, de lo contrario, España nunca llegará a ser consciente de la profundidad del momento trascendental que vivimos.
Conchi Calderón Andrés y Silvia García Calderón son las protagonistas de la historia sobre la que hoy ponemos el foco. Madre e hija residen en un pequeño pueblo de la provincia de Cáceres (Extremadura): Aldeacentenera. Su relato nos recuerda que la Covid-19 ha llegado hasta el último rincón del país.
Sus vidas cambiaron de repente. Conchi trabaja en una residencia de ancianos, uno de los principales focos de contagios debido a la rapidez con la que el virus se ha cebado con nuestros mayores, posicionándoles como uno de los grupos de riesgo. Allí se contagió iniciando un periplo en el que el miedo, la incertidumbre y también la esperanza, han marcado todos sus pasos.
PRIMER TEST POSITIVO: EL MOMENTO QUE LO CAMBIÓ TODO
“Trabajo en una residencia de ancianos y ya habían aparecido allí los primeros casos de la Covid-19. Por protocolo y seguridad, nos hicieron las pruebas correspondientes a las empleadas y di positivo”, comienza su relato Conchi.
Una noticia que recibió como un jarro de agua fría ya que ha sido asintomática. “Esto ha sido lo peor y lo mejor”, expresa recordando la sorpresa con la que recibió la inesperada noticia.
Días antes de la realización del test recuerda “haber pasado un resfriado común”, y durante algunos días perdió el gusto y el olfato. “No tuve fiebre”, recalca asegurando que en todo momento se había sentido bien y desarrollaba su trabajo con total normalidad “siguiendo con las medidas de seguridad correspondientes que nos habían indicado sin enterarme de que ya estaba contagiada”.
Desde que el virus comenzó a circular con mayor rapidez y virulencia por todo el territorio nacional, la residencia en la que trabaja comenzó a adoptar medidas de prevención y seguridad. “Tras el primer caso que tuvimos nos llevaron rápidamente equipos. Teníamos mascarillas, guantes, gafas protectoras, pantallas y batas. Estábamos bien preparados ya que la empresa se encargó de ello”.
Explica que ella ha sido la única trabajadora contagiada. “Cuando di positivo en el test, contábamos con tres residentes contagiados”, de los que dos han acabado falleciendo.
"Tras el primer caso que tuvimos nos llevaron rápidamente equipos. Teníamos mascarillas, guantes, gafas protectoras, pantallas y batas. Estábamos bien preparados ya que la empresa se encargó de ello"
“Lo primero de todo fue el aislamiento total en casa con una habitación y un baño para mí”, explica. Su estado general “ha sido bueno”. “Lo he llevado bastante bien porque la verdad es que no tenía síntomas. Sí que es verdad que la garganta la he tenido como si hubiese padecido una faringitis, algún día que otro he tenido molestias intestinales y he tenido conjuntivitis. Problemas muy leves viendo cómo actúa este virus”.
Una situación que ha afectado por completo a la vida de Silvia. Al convivir con su madre ha cumplido con la misma cuarentena al ser ella un contacto directo.
“Tras el positivo de mi madre el médico de cabecera recomendó que yo me confinara con ella. Si ella estaba infectada yo lo estaría también seguramente (a Silvia solo la realizaron un test al final de la cuarentena). El médico ha estado en contacto telefónico con nosotras, nos indicaba que apuntásemos la temperatura de cada una por la mañana, por la tarde y por la noche para transmitirle esta información”, asegura Silvia.
“Cuando di positivo en el test, contábamos con tres residentes contagiados”, de los que dos han acabado falleciendo
Durante todo este tiempo no ha desarrollado ningún tipo de síntoma de los asociados por las autoridades sanitarias con la enfermedad, aunque ha pasado un periodo de entre dos y tres días con malestar general debido a un cuadro clínico de resfriado. “Nada grave. Me ponía el termómetro y no tuve fiebre en ningún momento. Únicamente cierto malestar general y leve congestión nasal”.
ESTRICTAS MEDIDAS DE SEGURIDAD E HIGIENE
Al convivir con su hija, Conchi ha tenido que extremar las medidas de seguridad e higiene para evitar el contagio. Unas pautas que ella había establecido en su hogar tiempo antes de conocer su positivo tras confirmarse en su lugar de trabajo los primeros infectados.
“Llegaba a casa y me quitaba la ropa. Nunca llevaba el uniforme de trabajo a casa ya que este se lavaba en la residencia. No entraba por la puerta principal de la casa”, explica Conchi señalando que se cambiaba la ropa por la que había sustituido el uniforme, se duchaba y procedía a lavar también esas prendas.
"El médico ha estado en contacto telefónico con nosotras, nos indicaba que apuntásemos la temperatura de cada una por la mañana, por la tarde y por la noche para transmitirle esta información"
“Tengo unos vasos, platos y cubiertos individuales para mí que siempre lavo con agua muy caliente, después desinfecto en un barreño con lejía y posteriormente los aclaro. Todo higienizado al milímetro, mucho lavado de manos, mascarillas puestas en caso de estar cerca, aunque juntas hemos estado lo menos posible a pesar de convivir bajo el mismo techo”, señala recalcando que cada una contaba con un baño y se repartían las estancias de la casa para no coincidir.
Silvia explica que hicieron señales identificativas a todos los cubiertos, platos y vasos para evitar confusiones entre los que utilizaban cada una. “A pesar de que los lavábamos y desinfectábamos, preferíamos este sistema por si acaso”.
“Hemos intentado siempre no estar juntas”, explica Silvia mientras comparte cómo han estado días y días prácticamente sin coincidir en ninguna de las estancias de la casa. “En los pocos casos en los que, por ejemplo, hemos coincidido en el salón, ella se sentaba en un sillón y yo en otro. Cada una en una punta con una separación de más de tres metros”.
“Cada dos por tres fregamos el suelo de toda la casa con agua y lejía al igual que la puerta de entrada de la casa”, recuerda manifestando que el virus ha cambiado hasta los detalles más ínfimos y cotidianos de sus vidas como es compartir un plato de comida. “Hasta con las ensaladas cada una tenía su propio plato para repartirla”.
En relación a todas las medidas de higiene y desinfección ambas aseguran que han puesto en práctica todas aquellas recomendaciones que han visto en los medios de comunicación, con especial atención al lavado frecuente de manos. Este es un hecho que Conchi y Silvia han reiterado como vital a lo largo de toda la entrevista. Un hábito que completan con el uso de geles de solución hidroalcohólica.
EL MIEDO Y EL ESTIGMA SOCIAL
Más allá de los problemas físicos inherentes a la enfermedad y el aislamiento que produce en los enfermos, la Covid-19 está marcada por el halo de incertidumbre derivado del escaso conocimiento sobre el comportamiento del virus. Una situación sobre la que Conchi asegura que le ha llegado a provocar miedo en algunas ocasiones.
“Miedo a lo desconocido”, matiza sus sentimientos. “Especialmente cuando las noticias informan a diario de todo lo que va sucediendo. Miedo también a la soledad porque este es un virus que te aísla de la gente. Si estas hospitalizado tienes que estar solo, en casa estás solo en una habitación y es muy duro”, expresa recalcando que el miedo a la evolución de la enfermedad, a pesar de ser un caso asintomático, es un añadido constante.
“En esta enfermedad desempeña un factor muy importante la opinión pública”
Además de los temores generados por el desconocimiento existente sobre el nuevo coronavirus, Silvia comparte con nosotros un problema que se ha sumado a los causados por el virus: el estigma social.
“En esta enfermedad desempeña un factor muy importante la opinión pública”, asegura. En un pueblo tan pequeño salvaguardar el anonimato de los contagiados es una tarea muy complicada que prácticamente resulta ineficaz ante los rumores.
“He estado confinada con mi madre y a mis oídos ha llegado que la gente aseguraba que, durante el periodo de cuarentena, me habían visto paseando en mi coche. Quieras o no, la opinión pública al final te acaba afectando”, como consecuencia del desconocimiento generalizado que existe todavía a día de hoy entre la población sobre el proceso vírico de la Covid-19, su curación y posibles secuelas.
EL ANSIADO NEGATIVO
Conchi y Silvia han recorrido un largo y duro camino hasta llegar al final de esta historia. Tras el positivo de Conchi y transcurrida la cuarentena necesaria, llegó el momento de la repetición de la prueba.
“En todo este tiempo me han hecho dos pruebas. La primera fue un test rápido, en el que di positivo y, pasados 15 días de cuarentena domiciliaria, me hicieron una prueba PCR en la que el resultado fue negativo”.
“En todo este tiempo me han hecho dos pruebas. La primera fue un test rápido, en el que di positivo y, pasados 15 días de cuarentena domiciliaria, me hicieron una prueba PCR en la que el resultado fue negativo”
“El médico que nos había hecho el seguimiento telefónico domiciliario nos avisó el día antes de realizarnos las pruebas para que estuviésemos al día siguiente en el centro de salud a primera hora. Nos informó que debíamos esperar en el coche hasta que él saliese a avisarnos ya que tenía que preparar todo”, recuerda Silvia explicando que las pruebas se las realizaron siguiendo con todas las medidas de seguridad y prevención por parte del personal sanitario.
Tras recibir ambas la buena noticia, Conchi detalla que la recomendación a seguir ahora es permanecer en su casa durante un periodo adicional de 15 días para asegurar la ausencia del virus, y evitar poder contagiar a otras personas como consecuencia de los restos de la posible carga viral que pueda albergar todavía su organismo.
“En esta nueva cuarentena continuaremos con las mismas medidas que hemos seguido hasta ahora ya que son las que nos han recomendado, como el frecuente lavado de manos, el uso de mascarilla, guantes y mantenimiento de la distancia social”.
“Pregunté al médico si tras el negativo podía ser contagiosa”, explica Silvia. “Me dijo que yo ya no era contagiosa y me explicó que casi seguramente yo ya no podría volver a contagiarme pero que, al ser un virus nuevo, no se sabe al 100% el grado de inmunidad que podemos desarrollar”, concluye Silvia.