¿Qué tipo de inmunidad desarrolla nuestro organismo ante la infección provocada por el SARS-CoV-2? Para responder a esta pregunta ponemos el foco en la evidencia científica recopilada por el Ministerio de Sanidad sobre la respuesta inmune innata y la fisiopatología de la COVID-19.
Cuando el virus penetra en nuestras células activa las vías inmunitarias innatas que inducen activación potente de la vía del interferón (IFN) de tipo I/III, la producción de citocinas proinflamatorias y el reclutamiento de neutrófilos y células mieloides. “Esto puede inducir hiperinflamación o, alternativamente, generar de manera efectiva respuestas inmunes adaptativas que ayuden a eliminar la infección y prevenir la reinfección. La desregulación del sistema renina-angiotensina debido a la regulación a la baja de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ECA2), el receptor del SARS-CoV-2, junto con la activación del IFN de tipo I/III convergen para promover la producción de radicales libres y estrés oxidativo. Esto agrava el daño tisular en el sistema respiratorio, pero también conduce a una activación generalizada de las vías de coagulación que favorecen la trombosis”, recoge el documento elaborado por Sanidad denominado “Información sobre la inmunidad y el desarrollo de vacunas frente a COVID-19”.
La evidencia nos dice que cualquier virus con capacidad de infectar a los seres humanos y causar enfermedad, debe presentar algún mecanismo de evasión inmunológica. Si no cuenta con esta característica, estaríamos hablando de un virus, generalmente, inofensivo. Este es un punto crucial ya que la comprensión de cómo es capaz de evadir la respuesta generada por nuestro sistema inmune es vital a la hora de entender su patogénesis y los desafíos a los que se enfrenta tanto el sistema inmune adaptativo como los posibles candidatos a vacuna desarrollados para combatirlo.
“A diferencia del SARS-CoV y el MERS, el SARS-CoV-2 tiene muchas estrategias para evadir la respuesta inmune innata y subvertir la vía del IFN. Esto facilita la replicación viral generalizada, a la vez que el aumento de la carga viral ocasiona daño celular y tisular y probablemente conduce a una exacerbación e hiperinflamación de la respuesta inmune innata una vez que se desencadena”, expone el referido documento de Sanidad.
En base a los expuesto, la entrada del SARS‐CoV‐2 a través del ECA2, es el primer paso para el desencadenamiento de varias líneas de respuestas inmunes aumentadas y perjudiciales que implican la activación del complemento, la activación inmune innata a través de patrones moleculares asociados al virus (PAMPS) y patrones moleculares asociados al daño tisular (DAMPS), la activación del inflamasoma, piroptosis, activación de células asesinas naturales (Natutal Kiler, NK), hiperactivación de macrófagos, neutrófilos y células T innatas e inducción de una tormenta de citocinas.
¿CÓMO SE GENERA LA INMUNIDAD ADAPTATIVA?
Si hablamos del sistema inmunológico adaptativo debemos poner el foco en tres componentes primordiales: células B (responsables de generar anticuerpos), las células T CD4 + y las células T CD8 +. La evidencia científica con la que se cuenta hasta la fecha aglutina suficiente información sobre la generación de anticuerpos neutralizantes en el curso de la infección por SARS-CoV-2.
“En los diversos estudios se ha demostrado que los anticuerpos que tienen mayor potencia neutralizante son los que se dirigen a una zona concreta de la proteína S que coincide con la región de unión a las células humanas (RBD, por sus siglas en inglés de Receptor Binding Domain)”
“En los diversos estudios se ha demostrado que los anticuerpos que tienen mayor potencia neutralizante son los que se dirigen a una zona concreta de la proteína S que coincide con la región de unión a las células humanas (RBD, por sus siglas en inglés de Receptor Binding Domain)”.
Las células T CD8 + son las principales células inflamatorias y desempeñan un papel fundamental a la hora de eliminar virus. Los linfocitos totales, las células T CD4 +, las células T CD8 +, las células B y las células asesinas naturales (natural killer) han sido asociadas por diversos estudios con la respuesta “hiper- inflamatoria” ante la infección por COVID-19, especialmente las células T CD8 + y la relación CD4 + / CD8 +. Se ha demostrado que la infección por SARS-CoV-2 produce una respuesta celular de CD4+ y CD8+ potente, lo que está a favor de la inmunidad protectora tras la infección natural.
¿CUÁNTO DURA LA INMUNIDAD?
La duración de la inmunidad generada frente al SARS-CoV-2, ya sea mediada por las vacunas que se están inoculando o por el curso de la infección natural, es una de las cuestiones que mayor número de incógnitas plantea en esta pandemia. El principal problema a la hora de dar respuestas es el corto periodo de relación del virus con el ser humano, por lo que se desconoce la duración de la memoria inmune y de la inmunidad protectora tras superar la enfermedad o una vez se ha completado la pauta de vacunación.
“En conclusión, y a la espera de nuevos estudios, con los datos disponibles hasta ahora, es probable que la memoria de las células T, la memoria de las células B y los anticuerpos persistan durante años en la mayoría de las personas infectadas por el SARS-CoV-2”
El Ministerio de Sanidad indica en el documento que nos ocupa que “para responder a la pregunta de si el SARS-CoV-2 induce la memoria inmunitaria, se necesitan datos de al menos seis meses después de la infección”.
Varios estudios han evaluado la memoria de las células T y B a los seis meses o más después de la infección por SARS-CoV-2. Al evaluar específicamente las células T a los seis meses después de la infección en 95 sujetos, un estudio encontró células TCD4 + de memoria en el 90% de los casos y células TCD8 + de memoria en el 70% de los casos.
Una investigación similar ha hallado resultados similares empleando diversas técnicas. Las células B de memoria se han evaluado seis meses después de COVID-19 en múltiples estudios. En una cohorte de 188 casos, las células B de memoria específicas para la proteína de la espícula, RBD y nucleocápside fueron detectables en el 100% de los sujetos a los seis meses o más después de la infección.
En particular, las células B de memoria se incrementaron con el tiempo, con más células B de memoria RBD a los seis meses que al mes de la infección. Cabe señalar que, transcurridos los seis meses, las células no solo habían aumentado en número, sino que habían experimentado una maduración por afinidad y expresaron anticuerpos neutralizantes de mayor potencia.
La característica definitoria de la memoria inmune de COVID-19 es la heterogeneidad. Los distintos compartimentos de la respuesta inmune, los anticuerpos específicos frente al virus, las células B de memoria, las células T CD4 + de memoria y las células T CD8 + de memoria presentan patrones diferentes en los distintos individuos y a lo largo del tiempo.
“En conclusión, y a la espera de nuevos estudios, con los datos disponibles hasta ahora, es probable que la memoria de las células T, la memoria de las células B y los anticuerpos persistan durante años en la mayoría de las personas infectadas por el SARS-CoV-2”, concluye el documento.