La creciente evidencia científica relativa al denominado como “COVID prolongado” ha alertado a las autoridades de todo el mundo ante sus posibles consecuencias para la salud pública. Especialmente en aquellos casos en los que las infecciones se han cursado de forma asintomática o leve ya que no están exentos de desarrollarlo, tal y como sugieren diversos estudios. Uno de los principales focos de preocupación se sitúa en los niños ya que, por el momento, no están siendo vacunados contra la COVID-19 (menores de 12 años) y el inicio del curso escolar podría producir un incremento de las infecciones.
Por norma general, los niños y jóvenes suelen cursar la enfermedad de forma leve o asintomática, pero esto no quiere decir que no puedan desarrollar algún tipo de secuela o daño derivado de la infección. Ante esta fotografía un grupo de investigadores del Imperial College de Londres analizó a jóvenes británicos con edades comprendidas entre los 11 y los 17 años que habían dado positivo en COVID-19 entre los meses de septiembre y marzo del pasado año. La investigación sugiere que entre el 2 y el 14% de estos todavía mostraban síntomas asociados a la enfermedad hasta 15 semanas después de superar la infección.
Los autores del estudio recalcan que es importante que las personas que presenten síntomas persistentes, entre los que destacan los dolores de cabeza, cansancio y dificultades respiratorias, busquen cuanto antes atención médica.
Sobre este gran estudio realizado en Reino Unido y que aún no ha sido publicado en ninguna revista científica, hay un aspecto importante a destacar: se han recopilado datos de jóvenes que nunca han dado positivo en una prueba de detección de la COVID-19, lo que eleva la muestra total analizada hasta los 50.000 sujetos.
Tomando como referencia el total de la muestra, el 53% de los participantes en el estudio ha reportado, al menos, un síntoma persistente en las siguientes 15 semanas. Los expertos explican que puede deberse al hecho de que son síntomas comunes a la población general, pero no se descarta completamente que algunos puedan ser casos asintomáticos no diagnosticados.
“Nuestros datos destacan que otras enfermedades, como los resfriados o la gripe, también pueden tener síntomas prolongados y es importante tener esto en cuenta a la hora de planificar los servicios de atención pediátrica durante la pandemia y en el futuro”
Un grupo de investigadores del King’s College de Londres ha desarrollado un estudio centrado en analizar cómo afecta el COVID prolongado a niños y jóvenes con edades comprendidas entre los cinco y los 17 años. Los resultados han sido publicados en la revista Lancet Child and Adolescent Health.
La principal conclusión de estudio sugiere que es poco probable que los niños infectados por el SARS-CoV-2 desarrollen efectos a largo plazo. Menos del 2% presentó síntomas con una duración superior a las ocho semanas. El estudio ha revisado los datos de 1.734 niños con un inicio y final claro de síntomas y un resultado positivo de prueba PCR.
La investigación revela que menos de uno de cada cuatro menores (4,4%) experimentó síntomas durante cuatro semanas o más. En el grupo de niños con edades comprendidas entre los cinco y los 11 años, la infección tuvo una duración media de cinco días. Si atendemos al grupo de menores de entre 12 y 17 años, el curso de la enfermedad aumentó en dos días hasta alcanzar los siete.
En cuanto a los síntomas más comunes reportados por los niños destacan los dolores de cabeza, cansancio, dolor de garganta y pérdida de los sentidos del gusto y/o el olfato. Los responsables de la investigación afirman en la citada cabecera que resulta “tranquilizador” que no se hayan encontrado informes de síntomas neurológicos graves como ataques o convulsiones, problemas de concentración o ansiedad.
Los investigadores también han evaluado a los niños que reportaron resultados negativos en las pruebas diagnósticas de la COVID-19, pero que podrían haber tenido otras dolencias como resfriado o gripe. De esta forma hallaron que los estaban infectados por el SARS-CoV-2 tenían un promedio de duración de la enfermedad de seis días, en comparación con los tres días en el caso de los niños con otras dolencias. Un dato muy llamativo es que, transcurridas cuatro semanas, los niños con gripe o resfriado tendían a tener más síntomas que los menores que habían superado la COVID-19.
“Nuestros datos destacan que otras enfermedades, como los resfriados o la gripe, también pueden tener síntomas prolongados y es importante tener esto en cuenta a la hora de planificar los servicios de atención pediátrica durante la pandemia y en el futuro”, concluye el doctor Michael Absoud, autor principal del estudio.