El debate sobre las dosis de refuerzo continúa abierto. Más allá de una dosis de refuerzo, la eficacia derivada de la administración de más es limitada. En este sentido la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) ha llegado a afirmar que una estrategia sustentada sobre la inoculación repetida de refuerzos cada cierto tiempo no es sostenible en el tiempo, e incluso podría reducirse la cantidad de anticuerpos que se generan tras cada pinchazo. Más si tenemos en cuenta que la composición de las vacunas no ha variado, mientras que las nuevas variantes de preocupación del SARS-CoV-2 (VOC, por sus siglas en inglés), si lo hacen y difieren notablemente de la cepa original sobre la que se han desarrollado los sueros detectada en Wuhan (China) a finales de diciembre de 2019.
Las dosis de refuerzo sí desempeñan un papel fundamental en personas con sistemas inmunológicos comprometidos que no son capaces de generar una protección equiparable a la de la población sana con la administración de la misma pauta de vacunación. También se ha focalizado su posible necesidad en los profesionales sanitarios al encontrarse en primera línea en la lucha contra el virus. ¿Realmente necesitan una cuarta dosis?
Para responder a esta pregunta analizamos los resultados de un estudio clínico abierto, no aleatorizado formado por una muestra de 1.050 trabajadores sanitarios. El principal objetivo de este trabajo publicado por New England Journal of Medicine es el de evaluar la inmunogenicidad y la seguridad de una cuarta dosis de la vacuna contra la Covid-19 desarrollada por Pfizer/BioNTech (BNT162b2) o Moderna (Mrna-1273). Esta cuarta dosis (o segunda dosis de refuerzo) se administró con Pfizer en 154 individuos de la muestra y con Moderna en otros 120, cuatro meses después de recibir la tercera dosis (primera dosis de refuerzo tras una pauta primaria de vacunación de dos dosis). Para cada uno de estos sujetos se seleccionaron dos controles emparejados por edad de los pacientes elegibles restantes.
El análisis revela que, tras la inoculación de esta cuarta dosis, ambas vacunas de ARNm indujeron una respuesta de anticuerpos IgG y se produjo un incremento de los anticuerpos neutralizantes. Cada medida aumentó por un factor de nueve a 10, obteniéndose títulos ligeramente superiores a los alcanzados tras la inoculación de la tercera dosis. En estos términos no se ha apreciado una diferencia significativa entre ambas vacunas.
"Junto a los datos previos que mostraban la superioridad de una tercera dosis frente a una segunda dosis, nuestros resultados sugieren que la inmunogenicidad máxima de las vacunas de ARNm se logra después de tres dosis y que los niveles de anticuerpos pueden restaurarse con una cuarta dosis"
Los responsables del estudio indican que en este mismo tiempo los niveles de anticuerpos en el grupo de control continuaron disminuyendo. Ambos sueros indujeron un aumento en la neutralización de la variante Ómicron (B.1.1.529, detectada originalmente en Sudáfrica), así como frente a otras cepas virales por un factor de aproximadamente 10. Un resultado muy similar al reportado tras la inoculación de la tercera dosis.
“Descubrimos que la cuarta dosis no condujo a eventos adversos sustanciales a pesar de desencadenar síntomas sistémicos y locales leves en la mayoría de los receptores”, exponen los autores.
Se ha realizado una minuciosa vigilancia mediante pruebas que señala que el 25% de los participantes en el grupo de control estaban infectados con la variante Ómicron, en comparación con el 18,3% de los participantes del grupo al que se le administró una cuarta dosis de Pfizer, y el 20,7% que recibió Moderna. “La eficacia de la vacuna contra la infección por SARS-CoV-2 fue del 30% para la vacuna de Pfizer y del 11% para Moderna”.
Sin embargo, “la mayoría de los participantes infectados eran potencialmente infecciosos, con cargas virales relativamente altas”, detallan los autores. En base a esto indican que se ha estimado que la eficacia de la vacuna era mayor para la prevención de la enfermedad sintomática (43% en el caso de Pfizer y 31% en el caso de Moderna).
“Nuestros datos proporcionan evidencia de que una cuarta dosis de la vacuna de ARNm es inmunogénica, segura y algo eficaz, principalmente contra la enfermedad sintomática. Una comparación de la respuesta inicial a la cuarta dosis con la respuesta máxima a una tercera dosis no mostró diferencias sustanciales en la respuesta humoral o en los niveles de anticuerpos neutralizantes específicos de Ómicron”, resumen los autores.
“Junto a los datos previos que mostraban la superioridad de una tercera dosis frente a una segunda dosis, nuestros resultados sugieren que la inmunogenicidad máxima de las vacunas de ARNm se logra después de tres dosis y que los niveles de anticuerpos pueden restaurarse con una cuarta dosis. Además, observamos una baja eficacia de la vacuna contra las infecciones en los trabajadores de la salud, así como cargas virales relativamente altas que sugieren que quienes estaban infectados eran infecciosos”, concluyen destacando que una cuarta dosis en profesionales sanitarios jóvenes y sanos puede tener “beneficios marginales”.
Como limitación al estudio cabe señalar que no se ha evaluado en poblaciones de más edad y vulnerables.