Nadie estará a salvo hasta que todos los estemos. Nos encontramos ante una de las máximas más repetidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que recoge una dura crítica a la falta de equidad global en el acceso a las vacunas desarrolladas contra la Covid-19. La variante Ómicron (B.1.1.529) fue detectada en Sudáfrica a finales del mes de noviembre de 2021 y en menos de un mes y medio había conseguido desplazar a Delta (B.1.617.2, detectada originalmente en India) como la variante dominante a nivel global.
La rapidez con la que Ómicron se ha propagado nos recuerda que la pandemia no ha finalizado y que los riesgos que plantea el SARS-CoV-2 continúan siendo reales. Cuanto mayor sea la circulación del virus, mayores serán las posibilidades de que surja una nueva variante que comprometa la inmunidad conseguida a través de la infección natural o las vacunas o provoque una enfermedad más grave.
Mientras que en los países con mayores recursos las campañas de vacunación masiva contra la Covid-19 han avanzado hasta el punto de estar ya inoculando dosis de refuerzo en poblaciones jóvenes y sin patologías preexistentes, las naciones con bajos ingresos dependen de la caridad internacional y de la plataforma COVAX para inmunizar a sus poblaciones.
En muchos casos las coberturas vacunales en estos territorios apenas han cubierto ya a los grupos vulnerables y profesionales sanitarios. Si ponemos el foco en África, solo el 11% la población del continente cuenta con la pauta completa.
Sin lugar a dudas la falta de equidad en el acceso a las vacunas se ha erigido como una de las barreras más importantes, a pesar de las advertencias de organismos como la OMS o la ONU a los países para mejorar no solo la distribución de los sueros, sino apostar también por una necesaria capacidad de producción ampliada más allá de las fronteras marcadas por los ingresos económicos de cada nación. El despliegue de la vacunación debe ser equitativo y justo a nivel mundial o, de ninguna otra manera, conseguiremos controlar la pandemia.
¿QUÉ NECESITA UN PAÍS PARA VACUNAR CON ÉXITO A SU POBLACIÓN?
Nos encontramos ante una cuestión que plantea un prisma de complejas aristas. La base fundamental para avanzar en la inmunización de las poblaciones frente a la Covid-19 se asienta sobre un suministro seguro de vacunas. De acuerdo con los datos publicados por la Plataforma de Responsabilidad Global COVID (COVID GAP, por sus siglas en inglés), en noviembre de 2021 (mes en el que recordemos se produjo la detección de los primeros casos de Ómicron en Sudáfrica), los países miembros del G7 solo habían hecho llegar a los países de ingresos bajos y medios (LMIC, por sus siglas en inglés) el 20% de las dosis prometidas.
Si ponemos el foco en África, solo el 11% la población del continente cuenta con la pauta completa
En algunos casos, las dosis que los países más ricos donan a los más pobres se encuentran próximas a caducar. El mecanismo COVAX ha reiterado en numerosas ocasiones que “no realiza donaciones de vacunas que estén próximas a su caducidad”.
"La operativa de COVAX parte de dosis entregadas directamente desde las plantas de fabricación, y COVAX se responsabiliza de la conservación y distribución de las vacunas hasta el país destinatario de la donación", explican. El motivo reside en que los países receptores de los sueros necesitan contar con tiempo suficiente para organizar internamente tanto el despliegue como la administración de los sueros.
Los requisitos de COVAX enlazan directamente con el segundo factor clave para que un país consiga vacunar de forma óptima a su población: infraestructura. Muchos de los países con menos recursos no cuentan con infraestructuras adecuadas en materia de salud lo que dificulta el almacenamiento de las vacunas, centros de vacunación accesibles y personal sanitario cualificado.
Un problema añadido es la escasez de los equipos necesarios para las inmunizaciones. Señalar además que la voluntad de la sociedad a vacunarse puede verse afectada por una falta de alfabetización en materia sanitaria, más ante un virus como el SARS-CoV-2 con el que el ser humano lleva conviviendo un tiempo relativamente corto.
La OMS anunciaba el pasado 18 de febrero la elección de Egipto, Kenia, Nigeria, Senegal, Sudáfrica y Túnez como los receptores de la tecnología necesaria para la producción de vacunas de tecnología de ARNm
Una de las grandes polémicas en este contexto ha sido la exención temporal sobre los derechos de propiedad industrial de las vacunas y la liberalización de las patentes. Un debate complejo ya que busca la conciliación de intereses que, a primera vista, son contrapuestos ya que construyen una balanza en la que se encuentran la salud pública a nivel global y los intereses comerciales de las compañías farmacéuticas.
Entre los argumentos esgrimidos por los países y expertos que están a favor de la liberación de las patentes destacan que la pandemia es un problema de salud pública global que debe atajarse con soluciones que nunca antes se habían planteado. Destacan además la falta de capacidad de producción por los fabricantes incapaz de satisfacer la creciente demanda y la financiación pública para el desarrollo de algunas vacunas contra la Covid-19.
En el lado contrario encontramos argumentos que exponen que dar este paso supondría una merma económica para los titulares de las patentes ya que no monetizarían la inversión realizada para el desarrollo de los sueros. Añaden que, aunque se liberasen las patentes, los países con menos recursos no cuentan con personal cualificado, tecnologías ni infraestructuras que permitan asumir todo el proceso que implica la fabricación de las dosis.
¿QUÉ PASOS SE ESTÁN DANDO?
En base a las ideas expuestas a lo largo de estas líneas vemos que uno de los principales problemas reside en el hecho de que los países con menos recursos no cuentan con infraestructuras, personal cualificado y tecnologías emergentes que les permitan fabricar los sueros. Y la solidaridad internacional no está siendo la tónica en una pandemia en la que la demanda es muy superior a la oferta y los países con más recursos han acaparado dosis de las vacunas hasta alcanzar cifras indecentes que duplicaban o triplicaban sus poblaciones elegibles para la inmunización.
En este contexto la OMS anunciaba el pasado 18 de febrero la elección de Egipto, Kenia, Nigeria, Senegal, Sudáfrica y Túnez como los receptores de la tecnología necesaria para la producción de vacunas de tecnología de ARNm. Una decisión adoptada en la última cumbre organizada entre la Unión Europea y la Unión Africana. Un punto de encuentro celebrado en Bruselas (Bélgica) en el que los líderes africanos acusaron a los europeos de acaparar las dosis de las vacunas, siendo precisamente la liberalización de las patentes uno de los puntos de desencuentro en esta cumbre.
Uno de los principales problemas reside en el hecho de que los países con menos recursos no cuentan con infraestructuras, personal cualificado y tecnologías emergentes que les permitan fabricar los sueros
"Ningún otro evento como la pandemia de Covid-19 ha demostrado que la dependencia de unas pocas empresas para el suministro de bienes públicos globales es limitante y peligrosa. En el mediano y largo plazo, la mejor manera de abordar las emergencias de salud y alcanzar la cobertura universal de salud es aumentar significativamente la capacidad de todas las regiones para fabricar los productos de salud que necesitan, con el acceso equitativo como punto final primario", aseveraba el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, durante la cumbre.
La necesaria transferencia tecnológica de las vacunas se desarrollará a través del Centro Mundial de Transferencia de Tecnología de la OMS, que se estableció en 2021 con el objetivo de ayudar a los fabricantes de países de ingresos bajos y medios en la producción de sus propias vacunas, asegurando que cuenten con todos los procedimientos operativos y los conocimientos necesarios para fabricar vacunas de ARNm a escala y de acuerdo con las normas internacionales.
Dentro de las actividades de fortalecimiento regulatorio de la OMS en los países de bajos y medios ingresos se optimizarán mediante una herramienta que posibilitará una evaluación comparativa a nivel global de la capacidad de los países para garantizar la calidad, seguridad y la eficacia de los productos de salud.
Recientemente la OMS anunciaba además el establecimiento en Corea del Sur de un centro para capacitar a los países de ingresos medios y bajos en la producción de sus propias vacunas y tratamientos. “Actualmente, las instalaciones de capacitación en biofabricación están ubicadas principalmente en países de altos ingresos lo que las sitúa fuera del alcance de muchos países con bajos ingresos”, afirmaba el director general de la OMS.
La OMS también ha informado de que Bangladesh, Indonesia, Pakistán, Serbia y Vietnam recibirán apoyo de su centro de transferencia de tecnología de ARNM radicado en Sudáfrica.
La OMS persigue con estos pasos extender el desarrollo de las capacidades para la producción nacional y regional a todas las tecnologías de la salud.
Estas iniciativas tardarán en materializarse, pero al menos son pasos que ya se están dando y que sientan las bases para una mayor independencia de los países con menos recursos y sientan un precedente para comenzar a avanzar y cambiar el sentimiento de paternalismo y caridad que impregna la relación entre los países con más y menos recursos. Más si tenemos en cuenta que el SARS-CoV-2 no será, con toda probabilidad, la última pandemia a la que la humanidad tendrá que hacer frente por lo que al menos deberíamos extraer algunos aprendizajes de la situación actual y reforzar la salud pública a nivel global en la medida de lo posible.