La crisis desencadenada por la Covid-19 y las medidas de confinamiento que se adoptaron de la noche a la mañana han repercutido directa o indirectamente en la salud psicológica en toda la población, siendo más evidente en las personas que con enfermedad mental.
Sin embargo, en el Día de la Salud Mental que se celebra este 10 de octubre, es bueno preguntarse si la sociedad podría aprender de estas personas que sufren algún tipo de enfermedad mental, que, con su experiencia en el manejo del duelo, el sufrimiento, la ansiedad, la depresión y la sensación de vulnerabilidad que marca sus vidas, pueden mostrar el camino al resto de la sociedad en el empeño de lograr el bienestar ante la adversidad.
La Asociación de Iniciativas Sociales AISS es una red de pisos tutelados para personas con enfermedad mental que opera en Madrid hace más de 20 años. Ana Villota es su directora y fundadora, y reflexiona al respecto: “Nuestros residentes nos están dando una lección de resiliencia y nos están enseñando a manejar el sufrimiento de una manera muy práctica”, explica.
“La privación de libertad de movimientos es una prueba de fuego para una sociedad acostumbrada a desenvolverse libremente. Nunca imaginamos que nos veríamos enclaustrados en nuestras casas, que tendríamos que reconfigurar nuestras rutinas de familia, trabajo y relaciones sociales”.
“Hasta ahora, estábamos habituados a trabajar sobre las necesidades de nuestros residentes, pero la pandemia nos ha obligado a reconfigurar sus circunstancias y las nuestras particulares. Su actitud nos ha sorprendido y nos ha enseñado muchas cosas. Este Día tan importante para nosotros, cuyo lema es ‘Salud mental y bienestar una prioridad' señalado en el calendario mundial, podríamos aprovecharlo para extraer algunas lecciones que hemos aprendido conjuntamente, pacientes y profesionales”, expresa.
El quid de la cuestión está en que las personas que padecen enfermedades mentales tienen el sufrimiento como denominador común. En la sociedad actual, las enfermedades psiquiátricas más comunes se entienden como debilidad y este es un factor que contribuye a la estigmatización de estas personas. Sin embargo, las que deciden enfrentarse a su enfermedad y trabajar sobre ella día a día, demuestran una gran valentía al encarar el reto de aprender a manejar los factores que les provoca dicho sufrimiento. Muchas de estas personas lo consiguen con ayuda psicoterapéutica y psicofarmacológica. Pero por encima de todo, lo consiguen gracias a una labor perseverante de años de trabajo donde su voluntad de salir adelante con la ayuda profesional es la base para conseguir resultados positivos.
"El valor que demuestran todos los días las personas que trabajan sobre su miedo, su ansiedad y su sufrimiento nos enseña que todos somos vulnerables. Puede ser un buen principio para comprenderlos y empezar a luchar sobre la injusta estigmatización"
Con esfuerzo, pueden lograr un grado de resiliencia que les permite enfrentarse a las adversidades sin verse afectados total o parcialmente en las funciones psíquicas o anímicas. Pueden llegar a adaptarse con mayor versatilidad a las circunstancias o acontecimientos que perturban o interfieren en su bienestar y en su tranquilidad.
Este trabajo persistente ha contribuido a que acepten mejor la disrupción sobrevenida de los roles cotidianos que ha sufrido toda la ciudadanía de la noche a la mañana con motivo de la pandemia, sin apenas tiempo para reconfigurar su rol de vida habitual. Y lo han hecho de manera muy práctica y muy natural.
Ana Villota resalta que esta actitud que ha encontrado en gran parte de los pacientes de AISS ha facilitado el desarrollo de protocolos nuevos para adaptarse a las nuevas circunstancias sin apenas tiempo para asimilarlas. Así pues, la actitud y la experiencia de estos residentes en el manejo de su propio duelo y sufrimiento ha contribuido a que el equipo multidisciplinar que trabaja con ellos se sintiera más respaldado y más seguro. Incluso, ellos mismos han comprobado cómo el trabajo llevado a cabo entre pacientes y profesionales durante años, ha generado una relación de complicidad que ha facilitado, en parte, la superación de algunos momentos muy críticos en los que la desestabilización psicológica de unos y otros podía producirse, y, de hecho, ha llegado a producirse, como consecuencia del estrés continuado que supone el confinamiento.
La experiencia de la pandemia está siendo dura a nivel global en todos los ámbitos, pero este Día de la Salud Mental es también un buen momento para destacar que las personas que sufren algún tipo de sufrimiento provocado por su propia salud psíquica también pueden contribuir con su experiencia al bienestar del resto de la sociedad que se "creía a salvo" de esta angustia.
Ana Villota dice: “La pandemia nos ha puesto contra las cuerdas a toda la ciudadanía sin excepción y ha hecho que todos experimentemos situaciones y sensaciones desconocidas que hasta ahora pensábamos que son ajenas a nosotros. Precisamente el valor que demuestran todos los días las personas que trabajan sobre su miedo, su ansiedad y su sufrimiento nos enseña que todos somos vulnerables. Puede ser un buen principio para comprenderlos y empezar a luchar sobre la injusta estigmatización de la que todavía son víctimas sin justificación alguna”.