La creciente evidencia científica relacionada con el denominado como “COVID prolongado” muestra que el número de personas que, una vez han conseguido superar la enfermedad continúa mostrando síntomas persistentes y secuelas, está en aumento. Incluso entre aquellos que cursaron la infección de forma leve o asintomática, como es el caso de los grupos poblacionales de menor edad.
Dificultad respiratoria, disfunción cognitiva (conocida popularmente como “niebla mental”) y la fatiga son los síntomas persistentes más comunes tras superar la COVID-19 de acuerdo a la experiencia compartida a través de la Organización Mundial de la Salud, por la doctora Janet Díaz. “Hemos identificado más de 200 síntomas”, expresa comentando algunos adicionales como dolor en el pecho, dificultad para hablar, ansiedad, depresión, fiebre, dolores musculares, pérdida de los sentidos del gusto y/o del olfato. “La lista es bastante larga pero los tres referidos en primer lugar son los que se han descrito de forma más común”.
“En cuanto al tratamiento específico, todavía no tenemos uno”, lamenta argumentando que el principal problema que existe todavía es la falta de comprensión sobre el COVID prolongado
“Nuestra comprensión sobre la duración de esta afección aún no está completamente clara. Se ha descrito que la condición puede durar tres meses, aunque algunos la han padecido hasta seis e incluso nueve meses. Llevamos poco más de un año y medio de pandemia por lo que todavía hay que realizar más estudios y seguimiento de los pacientes que desarrollan COVID prolongado para analizar la resolución de los síntomas”, aclara.
Una de las cuestiones más planteadas ante este problema es si existen tratamientos. En relación a esto la doctora afirma que es muy importante que cualquier persona que haya superado la COVID-19 y experimente cualquier tipo de síntoma persistente “debe buscar atención médica”. Considera que esta atención puede ser multidisciplinar en la mayoría de los casos dada el amplio espectro de actuación del virus.
“En cuanto al tratamiento específico, todavía no tenemos uno”, lamenta argumentando que el principal problema que existe todavía es la falta de comprensión sobre el COVID prolongado. “A medida que aprendamos más sobre las causas o el mecanismo real de desarrollo de la enfermedad esperamos contar con tratamientos específicos”, pronostica.
“Todavía tenemos mucho que aprender sobre el impacto de la vacunación y la afección posterior a la COVID-19. Sin embargo, está muy claro que prevenir la infección por SARS-CoV-2 es la mejor manera de evitar el COVID prolongado. Sabemos que el uso de las vacunas reduce las hospitalizaciones y la mortalidad y, por lo tanto, todos aquellos que tengan opción de vacunarse deben hacerlo. Las medidas de salud pública como el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y el frecuente lavado de manos son de suma importancia para prevenir la COVID-19”, concluye la experta de la OMS.