Dos años de pandemia Covid y de investigación: impresionantes avances, pero desperdicio de recursos

Una revisión de todos los tratamientos probados y aprobados contra la Covid-19 concluye que el 90% de los estudios realizados en Estados Unidos no proporcionaron respuestas definitivas

Sanitarios atienden a un paciente Covid. (Foto. Eduardo Parra EP)
Sanitarios atienden a un paciente Covid. (Foto. Eduardo Parra EP)

Tecnología ARN mensajero, anticuerpos monoclonales, inhibidores de la replicación del SARS-CoV-2, antiinflamatorios no esteroides, corticoides, inmunomoduladores o inhibidores del complemento. Dos años de pandemia y miles de ensayos clínicos y de estrategias para crear tratamientos contra un nuevo virus que ha creado la mayor pandemia conocida hasta el momento. En este tiempo la Covid-19, la enfermedad causada por el virus respiratorio SARS-CoV-2, ha provocado más de 623 millones de casos y más de 6,5 millones de muertes, según datos de Our World in Data a fecha de 12 de octubre.

Desde el primer momento, equipos de investigación han buscado una forma de evitar la trasmisión, la enfermedad grave y tratar los síntomas de esta enfermedad viral. Tal ha sido el volumen de estudios que ha supuesto en algunos casos un desperdicio de recursos. Así concluye la mayor actualización hasta el momento de los medicamentos para la prevención y el tratamiento de la Covid, publicada esta semana en la revista ‘Frontier in Pharmacology’. De la gran cantidad de estudios que se han realizado, solo en Estados Unidos el 90% eran estudios pequeños y limitados que no han dado “una respuesta definitiva”. Hasta cuatros tratamientos no han obtenido evidencias suficientes, y ocho tratamientos sobre los que se ha promocionado su utilización fuera de las esferas científicas no tienen evidencias de su eficacia contra la Covid (caso de la colchicina y la cloroquina).

Estos dos años han supuesto un “impresionante esfuerzo y unos avances sin precedentes en la historia moderna"

Pese a esta cifra, los investigadores no dudan en señalar que estos dos años han supuesto un “impresionante esfuerzo y unos avances sin precedentes en la historia moderna para comprender la naturaleza y los mecanismos fisiopatológicos subyacentes a la infección por SARS-CoV-2 y el amplio espectro de manifestaciones clínicas de la enfermedad asociada, Covid-19”.En un primer momento con ingresos masivos y hospitales colapsados, los primeros tratamientos se centraron en tratar la enfermedad grave, mientras la investigación seguía para conseguir unas vacunas, que llegarían un año después de los primeros casos a nivel mundial. Desde que aparecieran, el foco de investigación se ha ampliado a detener la progresión de la enfermedad desde los primeros síntomas.

MULTITUD DE TRATAMIENTOS CON MAYOR O MENOR EFICACIA

Durante el largo estudio, los investigadores han revisado la eficacia y seguridad de los tratamientos farmacológicos específicos para este coronavirus desarrollados en los últimos dos años. Entre ellos nos encontramos fármacos que inhiben la replicación del SARS-CoV-2. Estos se han demostrado que son más eficaces si se administran en el curso temprano de la enfermedad, y tras múltiples ensayos en los que a veces el beneficio no era  suficiente o se demostraba un mejor resultado en uso conjunto con otros fármacos, finalmente se aprobaron. “En conclusión, en los últimos meses, además del primer antiviral aprobado para el tratamiento de COVID-19, remdesivir, dos nuevos medicamentos antivirales, molnupiravir y paxlovid, han recibido permisos de comercialización en diferentes países. Ambos medicamentos están disponibles para uso oral en pacientes no hospitalizados, pero ninguno de ellos es una panacea”, indican los investigadores que añaden que actualmente “se está desarrollando una gran cantidad de antivirales que se dirigen a la polimerasa SARS-CoV-2 o la proteasa principal. También se espera que, como en el caso de otras enfermedades virales, como el sida y la Hepatitis C, las combinaciones de antivirales que se dirigen a diferentes proteínas virales o del huésped puedan aumentar su eficacia y reducir el riesgo de desarrollar resistencia a los medicamentos”.

Los investigadores recuerdan a su vez que no hay eficacia sobre otros fármacos como los antiinflamatorios no esteroides (AINE), que pueden predisponer a los pacientes a complicaciones gastrointestinales y cardiovasculares si se toma de forma continuada. “Sin embargo, hasta que tengamos pruebas sólidas, los pacientes con dolor crónico deben continuar tomando sus AINE, en lugar de recurrir a los opiáceos. Dado que los ancianos son un grupo de riesgo de Covid-19 grave, una asociación entre los AINE y la enfermedad puede reflejar simplemente una causalidad inversa”, señalan en el estudio.

"Dado que los ancianos son un grupo de riesgo de Covid-19 grave, una asociación entre los AINE y la enfermedad puede reflejar simplemente una causalidad inversa”

También centran su atención en los corticoides, como fármacos con dexametasona. Diferentes investigaciones, incluida una del Gripo de trabajo REACT de la Organización Mundial de la Salud (OMS), respaldan la eficacia de estos tratamientos en pacientes con complicaciones pulmonares graves después de la infección por Covid-19. Actualmente, recuerdan los investigadores, “se recomienda ampliamente el uso de dexametasona en pacientes hospitalizados que requieren soporte respiratorio. Varias pautas de tratamiento proporcionan detalles sobre recomendaciones específicas a favor o en contra de la terapia con corticosteroides”.

LA ‘BATALLA’ CON LOS MONOCLONALES

En los últimos años, con la pandemia, los inmunomoduladres como los anticuerpos monoclonales han experimentado un empuje en el tratamiento de enfermedades infecciosas y en el cáncer. En los últimos meses se están desarrollando tratamientos centrados en la la IL-6 y su señalización posterior, como JAK y la vía del transductor de señal y activador de la transcripción (STAT), unos ensayos que están en curso, pero que en el últimos ensayos han demostrado un importante beneficio.

En los últimos meses sí se ha contado con anticuerpos neutralizantes como el Sotrovimab. Un tratamiento que actualmente la OMS no recomienda debido a “la reducción de su eficacia contra Ómicro BA.2”. Una decisión que los expertos no comparten, como se reflejó en un ensayo reciente publicado en ‘The Lancet’.

LA INCERTIDUMBRE CON LA ANTICOAGULACIÓN

Si algo ha supuesto una incertidumbre para los sanitarios ha sido la trombosis que provoca la infección por Covid-19 en algunos pacientes. Una revisión española publicada en ‘Chest Journal’ reflejó que la tasa de tromboembolia venosa era de un 17% entre los pacientes hospitalizados con Covid-19, y de un 28% entre los ingresados en la UCI. Esto hizo replantearse las decisiones de anticoagulación, principalmente en pacientes mayores, hospitalizados y con mayor riesgo de hemorragias.

“En general, ahora hay disponible un amplio espectro de nuevos medicamentos/productos biológicos eficaces y seguros para tratar la COVID-19.

Aunque actualmente no hay consenso sobre la tromboprofilaxis extendida más allá de la estancia hospitalaria del paciente, distintos estudios “respaldan que la hipótesis de que la anticoagulación terapéutica con heparina de bajo peso molecular o heparina no fraccionada se asocia con mejores resultados para pacientes hospitalizados con Covid-19 que no están gravemente enfermos o en la UCI, particularmente para aquellos con niveles elevados de dímero D”.

“En general, ahora hay disponible un amplio espectro de nuevos medicamentos/productos biológicos eficaces y seguros para tratar la Covid-19. No obstante, el acceso a las terapias novedosas (al igual que el acceso a las vacunas) se limita a las naciones ricas que pueden pagarlas, mientras que siguen sin estar disponibles o son escasas en los países de ingresos bajos y medianos debido a sus altos costos y cadenas de suministro restringidas. La naturaleza global de la pandemia de Covid-19 exige que superemos estas desigualdades y encontremos rápidamente formas para que las organizaciones sanitarias mundiales, las empresas farmacéuticas y las autoridades sanitarias nacionales/regionales cooperen”, concluyen los investigadores.

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