La crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2 nos ha dejado numerosos aprendizajes. El más importante de todos es el papel fundamental que la salud pública juega como eje central de nuestras sociedades. Inherente a esta premisa, se encuentra la vacunación. A lo largo de las últimas décadas hemos sido testigos de cómo las vacunas han contribuido a salvaguardar la salud, evitando millones de muertes. En esta pandemia, no solo se ha reforzado ese pensamiento sino que el desarrollo de las distintas vacunas autorizadas contra la Covid-19 ha marcado un hito científico.
El impulso que se ha producido en estos últimos años en el desarrollo de vacunas ha sido impresionante. Aunque muchos piensen que la tecnología de ARNm con la que se han creado los sueros de Pfizer/BioNTech o Moderna es nueva, lo cierto es que lleva en investigación desde hace dos décadas. Los esfuerzos científicos, económicos y políticos a nivel global han permitido acelerar el proceso hasta contar con varias vacunas seguras y eficaces. Hecho que nos sitúa ante un esperanzador horizonte en la lucha contra otras enfermedades.
“Hemos visto el rápido desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 en los últimos dos años, y hay una gran cantidad de productos que están surgiendo frente a otros patógenos”, expone en el espacio “Ciencia en Cinco” creado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la doctora Katherine O’Brien, epidemióloga y reconocida experta en enfermedades infecciosas.
En base a la experiencia vivida en estos dos últimos años la experta indica que nos encontramos ante dos categorías de nuevas vacunas: “La primera son las vacunas contra patógenos para los que no tenemos vacunas y, dentro de este grupo, las principales que buscamos son las vacunas contra el virus respiratorio sincitial. Una de las casusas más comunes de enfermedad pulmonar grave en niños pequeños y bebés”.
“Otra de las vacunas que no tenemos es frente al estreptococo del grupo B. Una bacteria que causa infecciones muy graves en los niños pequeños y la muerte en bebés. Obviamente, este es un objetivo importante para prevenir la meningitis y proteger la vida de los más pequeños. También buscamos vacunas frente a otros virus como el VIH”.
La segunda de las categorías se centra en las vacunas con las que ya contamos, pero que deben mejorarse. “En esta categoría analizamos de forma muy seria las vacunas contra la tuberculosis de segunda generación. También se encuentran en esta categoría las vacunas contra la influenza y, por supuesto, nuevas vacunas frente a la Covid-19”.
Tal y como se ha expuesto al inicio de estas líneas, el desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 ha marcado un hito histórico. Hablamos de un proceso que, por norma general, se prolonga durante varios años hasta que el suero final que se inocula a la población está listo. En el caso de la Covid-19, el esfuerzo global realizado ha permitido que en menos de un año desde la detección de los primeros casos de Covid-19 en la ciudad china de Wuhan ya contásemos con varios sueros.
Las otras enfermedades, como el cáncer por ejemplo, se cobran millones de vidas cada año, pero no nos llevan al peligroso precipicio en el que nos encontrábamos en 2020 lo que reduce, desde un punto de vista político y económico, el interés en aunar esfuerzos globales para impulsar la ciencia
La buena noticia sería que esta situación se repitiese en la investigación de nuevas vacunas, terapias o medicamentos frente a otras enfermedades que acaban con la vida de millones de personas cada año en todo el mundo. Pero nos encontramos ante una utopía. La Covid-19 paralizó el mundo de forma abrupta y simultánea, golpeó a todas las economías, colapsó nuestros sistemas sanitarios y cambió nuestra forma de vida de un día para otro. Las otras enfermedades, como el cáncer por ejemplo, se cobran millones de vidas cada año, pero no nos llevan al peligroso precipicio en el que nos encontrábamos en 2020 lo que reduce, desde un punto de vista político y económico, el interés en aunar esfuerzos globales para impulsar la ciencia. Esta fotografía plantea las bases de la segunda pregunta que se formula a la doctora O’Brien: ¿Podemos esperar el rápido desarrollo de nuevas vacunas frente a otras enfermedades como ha sucedido con la Covid-19?
“La Covid-19 fue una situación muy especial. Nos enfrentamos a algo sin precedentes. La razón por la que no deberíamos esperar necesariamente un ritmo tan acelerado en el desarrollo de nuevas vacunas atiende a varias razones”, argumenta.
“En primer lugar, todo el mundo se centró en el desarrollo de vacunas contra la Covid-19. Hubo una completa coordinación y colaboración y, prácticamente todos los laboratorios y científicos que trabajaron en el desarrollo de nuevas vacunas, tanto en las empresas fabricantes como académicos e investigadores, buscaban vacunas contra la Covid-19. Esta no es la forma habitual bajo la que funciona el desarrollo de vacunas”.
La segunda cuestión sobre la que pone el foco es clara: el dinero. “La cantidad de fondos que se dedicaron al desarrollo de vacunas fue enorme, sin precedentes”. El tercer motivo que justifica, en opinión de la experta, el rápido desarrollo de los sueros es la sólida infraestructura de ensayos clínicos a nivel global que permitió el desarrollo de las vacunas.
“Creo que, debido a las diferentes formas en las que ocurrió el desarrollo clínico de las vacunas contra la Covid-19, realmente hemos aprendido lecciones y observado qué pasos se pueden acortar, el tiempo e inversión necesarios para que algunas de las vacunas que pueden llegar a salvar vidas, estén disponibles lo antes posible”.
La entrevista avanza y centra su atención en el principal problema al que nos enfrentamos una vez contamos con una vacuna: ¿de qué sirve si no puede llegar a toda la población? La falta de equidad en el acceso global a los sueros ha sido la tónica desde el inicio de las campañas de inmunización masivas frente al SARS-CoV-2. “Una vacuna no tiene ningún beneficio si se queda en el estante y no se inocula”.
Crítica duramente a las personas que, teniendo la oportunidad de vacunarse no lo hacen. “Las personas que se oponen a la vacunación son una pequeña proporción y, por lo general, responden a informaciones erróneas aunque también hay personas que dudan de las vacunas”.
“Quiero enfatizar en la idea de que las vacunas estimulan el sistema inmunológico para desarrollar protecciones. De este modo, cuando estamos expuestos, nuestro cuerpo ya cuenta con defensas para protegerse”, concluye.