Los últimos datos hechos públicos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que alrededor del 56% de la población mundial ha completado la pauta de vacunación contra la Covid-19. La cifra, en el caso de los países con menos recursos apenas supera el 9%. La falta de equidad en el acceso global a las vacunas contra la Covid-19 se ha erigido como uno de los grandes retos desde que comenzasen a inocularse las primeras dosis. Lograr inmunizar a todas las personas es una imperiosa necesidad para controlar la pandemia y evitar que surjan nuevas variantes del SARS-CoV-2 que pudiesen comprometer las metas alcanzadas.
En este contexto una nueva vacuna desarrollada por el MIT y el Centro Médico Beth Israel Deaconess podría contribuir de forma significativa a la protección mundial frente al virus, gracias a una alternativa económica, fácil de almacenar y con una eficacia similar a la ofrecida por las vacunas de ARNm que ahora protagonizan las campañas de vacunación masiva.
Los responsables de su desarrollo han comunicado que la vacuna (contiene fragmentos de la proteína de espiga del SARS-CoV-2 dispuestos en una partícula similar a la del coronavirus) provocó una fuerte respuesta inmune y generó protección ante la infección en los ensayos preclínicos. Este suero ha sido diseñado para que pueda producirse empleando las instalaciones de fermentación de la levadura con las que cuentan muchos países.
Muchas vacunas de subunidades se fabrican empleando células de mamíferos con las que es más fácil trabajar. Los investigadores han diseñado la proteína de dominio de unión al receptor (RBD) para que pudiera producirse a través de la levadura Pichia pastoris, que es relativamente fácil de cultivar en un biorreactor industrial. El antígeno de superficie escogido como andamiaje es el de la hepatitis B.
Todos los componentes de la vacuna pueden producirse por separado en levadura. Para cada componente, los investigadores agregaron una etiqueta de péptido especializado que se une con una etiqueta que se encuentra en el otro componente, lo que permite que se conecten los fragmentos RBD a las partículas de virus después de que se produce cada una.
El Serum Institute de India, el mayor fabricante de vacunas del mundo, se encuentra produciendo grandes cantidades de la vacuna y planea iniciar el ensayo clínico en África.
“Todavía existe una gran masa de población que no tiene acceso a las vacunas contra la Covid-19. Las vacunas de subunidades basadas en proteínas son una tecnología bien establecida y de bajo coste que puede proporcionar un suministro constante y es aceptada en muchas partes del mundo”, expone J. Christopher Love, profesor de Ingeniería Química en el MIT y miembro del Instituto Koch para la investigación integral del cáncer.
“Podríamos hacer mutaciones que se observaron en algunas de las nuevas variantes, agregarlas al RBD pero mantener todo el marco igual y crear nuevas vacunas candidatas”
El artículo ha sido publicado en Science Advances bajo la firma de Love y Dan Barouch, director del Centro de Virología e Investigación de Vacunas en el Centro Médico Beth Israel Deaconess, y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard.
Los equipos comenzaron a trabajar en su vacuna contra la Covid-19 a principios de 2020 con el objetivo de fabricar un suero que no solo fuera eficaz, sino también fácil de fabricar. Con este fin se centraron en las vacunas de subunidades de proteínas. Un tipo de vacuna que consta de pequeños fragmentos de proteínas virales. Se trata de una tecnología ya empleada en otras vacunas como la de la hepatitis B.
“En lugares del mundo donde el coste del desarrollo de las vacunas continúa siendo un desafíos, las vacunas de subunidades pueden abordar este problema. También podrían resolver algunas dudas que plantean los sueros desarrollados con nuevas tecnologías”, explica Love.
Otra de las ventajas que presentan estas vacunas es que pueden almacenarse a temperaturas normales sin ser ultrafrías como es el caso de los sueros desarrollados con tecnología de ARNm.
Para esa vacuna, los investigadores utilizaron un fragmento RBD que se basó en la secuencia de la cepa del SARS-CoV-2 original que surgió a fines de 2019. Esa vacuna se probó en un ensayo clínico de fase 1 en Australia. Desde entonces, los investigadores han incorporado dos mutaciones (similares a las identificadas en las variantes naturales Delta y Lambda) que el equipo encontró previamente para mejorar la producción y la inmunogenicidad en comparación con la secuencia ancestral, para los ensayos clínicos de fase 1/2 planificados.
“Podríamos hacer mutaciones que se observaron en algunas de las nuevas variantes, agregarlas al RBD pero mantener todo el marco igual y crear nuevas vacunas candidatas”, señala Sergio Rodríguez-Aponte, otro de los autores principales del estudio. “Eso muestra la modularidad del proceso y la eficiencia con la que puede editar y crear nuevos candidatos”.
Si los ensayos clínicos muestran que la vacuna proporciona una alternativa segura y eficaz a las vacunas de ARN existentes, los investigadores esperan que no solo resulte útil para vacunar a personas en países que actualmente tienen acceso limitado a las vacunas, sino que también permita la creación de refuerzos que ofrecería protección contra una variedad más amplia de cepas de SARS-CoV-2 u otros coronavirus.