Durante los primeros meses de la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2fueron muchos los expertos que apuntaron a que la elevada densidad de población de ciudades como Nueva York, Wuhan, Milán e incluso Madrid era la responsable de que las grandes metrópolis se convirtieran en focos de expansión de la Covid-19. Meses después, la ampliación de la literatura científica sobre el virus, sugiere que la densidad de población no es el único factor que explica la rapidez de su propagación. El mejor ejemplo lo encontramos en Estados Unidos, uno de los países más afectados donde el coronavirus ha conseguido extenderse velozmente más allá de las principales zonas urbanas.
Muchos investigadores expertos en salud pública y planificación urbana coinciden a la hora de señalar que la concentración de personas dentro de un área determinada no nos está contando la historia completa sobre la propagación del virus. Señalan como ejemplos grandes ciudades como Hong Kong, Seúl o Taipéi en las que las autoridades rápidamente implantaron sólidas y generalizadas medidas basadas en el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el rastreo de contactos que lograron limitar con éxito el incremento de nuevos casos y decesos.
Partiendo de esta base diversos estudios realizados a lo largo de la pandemia indican que, en la propagación del virus, desempeñan un papel crucial otros factores como las conexiones existentes entre las distintas comunidades, el acceso a la atención médica o el hacinamiento de determinadas áreas.
“Desde los primeros momentos de la pandemia han surgido artículos que especulaban sobre si la Covid-19 supondría el fin de las grandes ciudades. Incluso algunos aseguraron que se estaba produciendo un gran éxodo desde las metrópolis hacia los suburbios como una vía de escape del virus”, explica en Scientific AmericanDeepti Adlaka, investigadora de salud ambiental en la Queen University de Belfast. “Desde el principio me han parecido cuestiones equivocadas”.
La investigadora señala que la densidad de población de una ciudad o región no es un fiel reflejo de aspectos más sutiles como las reuniones de sus habitantes en espacios más pequeños como el entorno familiar y social. “La mayoría de las veces, cuando la gente habla de densidad y Covid-19, en realidad lo está haciendo de hacinamiento”, apunta en este sentido Shima Hamidi, profesora asistente de salud e ingeniería ambiental en la Universidad Johns Hopkins.
Cuando hablamos de hacinamiento hay que entender que este concepto es aplicable a eventos tan comunes como por ejemplo conciertos, locales de ocio o reuniones familiares
Cuando hablamos de hacinamiento hay que entender que este concepto es aplicable a eventos tan comunes como por ejemplo conciertos, locales de ocio o reuniones familiares. Pero también hace referencia al hecho de que, debido a las condiciones socioeconómicas, muchas personas se ven obligadas a convivir en espacios pequeños. Incluso los elementos culturales influyen, por ejemplo, en familias que viven en hogares multigeneracionales. Incluso puede extenderse este concepto al transporte público que puede verse saturado por grandes aglomeraciones de gente.
Cierto es que no todas las situaciones de hacinamiento descritas en estas líneas conducen a una transmisión generalizada del virus. El riesgo reside en el momento en el que algunos de estos acontecimientos se convierten en eventos de gran difusión de la Covid-19. A lo largo de estos meses hemos sido testigos de cómo una reunión familiar, una fiesta, un velatorio o un congreso se han traducido en numerosos contagiados. “El virus puede propagarse de manera muy eficiente entre las multitudes. No parece que siempre sea así, pero puede suceder”, asegura Lorna Thorpe, epidemióloga de la Universidad de Nueva York.
LAS MEDIDAS DE SALUD PÚBLICA
Las ciudades con una alta densidad de población se presentan como el caldo de cultivo perfecto para la propagación del virus. Pero, ¿qué ha sucedido en gran parte de los países asiáticos? La rapidez en la adopción de férreas medidas de salud pública ha evitado que muchas megalópolis estuvieran abocadas a los peores pronósticos. Incluso en Nueva York, una de las zonas más afectadas de Estados Unidos, Manhattan ha mantenido tasas de Covid-19 más bajas que otros distritos de la ciudad a pesar de contar con la densidad de población más elevada. Mientras tanto, barrios con menor densidad como Queens o el Bronx han experimentado un mayor número de contagios y fallecidos.
Los investigadores coinciden a la hora de señalar que el comportamiento de cada uno de nosotros dentro de nuestras comunidades es un factor clave a la hora de entender la rapidez con la que se propaga el virus en distintos entornos
Tomando como referencia esta fotografía Hamidi y su equipo han analizado algunos factores como la densidad de la población, el nivel socioeconómico de los residentes, la calidad de la atención médica y la adopción de medidas de salud pública en 900 condados de Estados Unidos. El equipo ha determinado que la densidad de los condados analizados no guarda una relación significativa con las tasas de infección.
De hecho, los condados con mayor densidad de población se asociaron con menores tasas de mortalidad, posiblemente porque los residentes cumplían de forma estricta con las pautas fijadas como el distanciamiento social o contaban con un mejor acceso a la atención médica. Los investigadores indican que el tamaño de la ciudad influye notablemente como consecuencia de las conexiones y recalcan que no se debe descartar el potencial impacto de la alta densidad de población en un área con el riesgo de infección. “Dentro de cada ciudad hay diferentes comunidades. Existe una granularidad que se manifiesta a nivel de vecindarios”, matiza David Rubin, médico y director del PolicyLab en el Childrens Hospital de Philadelphia.
Todos los investigadores coinciden a la hora de señalar que el comportamiento de cada uno de nosotros dentro de nuestras comunidades es un factor clave a la hora de entender la rapidez con la que se propaga el virus en distintos entornos. “Es probable que la densidad de población sea solo uno de los muchos factores que determinan cuán vulnerables son los residentes de una ciudad a la Covid-19. Y, aparentemente, juega un papel menor en comparación con los factores socioeconómicos”, declara James Sallis, investigador de salud pública de la Universidad de California.