¿Cuáles son los beneficios de vacunar contra la COVID-19 a los niños? Una pregunta que cada vez nos formulamos con mayor frecuencia a medida que, en el caso de España, se acerca su turno dentro de la Estrategia Nacional de Vacunación. De acuerdo a la evidencia científica, los niños que con infecciones por SARS-CoV-2, cursan la enfermedad por norma general de forma leve y o asintomática. Una premisa que se ha mantenido desde el inicio de la pandemia, pero preocupa el aumento de los casos de “COVID prolongado” entre los más pequeños.
Las vacunas desarrolladas contra la COVID-19 son eficaces frente a una enfermedad moderada o grave en caso de infección. Motivo por el que son cada vez más las voces que abogan por la vacunación de los más pequeños en un contexto en el que mayor desafío lo plantean las variantes del SARS-CoV-2. En la medida en la que el virus continúe circulando, mayores serán las posibilidades de que genere alguna mutación que derive en una variante con capacidad para evadir la respuesta inmunitaria mediada por las vacunas. Se suma la preocupación cercana del inicio del próximo curso escolar. ¿Sería recomendable vacunar a los niños antes de su arranque o puede retrasarse y destinar las dosis a otros grupos?
Ante esta fotografía que muestra la realidad de todos los países europeos, un nutrido grupo de expertos ha analizado las posibilidades que plantea o no la vacunación de los niños en British Journal Medicine. Una de las conclusiones principales no deja lugar a dudas: el beneficio neto de vacunar a los niños no está claro y, en cambio, se debe priorizar a las personas vulnerables en todo el mundo. Una afirmación que apunta a la necesidad de donar dosis de las distintas vacunas a los países con menos recursos y así acelerar la inmunización de sus poblaciones. Hecho fundamental para frenar su expansión y evitar el problema anteriormente comentado: el surgimiento de variantes más peligrosas.
Retrasar la vacunación contra la COVID-19 no es la decisión más adversa al riesgo. Hacerlo expone a los niños a riesgos desconocidos de enfermedades graves y complicaciones en su salud a largo plazo
“Las vacunas contra la COVID-19 en adultos han sido muy efectivas. Hay buenas razones para esperar que ocurra lo mismo en los niños. Los estudios preliminares en adolescentes indican altos niveles de producción de anticuerpos y una efectividad del 93-100% en la prevención de la COVID-19”, explican Dominic Wilkinson, profesor de Ética Médica; Ilora Finlay, profesora de Medicina Paliativa y Andrew J. Pollard, profesor de Infecciones e Inmunidad Pediátricas.
Estos expertos matizan que, en los adultos mayores, los beneficios de las vacunas superan claramente los efectos secundarios y posibles riesgos poco frecuentes derivados de su inoculación. Pero en los niños existen algunas diferencias clave. En primer lugar, se cuenta con menos evidencia relativa a los riesgos. Los ensayos clínicos principales que avalaron la autorización para la comercialización de emergencia de las distintas vacunas que actualmente se están administrando no contaron con niños. Ahora se están desarrollando ensayos clínicos concretos.
Señalan además que el beneficio potencial en los niños es mucho menor por los motivos explicados al inicio de estas líneas: los niños cursan de forma general al COVID-19 de forma leve o asintomática. Hablamos de un grupo poblacional que, de forma histórica durante la pandemia, ha presentado y presenta un riesgo muy bajo de hospitalización y muerte. Se suma la creciente evidencia relativa a los centros escolares: juegan un papel muy limitado en la transmisión.
Aquellos niños que padezcan enfermedades graves crónicas o agudas, deberían ser vacunados. Se trata de casos en los que, debido a la condición médica preexistente, los beneficios de la vacunación superan a los riesgos
En base a esto los expertos considera que la vacunación de los niños debería retrasarse hasta que se cuente con suficientes datos de seguridad, especialmente ante la posible aparición de complicaciones graves que podrían resultar gravemente perjudiciales para las estrategias de vacunación masivas en adultos. Y es que un error podría dañar la confianza en los programas de vacunación afectando no solo a la campaña contra la COVID-19, sino ante el resto de enfermedades prevenibles por vacunación en todo el continente europeo.
Por supuesto, aquellos niños que padezcan enfermedades graves crónicas o agudas, deberían ser vacunados. Se trata de casos en los que, debido a la condición médica preexistente, los beneficios de la vacunación superan a los riesgos.
Lisa Forsberg, miembro de la Academia Británica y estudiante postdoctoral en Filosofía y Derecho; y Anthony Skelton, profesor asociado de Filosofía, recalcan que las autoridades médicas han analizado las vacunas y las han considerado seguras y eficaces en niños mayores de 12 años. La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés), Health Canada y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) coinciden a la hora de señalar que los beneficios superan los posibles riesgos.
A nivel global ya se ha vacunado a millones de niños y los efectos secundarios, hasta el momento, son extremadamente raros. Y, si bien los efectos graves de la COVID-19 son considerablemente menos comunes en los niños que en los adultos mayores, un niño presenta más riesgos de sufrir daños por la infección ya que pueden verse afectados por “COVID prolongado” o desarrollar síndrome inflamatorio multisistémico.
En base a esto indican que retrasar la vacunación contra la COVID-19 no es la decisión más adversa al riesgo. Hacerlo expone a los niños a riesgos desconocidos de enfermedades graves y complicaciones en su salud a largo plazo.