Pérdida de olfato. Este ha sido uno de los síntomas más característicos de las infecciones provocadas por el SARS-CoV-2, especialmente por las primeras variantes del virus. Hasta la fecha, la evidencia de la que se dispone sobre el curso a largo plazo de la disfunción olfativa asociada con la Covid-19 es bastante limitada. A pesar de que la mayoría de personas que cursan la enfermedad se recuperan completamente, un creciente número de casos continúa padeciendo síntomas de larga duración asociados con la enfermedad. Hablamos del Covid persistente, una importante amenaza para la salud pública a medio plazo de acuerdo con los pronósticos de los expertos.
El Covid prolongado puede describirse como un conjunto de síntomas, signos o parámetros de pruebas de laboratorio que persisten durante dos semanas o más desde el inicio de la infección. La evidencia que poco a poco vamos conociendo sobre el Covid persistente revela que estos síntomas pueden ser también de nueva aparición, sin que se hayan producido durante la fase aguda de la infección. Hasta la fecha, la lista de síntomas identificados supera los 200, aunque alrededor de 50 son los más comunes como, por ejemplo, fatiga, disminución de la capacidad pulmonar, trastornos neurológicos y la anosmia.
Sobre este problema se centra un reciente estudio cuyos resultados han sido publicados por JAMA Network que revela que la pérdida de olfato se encuentra entre los síntomas neurológicos prolongados más habituales: la anosmia persistente (pérdida total del olfato) se ha identificado hasta en el 23% de los pacientes que han cursado la Covid-19 de forma aguda.
"Los pacientes con disfunción olfativa pueden experimentar hiposmia (disminución de la capacidad olfativa) o anosmia severa persistente más de un año después del inicio de síntomas, lo que sugiere la posibilidad de que la afección se convierta en una secuela permanente"
El estudio en cuestión se ha desarrollado en Brasil entre el 9 de septiembre de 2020 y el 20 de octubre de 2021 y, aunque la muestra con la que ha contado es reducida (219 pacientes de los que 139 recibieron un diagnóstico de disfunción olfativa crónica), los resultados que aporta contribuyen a conformar una visión más precisa de la anosmia persistente derivada de las infecciones graves por SARS-CoV-2.
De los 219 pacientes incluidos en el estudio 164 (74,9% eran mujeres y el 88,6% tenían entre 18 y 59 años de edad. El 63,5% de la muestra (139) presentaban algún grado de de disfunción olfativa. Entre los pacientes con anosmia se identificó una asociación significativa entre la disfunción olfativa y las actividades diarias, especialmente en términos de deterioro a la hora de detectar peligros (67,7% de los pacientes), higiene personal (67,7% de los pacientes) e ingesta de alimentos (67,7% de los pacientes). El análisis de los datos muestra que los síntomas de ageusia (deterioro del sentido del gusto) se asociaron con la reducción de la capacidad olfativa, mientras que la cefalea y los trastornos del sueño mostraron una asociación inversa con la aparición de la disfunción olfativa.
“La disfunción olfativa es uno de los síntomas neurológicos a largo plazo más importantes de la Covid-19, con mayor prevalencia entre mujeres, adultos y pacientes ambulatorios. Los pacientes con disfunción olfativa pueden experimentar hiposmia (disminución de la capacidad olfativa) o anosmia severa persistente más de un año después del inicio de síntomas, lo que sugiere la posibilidad de que la afección se convierta en una secuela permanente”, concluyen los autores del estudio.