Uno de los grandes problemas a los que nos hemos enfrentado en la pandemia provocada por el SARS-CoV-2, especialmente en los primeros momentos, ha sido la multitud de síntomas con los que se ha asociado la Covid-19 (además del elevado número de asintomáticos). Muchos de ellos, relacionados con otras enfermedades comunes como, por ejemplo, el resfriado. Por norma general la tos, la fiebre y las dificultades respiratorias se erigen como el cuadro de síntomas más habitual asociado a la Covid-19. Pero existen muchos otros que pueden o no manifestarse en función de cada persona.
A pesar de que la Covid-19es una enfermedad eminentemente respiratoria, la creciente evidencia científica surgida desde la detección de los primeros casos, permite afirmar que nos encontramos ante una enfermedad que afecta a múltiples órganos y sistemas. Hecho que se traduce en que sus síntomas y secuelas también son neurológicos. Diversos estudios han demostrado que el síntoma neurológico más común en los pacientes con Covid-19 es el dolor de cabeza. Algunas investigaciones apuntan además que este podría ser el primer y único síntoma en algunas infecciones.
Partiendo de este punto ponemos el foco en un reciente estudio publicado por la revista Neurology Asia. Una investigación cuyo principal objetivo ha sido determinar las características de la cefalea atendiendo a factores como su frecuencia, duración y localización, así como la relación que pudiera existir entre la inflamación sistémica provocada por la Covid-19 y las cefaleas en pacientes infectados por el SARS-CoV-2.
La mayoría de los pacientes con cefalea experimentaron ataques a acorto plazo con una gravedad moderada (47,1), con naturaleza apremiante (59%) y generalizada (32,4%)
La muestra seleccionada para la realización del estudio estuvo formada por 202 pacientes hospitalizados por Covid-19. De estos, 101 presentaban dolores de cabeza y 101 no los desarrollaron. Los responsables de la investigación evaluaron las características demográficas, los síntomas, historial clínico y los resultados de varias pruebas de laboratorio del total de los pacientes. En el grupo que informaba de dolores de cabeza, se registraron las puntuaciones de la Escala Analógica Visual (EVA, por sus siglas en inglés), analizando aspectos como la duración, gravedad y localización del dolor. Esta escara constituye una línea recata en la que uno de los extremos significa la ausencia del dolor y el otro extremo representa dolor en niveles muy elevados. El paciente marca un punto en dicha línea para representar el grado de dolor que padece.
Evaluados todos los parámetros, el 58,9% de los pacientes (119) no contaban con alusiones a dolores de cabeza anteriores a la infección en sus historiales clínicos. El 21,3% (43 pacientes) tenía antecedentes de migrañas. La mayoría de los pacientes con cefalea experimentaron ataques a acorto plazo con una gravedad moderada (47,1), con naturaleza apremiante (59%) y generalizada (32,4%).
Se procedió a la división de los pacientes en dos grupos en función del nivel de gravedad de sus dolores de cabeza: un grupo formado por pacientes con cefaleas leves y/o moderadas, y otro con aquellos con cefaleas intensas.
Las comparaciones efectuadas entre ambos grupos permitieron concluir que la duración del dolor fue mayor en aquellos con cefalea intensa. Cuando se compararon las características entre el grupo con dolores de cabeza y el que no los presentaba, no se hallaron diferencias significativas entre los grupos en cuanto a marcadores inflamatorios como el recuento de linfocitos, lactato deshidrogenasa, proteína C reactiva, ferritina y niveles de dímero D.
“El dolor de cabeza en nuestros pacientes con Covid-19 fue en su mayoría de nueva aparición, de gravedad moderada, de naturaleza compresiva y generalizada”, concluyen los autores del estudio. “Los marcadores inflamatorios no se relacionaron con la presencia y gravedad de los dolores de cabeza”.