Las personas que se han recuperado de la COVID-19 tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedad renal. Incluidas aquellas que han cursado la infección de forma asintomática y leve según un reciente estudio publicado en Journal of the American Society of Nephroloy.
Los autores del trabajo indican que el daño a los sistemas de órganos como los riñones es una complicación que la evidencia científica ha reconocido ya de la fase posaguda en aquellos pacientes que han cursado la COVID-19 de forma grave. Pero los riesgos en los pacientes leves o asintomáticos derivados de la infección continúan siendo poco claros.
Los responsables de la investigación han utilizado los datos recopilados por la Administración de Salud de los Veteranos de Estados Unidos. Para realizar la comparación han tomado los datos de 89.216 personas recuperadas de la COVID-19 con los posibles riesgos de afecciones relacionadas con los riñones en 1.637.467 personas que no habían tenido COVID-19, tal y como explican en British Medicine Journal.
De esta forma determinaron que las personas que habían tenido COVID-19 presentaban un mayor riesgo de lesión renal aguda y eventos renales adversos importantes. Dentro de estos se especifican la disminución en la tasa de filtración glomerular estimada de al menos el 50% desde la primera prueba diagnóstica, enfermedad renal en etapa terminal o mortalidad por todas las causas.
El riesgo de enfermedad en etapa terminal, es decir, requerir un trasplante de riñón o recibir diálisis ambulatoria, fue casi tres veces mayor para aquellos que se recuperaron de la COVID-19
El riesgo de enfermedad en etapa terminal, es decir, requerir un trasplante de riñón o recibir diálisis ambulatoria, fue casi tres veces mayor para aquellos que se recuperaron de la COVID-19. Dentro del grupo de los sujetos estudiados que habían sido positivos en una prueba de COVID-19 se reportaron 4,65 casos de enfermedad renal en etapa terminal por cada 1.000 personas/año, en comparación con la tasa de 1,43 casos en la población general.
“Estos resultados sugieren que más allá de la fase aguda de la infección por COVID-19, las personas experimentan un riesgo renal adverso más alto. La atención posaguda de las personas con COVID-19 debe incluir la atención y el cuidado de la enfermedad renal aguda y crónica”, explica en la citada cabecera Ziyad Al-Aly, responsable del estudio.
Si bien los hallazgos de esta investigación sugieren que la lesión renal aguda durante la fase aguda contribuye al aumento del riesgo de resultados renales posagudos, “también es evidente que el riesgo aumentó en aquellos que no tuvieron una lesión renal aguda durante la fase aguda”, concluye.