Desde la aparición de los primeros casos de COVID-19, una de las grandes incógnitas sobre el coronavirus ha sido y es por qué algunas personas cursan la enfermedad de forma asintomática o leve, mientras que otras enferman gravemente y pueden llegar a fallecer. Una ecuación médica en la que la existencia de patologías previas a la infección y diversos factores influyen notablemente, pero se necesita mayor evidencia científica que ahonde en las infecciones asintomáticas. Especialmente, si tenemos en cuenta que estos sujetos no están exentos de desarrollar secuelas como consecuencia del SARS-CoV-2.
Las infecciones asintomáticas se han erigido desde el inicio de la pandemia como su gran motor de expansión. Personas infectadas sin ser conscientes de ello que diseminaban el virus de forma descontrolada. Un escenario al que se sumaron los casos leves cuyos síntomas apenas variaban de los causados por virus respiratorios comunes.
Muchos expertos consideran que los casos de COVID-19 asintomáticos no han recibido la suficiente atención, ya que todos los recursos se han orientado a los enfermos graves y el desarrollo de vacunas de que sean capaces de prevenirla. La creciente evidencia científica relativa al virus ha comenzado a alertar sobre la posibilidad de que las infecciones asintomáticas, a pesar de no presentar ningún tipo de síntoma, pueden causar daños y secuelas en el organismo. Entre estos se ha comenzado a poner el foco en el denominado como “COVID prolongado”, un síndrome caracterizado por una amplia variedad de síntomas que van desde las dificultades respiratorias hasta problemas neurológicos.
Diversos estudios han confirmado ya que sujetos con infecciones asintomáticas han sufrido daño en sus pulmones. La COVID-19 también puede dañar otros órganos y sistemas del organismo y se han confirmado anomalías en el corazón, inflamación y coágulos sanguíneos en pacientes asintomáticos. En este sentido cabe destacar algunos de los estudios publicados por Thrombosis Journal que han descrito varios casos de coágulos sanguíneos en riñones, pulmones y el cerebro de personas que han cursado la enfermedad sin presentar ningún tipo de síntoma.
En el caso del COVID prolongado los expertos advierten de que existe el mito de que únicamente lo desarrollan aquellas personas que cursan la enfermedad de forma grave. “No existe un gran factor de predicción sobre la gravedad de la infección en su fase aguda y el desarrollo de COVID prolongado. Y este puede ser bastante debilitante y no conocemos el punto final para quienes lo padecen”
En relación a estos casos descritos en los referidos estudios los expertos indican que, por el momento, son pocos los casos documentados y estudiados. Motivo por el que indican que estos problemas podrían encontrar su origen en patologías subyacentes que no habían sido diagnosticadas previamente a la infección. Piden investigaciones más profundas ya que consideran que la evidencia con la que se cuenta, aunque limitada, es suficiente para dar la voz de alarma.
JAMA Network publicaba el pasado 27 de mayo un estudio realizado con 1.600 atletas universitarios que habían sido positivos en pruebas de detección de la COVID-19. La realización de resonancias magnéticas cardíacas reveló que 37 individuos presentaban inflamación del músculo cardíaco. De estos, 28 no habían desarrollado ningún tipo de síntomas. Saurabh Rajpal, especialista en enfermedades cardíacas y autor principal del estudio explica en National Geographic que los individuos asintomáticos de la muestra estudiada afectados presentaban “un daño similar o casi igual a los que tenían miocarditis clínica o sintomática”.
En el caso del COVID prolongado los expertos advierten de que existe el mito de que únicamente lo desarrollan aquellas personas que cursan la enfermedad de forma grave. “No existe un gran factor de predicción sobre la gravedad de la infección en su fase aguda y el desarrollo de COVID prolongado. Y este puede ser bastante debilitante y no conocemos el punto final para quienes lo padecen”, alerta en la referida publicación Linda Geng, codirectora de la Clínica de Síndrome Post-Agudo COVID 19 de Standford Health Care.
Diversos estudios han intentado estimar la cifra de individuos infectados asintomáticos. Los porcentajes han variado notablemente desde el comienzo de la pandemia y según la fuente consultada. Entre los datos más recientes encontramos el aportado por FAIR Health, una organización sanitaria sin ánimo de lucro que, a partir de un análisis de reclamos de atención médica en Estados Unidos estima que una quinta parte de los casos asintomáticos acaba desarrollando COVID prolongado. Un reciente estudio que se encuentra a la espera de ser revisado por pares y publicado en medRxiv revela que la cifra de casos asintomáticos que acaba desarrollando COVID prolongado superaría el 32%.
Todavía existe un gran desconocimiento sobre daño potencial de las infecciones asintomáticas. A pesar de que estas no estén relacionadas con altas tasas de hospitalizaciones y fallecimientos, afectan a un número cada vez mayor de personas a medida que la circulación de virus se incrementa. No está claro el mecanismo que provoca su aparición aunque algunos estudios apuntan a un estado permanente de respuesta inflamatoria del sistema inmunológico tiempo después de que la infección se haya eliminado del organismo. Otras investigaciones aluden a la presencia de restos del virus que serían los responsables de generar la referida respuesta inflamatoria de forma persistente.